Pobreza/violencia
Salvador Hernández Vélez.
Aunque la pobreza no es la única causa de la violencia, hay una relación muy estrecha entre pobreza, desigualdad y violencia. Cuando empezó esta ola de violencia a raíz de declaración de guerra de Calderón se incrementaron los narcotraficantes, los delincuentes, los robos en casa habitación y de vehículos. Aquí en la Laguna además por primera vez sabemos de enfrentamientos entre policías municipales y policías federales. Muchos de estos robos en viviendas se explican a partir de la falta de ingreso familiar, por la situación de desempleo o por el subempleo.
Hace tres años, en este sexenio de Felipe Calderón, mi suegra padeció por primera vez un robo en su casa. Ella como muchos ciudadanos matamorenses no aseguraban sus cerraduras. Ni siquiera cargaban con la llave de su casa. No la necesitaban. Doña Arcelia está convencida que le hurtaron por necesidad. Los “ladrones” se llevaron la mitad de una barra de queso que tenía en su refrigerador, dejaron sobre la mesa el cuchillo que utilizaron y muy hacendosos guardaron la otra mitad. Del tendedero sólo se llevaron una pantalonera y de su estéreo, nada más, cargaron con las bocinas. Como dice mi suegra, pobrecitos, nada más se llevaron lo que necesitaban. No cabe duda, la falta de oportunidades de empleo y carecer de un mínimo ingreso induce a las personas a actuar al marguen de la ley.
Hace unos meses en los medios de comunicación se informó del caso de una mamá que la detuvieron en una tienda de abarrotes porque había robado leche para dársela a su niña, pues hacía días que no ingería alimentos. La nota del periódico también da fe que las personas ahí presentes defendieron a la señora y se ofrecieron a pagar. A mi tío político Agustín Silveti, le abrieron el coche para robarle las bolsas del mandado recién comprado. Así como estos casos hay muchos donde las circunstancias actuales los orillan a robar. Cuando en una sociedad se repiten estos sucesos está claro que hay sectores de la sociedad que no tienen para comer, están sin trabajo y no pueden atender sus necesidades de comida, de estudio y de salud. Una sociedad que permite estas desigualdades, está a la vez aceptando la injusticia y abriendo los caminos del descontento, abonando los campos de la inseguridad, de la violencia y de la inestabilidad política y social.
Hace dos semanas la señora que me corta el cabello me comentó que el año pasado contaba con nueve personas que trabajaban en su salón y que en diciembre sólo se quedó con dos empleadas. Su clientela disminuyó porque se cambió de ciudad, de colonia, o porque ya no cuentan con recursos para cubrir sus gastos para darse una “manita de gato”. Y agregaba, pero la situación está cada vez más grave, no se ve por dónde esté la salida. En lo que va de este 2010, ni siquiera completa para cubrir los sueldos, menos para la renta, y con tristeza sostiene: “la situación me está orillando a cerrar”. Y el presidente del empleo sigue sin dar una.
Las semillas del descontento, de la frustración, del resentimiento se esparcen por todos lados, y los frutos de la inseguridad y de la violencia los encontramos por todas partes. El número de pobres es cada día mayor, ya se habla de 50 millones de mexicanos que viven en la desesperanza y que en su afán por recibir un ingreso no dudan en contratarse en actividades ilícitas.
Hace unos años Edward Parker, asesor en los países asiáticos, en la época en la que implementaron las medidas que les permitieron alcanzar el desarrollo que ahora tienen, nos decía: “Un país que no le da oportunidades a sus jóvenes para integrarse dignamente al desarrollo de su comunidad está comprando el crecimiento del crimen organizado y la ilegalidad”. Ya desde entonces a Edward le preocupaba nuestro sistema educativo, y señalaba que además de una mala calidad por causas estructurales, ha seguido enfocado a carreras mayoritariamente obsoletas, y que combinando con el crecimiento poblacional de varias décadas ahora nos está cobrando las facturas.
Como también nos está cobrando las facturas la falta de una política económica que permita recuperar el crecimiento y generar los empleos que demandamos. El problema principal de México es la incapacidad del equipo de Calderón para implementar las medidas que nos permitan crecer a una taza sostenida, para atraer las inversiones que nos generen los empleos que necesitamos y que siente las bases para desde el frente del crecimiento económico también desarrollemos la lucha del combate a la inseguridad y a la violencia. Sólo atacando de raíz la pobreza social encontraremos la salida.
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