Pensando en voz alta...
Catástrofe en Coahuila
Ernesto Lenin Robledo Romero.
El pasado mes de julio, Coahuila vivió el peor desastre natural ocurrido en las últimas generaciones. Y no fue para menos, a nuestro estado lo embistieron en cuestión de días dos huracanes, los tristemente famosos “Alex” y “Bonnie”. Para la mayoría de los que hacemos nuestra vida en Saltillo, las torrenciales lluvias las vimos más como una molestia que como un desastre, ya que por horas hubo una cantidad considerable de encharcamientos en algunas arterias de la ciudad y estuvimos incomunicados en nuestro teléfono celular. La impermeabilización de algunas viviendas no aguantaron y se formaron goteras, pero eso fue todo, sólo una mortificación por no poder realizar de manera normal lo que generalmente hacemos.
Al día siguiente nos consternamos al ver la vecina ciudad de Monterrey destruida, y lo primero que pensamos fue que por un tiempo no podríamos ir allá de compras o a pasar algún fin de semana. Días después sucedió lo impensable, nuestra hermana ciudad de Sabinas había sucumbido ante la creciente del río del mismo nombre, dejándole colapsada y con daños desastrosos. Sucesos que pensábamos que sólo sucedían en el sur del país.
Para salvaguardar a los sabineneses, el Gobernador Humberto Moreira, formó un gran equipo humano con el único objetivo de socorrer a los coahuilenses damnificados y mostrar la solidaridad y corresponsabilidad del gobierno de Coahuila con la gente que lo habita.
Generalmente, cuando uno piensa en un empleado de gobierno es inevitable pensar en las palabras flojo, incompetente, robapresupuesto, etc. Y los adjetivos se incrementan si esa persona sale de viaje o comisión. Pero déjenme decirles amigos míos, que en esta ocasión personalmente presencié que el 100% de las personas que fueron a ayudar no la pasaron nada bien, pues trabajaron de sol a sol, o más bien dicho de sol a luna, con una o dos comidas diarias, soportando el característico calor infernal de aquella región, humedecido por las lluvias previas.
Días después, por cuestión de trabajo, tuve el honor de hacer un viaje de reconocimiento a Sabinas, y realizar un recorrido por ocho municipios de la región centro para constatar lo que ya se había informado y que la federación no quería reconocer, que había más municipios devastados. Y digo que fue un honor participar, porque por primera vez en mi vida me sentí orgulloso de ser coahuilense.
En esas condiciones conocí a un sinfín de héroes locales, héroes que no salieron en las noticias y que tal vez nunca les reconozcan su labor en esos días trágicos, pero si en verdad existe el paraíso, estoy convencido que ellos ya se ganaron un pedacito de él aquel día.
Conforme fui recorriendo el centro del estado, parecía estar escuchando el guión de una película hollywoodense al estilo de “2012” o “El día después de mañana”, sólo que más real y con los actores principales contándomelo. Y no exagero, en la mayoría de esos lugares el agua alcanzó una altura superior al metro y medio y en otros los dos metros.
Ahí conocí al padre de familia que en cuestión de minutos hizo una escalera con madera que encontró, para subir al techo de su vivienda y salvar a un bebé y a una mujer embarazada que estaban en peligro. Me encontré en Sacramento donde la creciente inundó el panteón y al bajar el agua, la población quedó aterrada cuando vieron que sus difuntos habían sido sacados de sus fosas y yacían al fondo del panteón con todos los ataúdes revueltos.
En Candela estaba aquella señora de la tercera edad y sus cuatro hijas discapacitadas, que se mantenían de una pequeña tiendita y cuando creció el río, el agua se llevó todo su modesto patrimonio. Cuando me lo contaba no me podía imaginar cómo una señora de esa edad pudo meter a su vehículo a sus cuatro hijas adultas que no podían valerse por sí mismas para llevarlas a un lugar seguro. Pero lo más sorprendente fue su actitud: no pedía nada, daba gracias a Dios por la salud de sus hijas, y me mostró cómo iba surtiendo poco a poco otra vez su tienda, “con lo que iba saliendo”.
