" Óscar Villegas convenció al gobernador de nombrar al Rector "
 




Vista parcial de la Plaza de
Armas con los estudiantes
que demandaban la Autonomía Universitaria. Destaca una pancarta de Ciencias Químicas, reducto de los córporos.


 

 Mis sexenios (3)

 

José Guadalupe Robledo Guerrero.

El movimiento por la Autonomía

El movimiento de los estudiantes de Saltillo para conseguir la Autonomía de la entonces Universidad de Coahuila duró 11 días, del 24 de marzo al 4 de abril de 1973, y se acordó iniciarlo con la toma de Rectoría, para evitar que Óscar Villegas Rico impusiera a su amigo Jorge Mario Cárdenas como sucesor de Arnoldo Villarreal Zertuche, quien había renunciado el 15 de marzo.

Sin tomar en cuenta las peticiones de los estudiantes, Óscar Villegas convenció al gobernador de nombrar al Rector y darle posesión. Villegas Rico quiso sorprender a los estudiantes aglutinados en la Fesuc, y preparó la toma de posesión de Jorge Mario Cárdenas para el 25 de marzo de 1973, en el despacho de Rectoría.

El 24 de marzo nos reunimos para analizar la situación. El acuerdo unánime fue la toma de Rectoría para evitar que le dieran posesión a Jorge Mario Cárdenas. Pero el autoritario Villegas no desistió y al día siguiente de la toma de Rectoría, le dio posesión a Jorge Mario Cárdenas en la Secretaría General de Gobierno. Eso nos atrajo la simpatía de algunos grupos estudiantiles que no estaban de acuerdo con el movimiento. A Jorge Mario Cárdenas nunca lo reconocimos, y jamás actuó como rector.

El movimiento se inició, y con ello la situación tomó otras características: la petición se convirtió en reclamo, la propuesta de que “Catón” fuera Rector se cambió por la exigencia de la Autonomía, y al diálogo se le adicionó la presión. ¿Quién ganaría?, las apuestas como siempre estaban a favor del gobierno. ¿Cómo era posible que los muchachitos universitarios pudieran vencer al poderoso y temido Secretario General de Gobierno? ¡Qué ingenuidad! ¡Cuánta insolencia!

Posteriormente la historia demostraría que las opiniones unificadas del periodismo comercial siempre se equivocan. La mayor parte de los medios de comunicación del estado estuvieron del lado del pagador de publicidad. Así se recrudeció la campaña contra el movimiento y los dirigentes estudiantiles revoltosos, que según los comunica- dores no tenían el apoyo de sus bases.

El acuerdo de la toma de Rectoría era un hecho, en pocas horas teníamos que buscar el consenso y la participación de los compañeros más representativos de la base estudiantil. Debíamos convencerlos para que asistieran a la histórica cita: la explanada de Rectoría a la medianoche.

En algún momento de los preparativos, pregunté algo que me inquietaba: ¿Cómo le vamos a hacer para entrar a Rectoría sin violentar las puertas ni romper los vidrios?, -no te preocupes, contestó Pablo Reyes, eso ya lo tenemos resuelto, entraremos como en nuestra casa, con la llave.

Efectivamente, cuando tomamos Rectoría abrimos la puerta con la llave.En ese momento no interesaba cómo se había conseguido, lo importante era evitar desperfectos al edificio, pues teníamos que demostrar que no éramos vándalos, como Villegas lo había hecho creer. Años después, en su libro “La primavera de las cenizas”, Mario Arizpe aseguró que Melchor de los Santos (entonces Secretario General de la Universidad) les había proporcionado el útil instrumento.

Poco antes de la medianoche del 24 de marzo de 1973, llegábamos un nutrido grupo de compañeros de la Preparatoria Nocturna a la explanada de Rectoría, que ya para esa hora estaba llena de muchachos y muchachas, aglutinados en diferentes grupos que distinguían la presencia de todas las escuelas universitarias de Saltillo.

