Las venas abiertas
de América Latina (16)
Eduardo Galeno.
Dientes de hierro sobre Brasil
Sin hierro no se puede hacer acero, y el 85 por ciento de la producción industrial de los Estados Unidos contiene acero. Gracias a la información que recogió y divulgó en 1910, un Congreso Internacional de Geología reunido en Estocolmo, los capitalistas de los EUA pudieron evaluar los tesoros escondidos bajo el suelo de una serie de países, uno de los cuales era Brasil. En 1948, la embajada de los Estados Unidos creó un cargo nuevo en Brasil, el agregado mineral, poco después la Bethlehem Steel recibía del gobierno de Dutra los espléndidos yacimientos de manganeso de Amapá.
En 1952, el acuerdo militar firmado con los Estados Unidos prohibió a Brasil vender las materias primas a los países socialistas. Ésta fue una de las causas de la caída del presidente Getulio Vargas, que vendió hierro a Polonia y Checoslovaquia, en 1953 y 1954, a precios más altos que los que pagaban los Estados Unidos. En 1957, la Hanna Mining Co. compró la mayoría de las acciones de una empresa británica, la Saint John Mining Co., que se dedicaba a la explotación del oro de Minas Gerais. La Saint John operaba en el valle de Paraopeba, donde yace la mayor concentración de hierro del mundo. La empresa inglesa no estaba legalmente habilitada para explotar esta riqueza fabulosa, ni lo estaría la Hanna. Pero éste fue el negocio del siglo.
George Humphrey, director-presidente de la Hanna, era por entonces secretario del Tesoro de Estados Unidos. Se desencadenaron, a partir de entonces, las más furiosas presiones sobre los sucesivos gobiernos de Brasil. Los directores, abogados o asesores de la Hanna eran también miembros, al más alto nivel, del gobierno de Brasil. El bombardeo se hizo cada vez más intenso para que se reconociera a la Hanna el derecho de explotar el hierro que pertenecía al Estado. El 21 de agosto de 1961 el presidente Janio Quadros firmó una resolución que anulaba las ilegales autorizaciones en favor de la Hanna y restituía los yacimientos de hierro de Minas Gerais a la reserva nacional. Cuatro días después, los militares obligaron a Quadros a renunciar.
El levantamiento popular que encabezó Leonel Brizola en Porto Alegre frustró el golpe militar y coló en el poder al vicepresidente de Quadros, Joao Goulart. Cuando en julio de 1962 un ministro quiso poner en práctica el decreto contra la Hanna -que había sido mutilado en el Diario Ofícial-, el embajador de los Estados Unidos, Lincoln Gordon, envió a Goulart un telegrama protestando. El poder judicial ratificó la validez de la resolución de Quadros, pero Goulart vacilaba. Por fin el golpe de estado estalló, el 31 de marzo de 1964, en Minas Gerais, donde estaban los yacimientos de hierro en disputa.
Hombres de la Hanna pasaron a ocupar la vícepresidencia de Brasil y tres de los ministerios. Un mes después, cuando el embajador Lincoln Gordon recorría los cuarteles, pronunció un discurso en la Escuela Superior de Guerra, afirmando que el triunfo de la conspiración de Castelo Branco “podría ser incluido junto a la propuesta del Plan Marshall, el bloqueo de Berlín y la solución de la crisis de los cohetes en Cuba, como uno de los más importantes momentos de cambio en la historia mundial del siglo veinte”. Después de haber condenado al exilio, la prisión o la fosa a una innumerable cantidad de brasileños, la dictadura de Castelo Branco puso manos a la obra: entregó el hierro y todo lo demás. La Hanna recibió su decreto de 24 de diciembre de 1964 que no sólo le otorgaba todas las seguridades para explotar los yacimientos de Paraopeba, sino que respaldaba los planes de la empresa para ampliar un puerto propio a sesenta millas de Río de Janeiro, y para construir un ferrocarril destinado al transporte del hierro.
En octubre de 1965 la Hanna formó un consorcio con la Bethlehem Steel para explotar en común el hierro concedido, y la US Steel se asoció con la empresa minera del Estado, la Companhia Vale do Rio Doce. La US Steel obtuvo el 49 por ciento de las acciones, la concesión de los yacimientos de hierro de la sierra de los Carajás, en la Amazonia. El gobierno adujo que Brasil no disponía de capitales para realizar la explotación por su cuenta.
El petróleo, infamias y desafíos
El petróleo es, con el gas natural, el principal combustible del mundo, y es la riqueza más monopolizada en todo el sistema capitalista. La Standard Oil y la Shell levantan y destronan reyes y presidentes, financian conspiraciones y golpes de Estado y deciden el curso de la guerra y de la paz. La Standard 0il Co. de Nueva Jersey es la mayor empresa industrial del mundo capitalista; fuera de los Estados Unidos no existe ninguna empresa industrial más poderosa que la Royal Dutch Shell. Las filiales venden el petróleo crudo a las subsidiarias, que lo refinan y venden los combustibles a las sucursales para su distribución, además posee los oleoductos y gran parte de la flota petrolera mundial.
