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Agosto 12, 2010
Agosto 2010, No. 257

Un mundo desechable

¿Cuántas veces puede el hombre volver la cabeza y fingir que no ve...?
Bob Dylan.
(De la canción: “La respuesta está en el viento”).


Fidencio Treviño Maldonado.
Fieles a la copia, adheridos al modernismo y jugando con el destino incierto, estamos ahora sumidos en un mundo postizo, todo se tira, nada es para siempre, desechamos a los familiares y amigos como si fueran pañales o toallas sanitarias, a los alimentos les llamamos chatarra y entre que son orgánicos, artificiales o transgénicos los etiquetamos.

Como relámpago vemos pasar las canciones, las películas que ayer se estrenaron ahora son viejas, no hay memoria ni tan siquiera en la política, en el deporte o en los espectáculos. Los deportistas se llenaron de dinero y sus proezas no son imitadas por nadie. No hay iconos en los espectáculos, los músculos, senos y nalgas de quienes que se dicen grandes en ciertos artes son postizos e implantados.

En la actualidad los datos nos los dan los medios de comunicación, ellos mandan y nos recuerdan los juegos, las películas y los personajes que ellos quieren que veamos, no lo que en verdad interesa o al menos la media mentira o verdad trunca de las noticias o historia.

Antes (1970-1980) al visitar un callejón de Houston, de Nueva York o Los Ángeles veíamos tiradas televisiones en blanco y negro aun en buen estado, encontrábamos neumáticos con los dibujos conservados y otros productos que el mexicano recogía en aquellos lares.

Ahora la basura sigue inundando los callejones en esas regiones, sólo que los viejos armatostes electrónicos son un estorbo hasta para la gente que vive recolectando cosas viejas, inclusive prefieren una lata de cerveza o refresco vacía que esos viejos muebles.
Pero más allá de desechar trapos, vasijas o plástico, ese material que dicen los “todólogos” que tarda hasta 150 años en degradarse, está algo que hemos desechado y que son las buenas costumbres, los valores morales y éticos, la actitud solidaria, y otros símbolos propios de la raza humana y pensante, como por ejemplo la capacidad de asombro.

Ahora no vemos novedades en las noticias, sólo escuchamos con enfado información tamizada que hace ver a la sociedad como clientes subyugados a la voluntad del mercado, que para variar convierte nuestra mente también en desechable, ya que ellos (los grupos de poder económico y político) piensan por nosotros.

Parece que a nadie le asaltan las razones del pensamiento humano, todos usamos el instinto de conservación, un instinto para conservar el trabajo tedioso, para mantener a la pareja en un amor aburrido, para preservar el status social, aunque en ello tengamos que achicharrarnos en la hoguera de la vanidad y quemar las tarjetas de plástico, en el afán de convivir en un mundo desechable.(Quemar naves y no regresar jamás).

Ese hermoso vaivén de navegar a sotavento y ver con displicencia e indolencia como otros nos marcan el ritmo a su voluntad y, lo peor, parece gustarnos. Y más allá de ser cautivos de los caprichos ajenos, caemos en un destino testamentario, perverso y virtual y sobre todo, la crisis de valores, que dentro de este desastre, y a estas alturas de la humanidad, es una vertiginosa rodada cuesta abajo, convertida en una avalancha, un rosario de penas y una cascada de desilusiones en la sociedad desechable que nos tocó vivir.

Estamos tirando al arroyo las buenas costumbres, desconfiamos de todos, el país creyente y con fe que era México está desapareciendo, y convirtiéndose en un país sin compasión, sin rumbo, estamos escupiendo sobre la tumba de los héroes. Resulta mejor apostarle al olvido que tomar sus ejemplos, se nos fue el mundo simple y común ya que ahora a caminar y ser libre se le llama ridículo, y la otrora gloria de la patria, nuestra clase política, ha pisoteado la nación con nuestra ayuda, cosa que también se está haciendo desechable.


kinotre@hotmail.com