Recuerdo a centenares de jóvenes de mi generación, con las caras llenas de entusiasmo, cabelleras largas, metidos en pantalones de mezclilla y en evocadoras minifaldas, sintiéndose en esos momentos una mezcla de quijotes, conspiradores y revolucionarios. En esa animada concentración estaba de manifiesto la organización estudiantil, la capacidad de convocatoria de los líderes universitarios y la combatividad de las bases estudiantiles.

A medianoche se abrieron las puertas de Rectoría y en presencia de notarios que dieron fe del suceso, se hicieron rápidos inventarios. Desde ese momento se acordó que sólo entrarían al edificio los dirigentes de las sociedades de alumnos y los líderes de la Fesuc.

Ya pasada la noche, en los albores del nuevo día, decidimos la formación del Comité de Lucha, organismo que serviría de discusión, análisis y dirección del movimiento estudiantil, integrado por tres estudiantes y tres suplentes de cada escuela, nombrados en sus asambleas generales.

El Comité de Lucha se estableció en el Teatro de Cámara de Rectoría, pequeño auditorio que dio albergue a las propuestas y acuerdos de los jóvenes, que durante 11 días estuvieron en asamblea permanente, diseñando actividades y tomando decisiones en un ambiente de pluralismo y democracia, con el único objetivo de conseguir la Autonomía para la Universidad de Coahuila.

Mientras tanto, la explanada de Rectoría hervía de entusiasmo y actividad. A medida que las horas pasaban, más estudiantes se incorporaban a la algarabía del movimiento. Comisiones iban y venían con la misma fluidez que la información y el fraternal compañerismo.

Ese fue el inicio de 11 días de lucha, que marcaron la conciencia de toda una generación universitaria, y que tuvo como corolario el histórico decreto del 4 de abril, en donde el gobernador Eulalio Gutiérrez elevó a rango Constitucional la Autonomía de la Universidad de Coahuila.

Durante el movimiento, en el Comité de Lucha todo mundo externaba sus ideas y proponía alternativas y al final, cuando se agotaba la discusión, se votaba para decidir lo que la mayoría determinaba. De esa forma se le dio conducción al movimiento. Pero también en el seno del Comité de Lucha se presentaron a cada rato y en todos los temas las diferencias que había entre los córporos y los “comunistas”, que fueron el antecedente de las controversias que después de la Autonomía se darían en el Consejo Universitario.

Es cierto que en el movimiento mantuvimos la unidad, porque nos hermanaba un objetivo común, pero también es verdad que hubo lucha interna por imponer ciertas líneas al movimiento. Los líderes de la Corporación (los córporos) se mostraron más organizados, mejor asesorados y con mayor información, pues contaban con más tiempo para reflexionar y ponerse de acuerdo. Ellos estaban dedicados de tiempo completo al estudio y al movimiento. Por su parte, los simpatizantes de Marx dedicaban sólo una parte de su tiempo al movimiento, pues en la mayoría de los casos eran empleados, obreros o realizaban alguna actividad para conseguir ingresos. Eso los marginaba de la información “de última hora” y les impedía ponerse de acuerdo en sus propuestas. Allí se manifestó en todo su realismo las limitaciones derivadas de ser al mismo tiempo trabajadores y estudiantes.

Desde el inicio del movimiento, los “comunistas” propusieron medidas radicales: bloqueo de carreteras, toma de radiodifusoras y de periódicos, bloqueo de calles y plantones frente a Palacio de Gobierno. Todas estas propuestas fueron rechazadas por los córporos en el seno del Comité de Lucha, con el argumento de que eran acciones provocadoras, pero en el fondo, los compañeros de la Corporación tenían esperanzas de que Villegas Rico declinara su actitud impositiva. Esto hizo que el movimiento se alargara.

Las diferencias entre los dos grupos de líderes del Comité de Lucha, no eran de índole estratégica, sino táctica. Ambos grupos estábamos de acuerdo en las ideas y objetivos mayores, pero disentíamos en la forma de lograrlos.

