La teoría del pánico y del miedo
como medida política
Luis Fernando Hernández González.
Como ya lo hemos dicho, el actual gobierno federal con el afán de crearse una situación de auto protección gubernamental, producto de la escisión electoral de 2006, buscó legitimar su autoridad haciendo uso de las fuerzas militares para atacar un problema de orden de seguridad interno concerniente a los cuerpos de seguridad pública, generando, a través de ello, un golpe de timón, al crear una guerra en contra del crimen organizado de manera individualizada a lo largo y ancho de nuestra república.
Tardíamente los ciudadanos nos damos cuenta después de pasado el tiempo y de más de treinta mil muertes, así como de la escasez de métodos, planes y estrategias que den soporte a este tipo de expediciones armadas, cuando la situación de terror que se lamenta ya por la población se torna persistente, lo mismo en las áreas urbanas que en las poblaciones rurales del territorio nacional.
Vanamente, ante sus partidarios concentrados en la ciudad de México, el Presidente Calderón hace un recuento de esta situación que lastima y lacera al México de nuestros días, cuando la mayor parte de la población poco confía y descalifica rotundamente estas acciones en sus resultados y alcances hasta el momento, en donde cada una de las encuestas nacionales así lo indican como respuesta de los entrevistados.
Es la difusión en medios electrónicos y prensa escrita la materia cotidiana de la criminalidad que se exhibe diariamente, en donde la sangre y muerte de civiles, fuerzas de seguridad y malhechores, configuran la esencia misma del contenido noticioso de toda una nación; desvirtuando con ello, el sinnúmero de acciones constructivas que la misma población emprende para su superación en todos los terrenos de sus actividades ordinarias.
Para algunos criterios de análisis, lo prevaleciente en este tiempo dentro del comportamiento en materia política y social, muchas de sus actuaciones están soportadas bajo el concepto de la desestabilización absoluta, al alterarse las percepción que el ciudadano tiene sobre paradigmas de orden y conducta, al verse quebrantados éstos que dan soporte al uso consciente de creencias organizativas aplicables para el progreso civilizado.
Estado fallido se le llama al deterioro y quebranto que alteran el comportamiento del estatus legal en la conducción de la sociedad, al verse infestado por elementos de naturaleza ajena que tergiversan con sus acciones leyes, bandos de gobierno y reglamentos, como así sucede en áreas y zonas del territorio nacional en donde la criminalidad y el hampa ha sentado su imperio. Y en donde la fuerza del estado se ve imposibilitada a mantener el orden y la seguridad, en una guerra que por demás resulta irrelevante por sus resultados que de ella se exhiben.
Los escenarios de pánico y de miedo anulan la reflexión individual y agrupada en donde debe de prevalecer el debate de principios e ideas que abonen a la superación del colectivo social, porque ante una situación de terror, todo mundo desconfía de unos y otros, es decir entre vecinos y conciudadanos para establecer una comunicación sobre la situación prevaleciente, lo que aprovecha la histeria para cometer delitos y accidentes, a la vez que también cometer crímenes semejantes a los que se perpetraron en los campos de concentración en los gobiernos autoritarios ya conocidos por la humanidad entera.
Mucho cuidado debemos de tener los mexicanos si consideramos la expresión de Michel Foucault cuando nos dice : “La guerra es la continuación de la política por otros medios”; mas debemos de entender que es la diplomacia aunada a la democracia quienes constituyen las fuerzas de la civilidad, la reflexión, el debate, la construcción de la estabilidad y el equilibrio, son éstas quienes deben necesariamente de sancionar medidas y conceptos que inhiban al temor y al pánico entre los ciudadanos, antes que esto sea demasiado tarde para retomar los caminos.
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