Durante la segunda guerra mundial, los Estados Unidos se convirtieron en importadores netos, y el cártel comenzó a aplicar una nueva política de precios: la cotización se ha venido abajo sistemáticamente. Curiosa inversión de las “leyes del mercado”: el precio del petróleo se derrumba, aunque no cesa de aumentar la demanda mundial. Aunque el precio del petróleo baja, sube en todas partes el precio de los combustibles. Hay una desproporción descomunal entre el precio del crudo y el de los derivados, porque el negocio del petróleo en el mundo capitalista está en manos de un cártel todopoderoso.
El cártel nació en 1928, en un castillo del norte de Escocia, cuando la Standard Oil de Nueva Jersey, la Shell y la Anglo-Iranian, hoy llamada British Petroleum, se pusieron de acuerdo para dividirse el planeta. La Standard de Nueva York y la de California, la Gulf y la Texaco se incorporaron posteriormente al núcleo dirigente del cártel. El petróleo empapa presidentes y dictadores, y acentúa las deformaciones estructurales de las sociedades que pone a su servicio. Son las empresas quienes deciden cuáles son las zonas de explotación y cuáles las de reserva, y son quienes fijan los precios.
La riqueza natural de Venezuela y otros países latinoamericanos con petróleo en el subsuelo, se ha convertido en el principal instrumento de su servidumbre política y su degradación social. Ésta es una larga historia de infamias y desafíos. Cuba proporcionaba jugosas ganancias a la Standard Oil. En octubre de 1959, en plena efervescencia revolucionaria, el Departamento de Estado elevó una nota oficial a La Habana en la que expresaba su preocupación por el futuro de las inversiones norteamericanas en Cuba. En enero de 1960, Eisenhower anunció la reducción de la cuota cubana de azúcar, y en febrero Fidel Castro firmó un acuerdo comercial con la URSS para intercambiar azúcar por petróleo y otros productos. La Jersey, la Shell y la Texaco se negaron a refinar el petróleo soviético, en julio el gobierno cubano las nacionalizó sin compensación alguna. Encabezadas por la Standard Oil, las empresas comenzaron el bloqueo. Al boicot del personal calificado se sumó el boicot de los repuestos esenciales para las maquinarias y el boicot de los fletes. El conflicto era una prueba de soberanía, y Cuba salió airosa. Dejó de ser, al mismo tiempo, una estrella en la bandera de los Estados Unidos y una pieza de la Standard Oil.
México había sufrido, veinte años antes, un embargo internacional decretado por la Standard Oil de Nueva Jersey y la Royal Dutch Shell. Entre 1939 y 1942 el cártel bloqueó las exportaciones mexicanas de petróleo y de los abastecimientos necesarios para sus pozos y refinerías. El presidente Lázaro Cárdenas había nacionalizado las empresas. Nelson Rockefeller quiso negociar un acuerdo, pero Cárdenas no dio marcha atrás. La Standard y la Shell se habían repartido el territorio mexicano: para la primera el norte y para la segunda el sur, además habían arrasado los yacimientos de la Faja de Oro a una velocidad vertiginosa. En pocos meses agotaron muchos pozos que hubieran podido seguir produciendo durante 30 o 40 años. México se quedó con una industria decrépita, orientada hacia la demanda extranjera, y con catorce mil obreros; los técnicos se fueron, y hasta desaparecieron los medios de transporte. Cárdenas convirtió la recuperación del petróleo en una gran causa nacional, y salvó la crisis con imaginación y coraje. Pemex, Petróleos Mexicanos, la empresa creada en 1938 para hacerse cargo de toda la producción y el mercado, es hoy la mayor empresa no extranjera de toda América Latina. El gobierno mexicano pagó abultadas indemnizaciones a las empresas extranjeras, entre 1947 y 1962. En 1949, la Standard Oil interpuso veto a un préstamo que los Estados Unidos iban a conceder a Pemex, y muchos años después, Pemex vivió una experiencia semejante ante el Banco Interamericano de Desarrollo.
Uruguay fue el país que creó la primera refinería estatal en América Latina. La ANCAP, Administración Nacional de Combustibles, Alcohol y Portland, había nacido en 1931, y la refinación y la venta de petróleo crudo figuraban entre sus funciones principales. El cártel financió una furiosa campaña de desprestigio contra el ente industrial del Estado uruguayo. Se afirmaba que Uruguay no encontraría quien le vendiera las maquinarias y que se quedaría sin petróleo crudo, que el Estado era un pésimo administrador, y que no podía hacerse cargo de tan complicado negocio. En marzo de 1933, la dictadura de Gabriel Terra anuló el derecho de la ANCAP a monopolizar la importación de combustibles, y en enero de 1938 firmó los convenios secretos con el cártel. De acuerdo con sus términos, el país está obligado a comprar un cuarenta por ciento del petróleo crudo sin licitación y donde lo indiquen la Standard Oil, la Shell, la Atlantic y la Texaco, a los precios que el cártel fija. Además, el Estado, que conserva el monopolio de la refinación, paga todos los gastos de las empresas, incluyendo la propaganda, los salarios privilegiados y los lujosos muebles de sus oficinas.