En los primeros días del movimiento no hubo medidas radicales, pero había una gran actividad de volanteo, asambleas, mítines relámpagos, manifestaciones, visitas de proselitismo a escuelas y mercados, elaboración de periódicos murales, pintas, etc. Todo mundo participó en alguna comisión. Todos se convirtieron de la noche a la mañana en consumados activistas de una lucha que era de todos. Cada quien en su trinchera puso lo mejor de sus esfuerzos. Algunos compañeros destacaron en la oratoria, otros en la redacción y distribución de volantes, unos más como propagan- distas, agitadores y organizadores.

Hubo marchas multitudinarias, que por su orden y disciplina, atrajeron la simpatía de los ciudadanos, que además de animarnos a seguir adelante, también nos otorgaban su apoyo económico para sostener las comisiones y el volanteo. El movimiento de la Autonomía fue un hecho social, que hasta la fecha “el cronista de la ciudad” ha soslayado, como lo ha hecho con la histórica huelga obrera de Cinsa-Cifunsa.

Sin embargo, en los últimos días del movi-miento los compañeros de la Corporación apoyaron las medidas extremas, porque ya no quedaba otra salida ante la intransigencia de Óscar Villegas Rico, quien hasta el último momento obstaculizó las demandas estudiantiles. Hay quienes afirman que si Villegas Rico no hubiese sido tan intolerante y autoritario, el movimiento estudiantil no se hubiera realizado ni se habría exigido la Autonomía, y “Catón” habría logrado su anhelo de llegar a ser Rector. Pero la historia se escribió de otro modo.

Desde el noveno día de la lucha, toda la base estudiantil se movilizó con un sólo objetivo: presionar al gobierno del estado con medidas radicales. Era la única carta que nos quedaba y había que jugarla hasta sus últimas consecuencias. Evaluamos las posibilidades de intervención del ejército y la policía, pero estábamos seguros que el estado no se atrevería a reprimirnos.

Cientos de estudiantes se organizaron para realizar acciones concretas. Unos se fueron al bloqueo de carreteras, otros a las radiodifusoras, unos más a la toma de los periódicos, algunos al secuestro de camiones urbanos de pasajeros, que sirvieron como obstáculos para el bloqueo de las principales arterias de Saltillo.

Todavía persisten en mi memoria las largas filas de vehículos de todo tipo que había en la autopista a Monterrey. En la carretera a Torreón se presentó un piquete de soldados que en forma intimidatoria se paró frente a nuestros compañeros, pero nadie hizo caso a la provocación, y sin manifestar el miedo que sentían, continuaron sentados en la cinta asfáltica, impidiendo el tránsito de vehículos.

Las difusoras fueron una experiencia única. Duramos horas difundiendo música latinoameri- cana, explicando los fines de nuestro movimiento, lanzando ideas de justicia y equidad, y pronun- ciando arengas para el pueblo. Recibimos muchas llamadas de anónimos ciudadanos para manifestarnos su apoyo y agradecer los conceptos expuestos. Habíamos conseguido convencer al pueblo de que los universitarios deseábamos ponernos a su servicio y defender sus causas.

En la XEKS, Efraín López Castro (+), uno de sus propietarios, nos dio indicaciones de cómo utilizar el equipo de transmisión y se quedó con nosotros “para que no vaya a haber desperfectos”, pero en realidad su compañía era de apoyo moral y técnico, pues simpatizaba con los universitarios. La XEKS y sus propietarios, Efraín y Jesús López Castro, y El periódico El Independiente con su Director don Antonio Estrada Salazar siempre apoyaron las demandas justicieras, tanto en la Autonomía, como en la huelga de Cinsa-Cifunsa y en el movimiento Pro Dignificación de la UAC.

Desde el principio del movimiento, la prensa comercial, como siempre, se puso en contra de la lucha estudiantil y a favor del gobierno. Esa actitud periodística hizo triunfar la propuesta de que le informáramos directamente al pueblo y lo invitáramos a participar en nuestra lucha. El Comité la aprobó por unanimidad y cientos de estudiantes salimos a volantear a las calles, comercios, colonias, mercados, salida de las fábricas y paradas de autobuses. El espectáculo fue inigualable y lleno de satisfacciones. Por primera vez, que no sería la última, le ganamos a la prensa comercial y al gobierno la simpatía de los saltillenses.

