Nos han mandado a la “ch”
Adolfo Olmedo Muñoz.
Los temas para el debate mediático han proliferado, no sólo por una cada vez más mercantilizada actividad periodística, que busca el escándalo y la nota amarillista, y sólo pocos se detienen a reflexionar sobre algunos de los asuntos que mantienen a nuestro país en una depauperación y descrédito cada vez más evidente, al grado de que, los españoles, se hayan vuelto al siglo XVI, y pretendan una nueva “redención” para los mexicanos, tratando de destruir el más mexicano de nuestros fonemas, cuyo origen prehispánico, se les dificultó tanto a los gachupas, que en lugar de la “tz”, acuñaron el fonema de la “che”. Por lo que desde entonces, en lugar de escribir “tzingar”, pues pronunciamos como todo mundo sabe.
Recientemente, la “Real Academia Es- pañola de la Lengua” (RAE) dispuso suprimir algunos caracteres del abecedario Castellano. En este caso el de la “che”, pretextando que para ellos constituye una voz compuesta por dos signos independientes, como son el de la “c” y el de la “h”, y por tanto -para ellos- no tiene razón de ser de manera independiente.
En realidad yo no he encontrado que, por algún medio, se solicite explicación a tal determinación, o que se haya hecho algún comentario que indique que se tomó en cuenta el punto de vista de todos los mexicanos. La determinación de la RAE revela un acto autoritario, imperialista, como si fuésemos un pueblo avasallado, (por lo menos no por ellos) como si dependiéramos aun de la corona española como hace ya casi cinco siglos.
Del petiso Presidente que gobierna a México, no podemos esperar ni una nota diplomática que solicite, hasta “de la manera más atenta”, una justificación de lo que creo debemos ver no sólo como una intromisión, sino como un signo indubitable de discrimi- nación.
Lamentablemente ha corrido la mala fa- ma en el contexto internacional, de que los me-xicanos somos “burros”, con bajos niveles de educación y conocimientos; que somos corrup-tos pues se toma el “modelo de conducta de los pillos políticos, tránsfugas de toda activi- dad productiva y vividores parasitarios del es- fuerzo de la población económicamente activa.
De que nuestras mujeres son bigotonas; una “raza” fea a la que los gringos desprecian con toda su alma y de grasosos no nos bajan. Al grado que, hace algunos días, también los industriales del vestido, es decir los judíos, dieron a conocer que por medios electrónicos sofisticados, se ha iniciado ya una “medición” de los parámetros prototípicos de los mexicanos, pues se considera que son muy diferentes a todos los demás, o sea, como tamal mal amarrado, lo cual conlleva una hipócrita dosis de discriminación soterrada.
Qué lejos estamos de aquel ideal del “Ulises Crio- llo” de José Vasconcelos; cuanta distancia hemos abierto del orgulloso sentir patriótico que, pocas pero muy valiosas ocasiones, ha demostrado nuestro pueblo en su historia.
Y es que por no meter las manos (entiéndase defendernos) nos esta llevando la… esa palabra que tal vez tendremos que buscarle un nuevo carácter, para darle gusto a la … RAE y nosotros, no sé que vamos a hacer si nos quitan la voz que da vida a la palabra clave de nuestra idiosincrasia. Sin ella, la obra de Octavio Paz quizá no habría tenido el mismo impacto.
Palabra que es verbo, sustantivo, adjetivo y todo para los mexicanos, que la conjugamos o la declinamos, en una semántica muy, pero muy propia de los mexicanos. Y es aquí a donde quería llegar. Fuera de la actitud racista de los industriales del vestido, pienso que es tiempo y que es necesario ya en nuestro país, reconocer que constituimos una nación diferente a las demás.
Resulta muy difícil aun hablar con toda libertad de nuestra vocación nacionalista, pero por no hacerlo y por querer no lastimar la piel de los descerebrados por la propaganda antigermana, hemos postergado un debate existencial para el pueblo de México: Nuestro nacionalismo.
No sólo debemos aprender a convivir con nuestras diferencias, sino aceptarlas y enorgullecernos de ellas. O cree usted estimable lector que podríamos vivir sin chipotle, chilaquiles, sin el ¡chale!, el chido, el chilango, la chiche, el charro.
O, como se pretende deshacer el binomio de la ce y la ache, y dado que la ache es muda, pues en lugar del petimetre ese que le llamamos “chulo”, tendremos que nombrarlo de otra manera por lo que bajará su rango de manera muy escatológica. ¿O qué, también tendremos que dejar de llamarle chango al chango y “changuita” o chilapastrosa a una buena “chichimeca”?
La propuesta puede no estar tan mala, pero ¿No habrá otros asuntos más importantes que ver por parte de la susodicha “Real Academia”? ¿Por qué no se defiende más de los extranjerismos (primordialmente yanquis) y se acerca más a los mexicanismos, producto de uno de los mestizajes más importantes en la historia de la humanidad.
Mexicanismos que a conveniencia de los europeos, no han querido reconocer, en voces como cacao, el jitomate, el maíz, el aguacate, el chile, del que se sostienen tantas economías, y hasta la mota, además de un chingo (SIC) de cosas más que, lamentablemente nadie le reconoce a nuestra cultura, mientras, con la complicidad de las autoridades, cualquiera nos ningunea.
Por lo pronto, además de que nos quieren quitar nuestra querida “che”, si se siente como conejillo de indias, en estaciones del metro, en estadios, o cualquier otro lugar de concentraciones masivas, no se preocupe mucho, pues sí lo están tratando como tal, es para ver si es cierto ese dicho que dice: “Chaparro, gordo y cabezón: de Oaxaca es el cabrón”, para -según los judíos de la industria del vestido- hacer ropa a su medida…
¡Ya ni la “Ch”! la Real Academia de la Lengua, en realidad qué chingaos le interesan nuestros modismos, creo que deberíamos erigir una Academia Mexicana de la Lengua y empezar por ponerle los puntos sobre las íes, tan agredido y vulnerado, sobre todo en la más reciente generación que ya no reconoce ni la “o” por lo redondo.
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