Estaba el viejecito que no quiso salirse de su negocio, pues era todo lo que tenía y pidió que lo amarraran a una protección para que el agua no se lo llevara, y efectivamente no se lo llevó, por fortuna el agua sólo le llegó hasta la barbilla. Otro lugareño que arriesgando su vida, con el agua hasta el pecho, tuvo que regresar a su casa a cerrar la puerta porque la había dejado abierta cuando salió huyendo con su familia: “Es que el agua tiene manos, todo se lo lleva”, me dijo para que entendiera su acción. También estuvo la pareja que abandonó su casa y se fue al albergue, y ahí en medio de cientos de personas, hombres, mujeres y niños, liberaron su estrés y su miedo con unos minutos de pasión desenfrenada, sonrojando hasta al más liberal.
Déjenme decirles que para estos lugares, el que devastó no fue Alex, sino Bonnie, que sin tanta fuerza pero con una estadía de diez días ininterrumpidos lloviendo hizo que las corrientes de ríos y arroyos crecieran, entrando con gran fuerza a los poblados. El agua arrancó árboles de más de cinco metros, hundió casas, derrumbó techos, incluso se encontró un refrigerador y un caballo en la punta de un árbol, se ahogaron cientos y cientos de cabezas de ganado, caprino en su mayoría. Ahí supe la verdad del origen del adjetivo “chiva”, al referirse a una persona miedosa, ya que estos animales se paralizan ante el peligro, por ello murió la mayoría.
Hubo muchos héroes y personajes que conocí dignos de reconocimiento, pero el que más me impactó de todos, fue el alcalde de Nadadores, Juan José Moreno Chávez, o como le dicen cariñosamente “Cheché”, por el servicio que prestó a su comunidad. Y es que no es fácil ser gobernante en estos pueblos, ahí no te puedes refugiar en el edificio de la Presidencia tan fácil, ahí no aplica que no visites asentamientos donde prevalece simpatía diferente a tu partido político como se hace en las ciudades, si no haces buen papel te lo reclaman de frente y sin censura.
Toda la población está agradecida con “Cheché”. Yo no lo conocía, es un personaje campechano como todos los de aquellas latitudes, habla hasta por los codos pero con un talento y liderazgo natural que pocos, poquísimos políticos tienen. Cuando llegué a Nadadores, unos días después de la tragedia, en la cabecera de este municipio sólo se veían algunos vestigios de la gran catástrofe, debido en gran manera a que el alcalde y su pequeño grupo de colaboradores no habían dormido en días por estar ayudando a la población. “Cheché” consoló y lloró con la gente que había perdido todo.
Al momento que arribé a Nadadores ya habían reconstruido un pequeño puente, habían retirado todo el lodo y desechos de las calles para que se pudiera transitar, estaban retirando el escombro de las viviendas que se habían derrumbado para poder erigir las nuevas, le habían dado a los afectados un bono de tres mil pesos para que compraran platos, vasos, sillas, lo que no venía en las despensas que ya se les habían otorgado. El bono se le dio a las amas de casa, para que los varones no se lo fueran a gastar en cervezas. Instalaron un comedor comunitario, adquirieron algunas toneladas de frijol para “aprovechar las oportunidades que nos da la vida en tiempos de crisis”, ya que ese grano necesita que el suelo sea húmedo.
“Cheché” vio que muchas personas que llegaron a los albergues llevaban a sus mascotas y estaban preocupadas por ellas, y mandó comprarles alimento, “y la gente durmió más tranquila”. Un día después de la llegada del huracán ya tenía un padrón completísimo de afectaciones de viviendas tanto de daños físicos como de enseres domésticos, y ya habían dotado al 80% de la población afectada, incluyendo ejidos, con refrigerador, estufa y colchones. El 20% restante se encontraba en una bodega, listo para distribuirse. Cabe aclarar que la instrucción del Gobernador Moreira fue que a todas los afectados se les dieran: donde hacer la comida, donde conservarla, donde comer y donde dormir, es decir: estufa, refrigerador, comedor, y colchones.
Por todo esto y algunas muchas cosas más, desde aquí le envio a todos los recientes héroes de Coahuila mi felicitación y reconocimiento por su trabajo solidario, pues estoy convencido que si hubiera más políticos y más personas como ustedes, con toda seguridad el país tendría otro rumbo.
Sibi Coeptum
“En los momentos de crisis es cuando emergen
los verdaderos héroes cual Dioses del Olimpo”.
(Espero que esta frase sea mía pero si es de algún famoso,
me sentiré muy complacido, porque al menos una vez en mi
vida tuve un pensamiento semejante a un personaje de
esos que vienen a cambiar el rumbo de la humanidad).
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