Mientras que las medidas radicales se ponían en práctica en todos los puntos cardinales de la ciudad, encabezadas por los líderes estudiantiles, el gobernador Eulalio Gutiérrez nos mandó llamar para negociar un acuerdo. Asistimos a esa convocatoria gubernamental sin dejar de realizar las acciones, porque sabíamos que esas eran nuestras principales armas para negociar en igualdad de condiciones con el gobierno.

El gobernador Gutiérrez se curó en salud, nos dijo que desde un principio había estado de acuerdo con nuestras demandas, pero que había sentido la oposición de algunos de sus colaboradores y grupos políticos, pero que había llegado a la conclusión de poner fin al conflicto que había enfrentado a los jóvenes con su gobierno.

El gobernador en confianza nos dijo cuáles eran las posturas al interior del gobierno: Óscar Villegas planteaba que nos reprimieran, Luis Horacio Salinas proponía que se dividiera al movimiento mediante el soborno. Esas eran las alternativas que le proponían al gobernador, quien a final de cuentas se opuso a ellas, ante los resultados existosos de nuestro movimiento.

El 4 de abril de 1973 se decretaría la Autonomía de la Universidad de Coahuila, a través de la cual, el estado nos otorgaba la facultad de autolegislarnos y de elegir a nuestras autoridades, de lo que se derivó la autogestión y la paridad en el Consejo Universitario, órgano supremo de gobierno de la UAC. Ese día acudimos a Palacio de Gobierno para que el gobernador nos hiciera entrega del decreto de Autonomía. Inmediata- tamente nos recibió, y nos dijo que Villegas Rico estaba dándole la última revisada al documento “para que sea fiel a sus propuestas”.

El gobernador, en una actitud conciliadora, nos dijo que la Universidad quedaría en buenas manos. Elogió nuestra actitud de diálogo, nos aseguró que su gobierno siempre estaría dispuesto a servir a los fines universitarios, y se comprometió a apoyar en todo momento a la Universidad.

Pero el decreto tardaba más de la cuenta y de pronto se lo hicimos ver al mandatario: Señor gobernador, se ve que Villegas Rico no está dispuesto a obedecerlo. El gobernador entendió el mensaje y ordenó: –Mario (Garay), gritó a su secretario particular, dile al licenciado Villegas que necesito pronto el decreto de Autonomía.

Mario volvió minutos después sin el documento: -Dice el licenciado Villegas Rico que en unos momentos se lo trae. Pasaron los minutos que nos parecieron horas, porque nuestros compañeros nos estaban esperando y deseábamos mostrarles el escrito que simbolizaba el triunfo de nuestras demandas, pero el decreto no llegaba.

Volvimos a insistir en la actitud provocadora del Secretario General de Gobierno: -Señor gobernador, el licenciado Villegas quiere hacerlo quedar mal ante nosotros, pues desea que rompamos el diálogo con usted. Le caló hondo nuestro tendencioso comentario, y visiblemente disgustado ordenó: -Mario, dile a Villegas que si no ha terminado, que me envié el documento como lo tenga, pero que no le siga dando largas, ese asunto ya está decidido y él bien lo sabe.

Como por arte de magia, Villegas hizo llegar el decreto, redactado de acuerdo a las instruc- ciones del gobernador y en concordancia con nuestras exigencias. No tuvimos ningún desacuerdo en cuanto a la redacción, y el decreto se publicó en el Diario Oficial tal como el gobernador nos lo había mostrado en su despacho.