Allá por 1939, la refinería de la ANCAP levantaba, exitosa, sus torres llameantes: el ente había sido mutilado gravemente a poco de nacer, pero constituía un ejemplo de desafío victorioso ante las presiones del cártel. El Jefe del Consejo Nacional del Petróleo de Brasil, general Horta Barbosa, viajó a Montevideo y se entusiasmó con la experiencia: la refinería uruguaya había pagado casi .la totalidad de sus gastos de instalación durante el primer año de trabajo. Gracias a los esfuerzos del general Barbosa, Petrobrás, la empresa estatal brasileña, pudo iniciar sus operaciones en 1953. Actualmente, Petrobrás es la mayor empresa de Brasil. Explora, extrae y refina el petróleo brasileño. Pero también Petrobrás fue mutilada. El cártel le ha arrebatado dos grandes fuentes de ganancias: la distribución de la gasolina, los aceites, el querosene y los diversos fluidos, y la industria petroquímica, que ha sido desnacionalizada, por la dictadura del mariscal Castelo Branco. Recientemente, el cártel desencadenó una estrepitosa campaña destinada a despojar a Petrobrás del monopolio de la refinación.
En Argentina las empresas extranjeras sostienen que el subsuelo contiene escaso petróleo, aunque las investigaciones de la YPF, Yacimientos Petrolíferos Fiscales, han indicado que en la mitad del territorio nacional subyace el petróleo, y también hay petróleo abundante en la plataforma submarina de la costa atlántica. La empresa estatal, YPF, ha sido víctima de un continuo sabotaje: El Congreso argentino se disponía a votar la ley de nacionalización del petróleo, el 6 de septiembre de 1930, cuando el caudillo nacionalista Hipólito Yrigoyen fue derribado de la presidencia del país por el cuartelazo de José Félix Uriburu. El gobierno de Ramón Castillo cayó en junio de 1943, cuando tenía a la firma un convenio que promovía la extracción del petróleo por los capitales norteamericanos. En septiembre de 1955, Juan Domingo Perón marchó al exilio cuando el Congreso estaba por aprobar una concesión a la California Oil Co. Arturo Frondizi realizó varias concesiones en beneficio de las empresas norteamericanas del cártel, y los intereses británicos no fueron ajenos a su caída en marzo de 1962. Arturo Illia anuló las concesiones y fue derribado en 1966.
El petróleo desencadenó la guerra del Chaco (1932-35), entre Bolivia y Paraguay. La Standard Oil había provocado el conflicto y financiaba al ejército boliviano para apoderarse del Chaco paraguayo, necesario para tender un oleoducto y presumiblemente rico en petróleo. Los paraguayos marchaban al matadero empujados por la Shell. Era una disputa entre dos empresas. Finalmente, Paraguay ganó la guerra, pero perdió la paz. “Ha concluido para los bolivianos el tiempo del desprecio”, clamó el general Alfredo Ovando al anunciar la nacionalización desde el Palacio Quemado. Además derogó el Código del Petróleo que le había dado a la Gulf, por un plazo de cuarenta años, la concesión de los campos más ricos en petróleo de todo el país.
Antes de que el general Alfredo Ovando expropiara la Gulf en Bolivia, otro general nacionalista, Juan Velasco Alvarado, había estatizado los yacimientos y la refinería de la International Petroleum Co., filial de la Standard Oil en Perú. Se había revelado que la subsidiaria de la Standard había estafado a Perú en más de mil millones de dólares de impuestos que había eludido. El Departamento de Estado norteamericano había suspendido todo tipo de ayuda a Perú. La claudicación selló la suerte del presidente acosado.
En los Andes, el nacionalismo militar ha resurgido como un río subterráneo largamente escondido. Los mismos generales que hoy están llevando adelante una política de reforma y de afirmación patriótica, habían aniquilado poco antes a los guerrilleros. Muchas de las banderas de los caídos han sido recogidas por sus propios vencedores. Los militares peruanos habían regado con napalm algunas zonas guerrilleras, en 1965, y había sido la International Petroleum Co., filial de la Standard Gil de Nueva Jersey, quien les había proporcionado la gasolina y el know-how para que elaboraran las bombas en la base aérea de Las Palmas, cerca de Lima.
(Continuará).
El Lago de Maracaibo, en el buche de los buitres del metal... |