Con todo respeto para el subsecretario de gobierno, Sergio Reséndiz Boone, la época de los panegíricos y los héroes de bronce ya es cosa del pasado, así como querer criticar a una administración federal comparándola con otra.
Toda comparación es odiosa, y hacer una del gobierno de Venustiano Carranza con el de Felipe Calderón sólo refleja un intento de criticar al actual gobierno tomando otro supuestamente ejemplar, sin embargo esto es carecer totalmente de perspectiva histórica y si mucho de oportunismo político; aun falta mucho para criticar con imparcialidad la presidencia de Calderón, mientras que Carranza está lo suficientemente alejado de nosotros para verlo como lo que fue realmente: un ser humano con afectos y defectos.
Ni el hombre fue tan perfecto ni su administración tan buena o mala como para ser un reflejo del momento que le tocó vivir; de hecho de no haber sido por el golpe de estado de Huerta, el gobernador de Coahuila no sólo no hubiera terminado su mandato, sino que está suficientemente documentado que desesperado por la falta de autoridad de Francisco I. Madero, se preparaba para levantarse en armas; es más, existen documentos que indican que el Varón de Cuatro Ciénegas esperaba un cargo en el gabinete huertista; por eso no se levantó de inmediato en contra de los golpistas como lo hizo José María Maytorena en Sonora.
Su fijación casi obsesiva por el principio de autoridad y querer emular en todo a Benito Juárez llevó al país a una guerra civil más cruenta que la maderista, o contra Huerta al rechazar cualquier intento de diálogo con las otras facciones revolucionarias y la Convención de Aguascalientes; al contrario, desató una constante persecución contra los opositores, mandando al general Pablo González a destruir toda la obra del zapatismo en Morelos, hasta el punto que todavía se usa la palabra “carranclan” para calificar a los políticos bandidos que se llevan hasta los lápices cuando dejan su cargo, en su caso los carrancistas se robaron hasta los rieles del ferrocarril, desarmaron los ingenios, hicieron campos de concentración, quemaron cultivos; y finalmente Carranza -a través de su testaferro- planeó la traición que acabó con Emiliano Zapata en 1919.
Por otro lado, el prócer del que tanto se enorgullece Reséndiz Boone, a pesar de las súplicas de la opinión pública de Chihuahua y de todo el país, mandó fusilar -tras una farsa de juicio- al “ángel” de la revolución, quizás el último que verdaderamente creía en los ideales de Madero: el General Felipe Ángeles.
Nadie niega el logro de haber convocado al Congreso Constituyente de 1917, aunque el máximo triunfo fue de los diputados que impulsaron toda una serie de avanzadas propuestas que en muchos casos no fueron idea de Carranza que planeaba una constitución más conservadora y que más bien era una estratagema política para quitarles banderas a los villistas y zapatistas.
Finalmente, a Carranza le faltó claridad en sus decisiones políticas, obnubilado por su deseo de emular en todo a Juárez, el viejo senador porfirista fue rebasado por la historia y al final fue “devorado” por sus creaciones, los generales que lo acompañaron y en muchos casos hicieron el trabajo sucio en su favor: Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Pablo González, Victoriano Huerta, cuando intentó la maniobra juarista de alejar a los militares del poder; uno murió de un infarto, el otro en la sierra de Puebla en un insensato y mal planeado intento por llegar a Veracruz donde ya lo esperaba su yerno para encarcelarlo.
Sólo años después, el santoral priísta habría de reunirlo en un panteón donde la mayoría de los inquilinos se mataron unos con otros, y el bronce suplió al plomo para volverlos hieráticas figuras de plazuela municipal o estampita de primaria.
Seguramente de este Carranza es del que habla el señor Reséndiz, pero la historia ya avanzó lo suficiente para rebasar esa imagen de concreto y discursos escolares; eso a lo mejor no lo conoce o no le interesa conocerlo a nuestro querido subsecretario de gobierno, encargado de la promoción cívica.
Si con esos antecedentes a Calderón le falta la visión de estadista de Carranza, pues cuidado con que la adquiera, pues comenzará a eliminar a sus enemigos políticos bajo el viejo lema porfirista: “pan o palo”, pero eso da para otra reflexión.