En aquella ocasión Villegas Rico no dio la cara, estaba consciente de que lo habíamos derrotado. Esa fue la primera vez que lo vencimos. Cinco años después del movimiento por la Autonomía, Flores Tapia premiaría su deslealtad con Eulalio Gutiérrez y lo haría Rector. Óscar Flores Tapia impuso al principal enemigo de la Autonomía y de los universitarios a dirigir la UAC, como un pago de facturas políticas. Pero Villegas Rico no aprendió la lección que le dimos en 1973, y cuando terminó su período rectoral quiso imponer a su concuño Valeriano Valdés como su sucesor en Rectoría... y volvimos a derrotarlo con el movimiento Pro Dignificación de la UAC.

El 4 de abril de 1973, con el decreto en las manos llegamos hasta nuestros compañeros, y el entusiasmo que despertó y los gritos de victoria lo convirtieron en un día de fiesta.

Con el decreto de Autonomía nació la Universidad Autónoma de Coahuila. Empezaba una nueva época para la Universidad y para los universitarios. En la etapa siguiente había que concretizar nuestras ideas y plasmarlas en la legislación universitaria. Esa sería la tarea del Consejo Universitario Paritario, que en los meses siguientes se reuniría para elaborar la Declaración de Principios y el Estatuto Universitario, documentos que normarían la vida de la UAC.

Los líderes del Movimiento de Autonomía nos volveríamos a encontrar en el Consejo Universitario. Ahora seríamos parte de una intensa lucha ideológica por incluir en los documentos universitarios nuestras visiones filosóficas, sobre el quehacer y deber ser de la Universidad.

La tarea de legislación universitaria se realizó en los primeros dos años de Autonomía, 1973-1975, período que dirigió Melchor de los Santos Ordóñez como Secretario General Encargado del Despacho de Rectoría, a quien se dejó en ese cargo, a pesar de que se le reconocía como córporo o afín a ellos, es decir que sería juez y parte durante su desempeño rectoral.

No hay duda que Melchor se quedó al mando de la UAC por una concertacesión que el gobierno gutierrista hizo en secreto con los córporos, finalmente ellos eran mejores aliados que los “comunistas” que no tenían candidato, y tampoco les interesaba pelear por el poder. Con el apoyo gubernamental los córporos se agandallaron la estructura administrativa de la UAC.

Posteriormente Melchor de los Santos sería electo como el primer Rector de la UAC, cargo que desempeñó durante tres años, 1975-1978, para luego entregarle la Rectoría a Óscar Villegas Rico por órdenes del gobernador Óscar Flores Tapia. ¿Qué negociaron Melchor y los córporos con el gobierno florestapista a cambio de su actitud entreguista? Nadie lo sabe, pero Melchor de los Santos, Pablo Reyes, José Luis Dávila y Óscar Pimentel, por ejemplo, se convirtieron con los años en destacados priistas del salinismo neoliberal.

Durante los cinco años que estuvo Melchor en la Rectoria, los oportunistas(Chema Fraustro, García Nájera, Jorge Bautista, etc) encontraron chamba, todos ligados a la educación religiosa y empresarial. Melchor, los córporos y los oportunistas despolitizaron la cátedra y los planes de estudio, erradicaron todo lo que oliera a marxismo y problemas sociales. Se instauró una burocracia de cortesanos y se hundió a la Universidad en la mediocridad. Hasta la fecha.

Lo que sucedió en esos años explican el posterior desarrollo de la UAC. Melchor y los córporos le devolvieron al gobierno la facultad de elegir al Rector en turno y exterminaron toda disidencia ideológica, política y académica, hasta llevar a la UAC a la deplorable situación en que se encuentra: llena de certificaciones pagadas, pero con un bajísimo nivel académico, cultural, político y científico. Tierra de aquellos lodos.

Lo único que se salvó fue la legislación universitaria que sigue vigente sin ser respetada, pero que está en espera de que las nuevas generaciones la hagan valer frente a los que se oponen a que la educación universitaria sea un agente de cambio, en un país que requiere del conocimiento para salir adelante, que necesita sacudirse el lastre de la ignorancia, la improvisación y la obsolescencia...


(Continuará).
¿Por qué Autonomía
y no Catón para Rector?...