El contenido de esta página requiere una versión más reciente de Adobe Flash Player.

Obtener Adobe Flash Player

Febrero 13, 2010
Febrero 2010, No. 251
 
Adiós a Usabiaga
 
José Guadalupe Robledo Guerrero.
El pasado 25 de enero, a seis días de haber cumplido 80 años de edad, falleció el cura católico Antonio Usabiaga Guevara, y con la mortalidad de su cuerpo se fue toda una época saltillense, llevándose a un hombre culto que empeñó su vida sacerdotal en llevar a los feligreses el conocimiento, para sacarlos de la ignorancia y el fanatismo en que los mete la milenaria iglesia para controlarlos.

La causa física de la muerte de Usabiaga -dicen- fue un cáncer prostático, enfermedad mortal que nadie o muy pocos conocían, debido a la reserva con que el sacerdote trataba su vida privada. Detestaba la conmiseración de la gente tanto como su ignorancia. Tan pocos sabían de que estaba herido de muerte, que dos días antes de su fallecimiento anduvo visitando a algunos fieles.

Sin embargo, a la muerte física de Usabiaga se le había adelantado su muerte espiritual, provocada por lo que él consideraba la mayor injusticia cometida en su contra. Usabiaga nunca superó que luego de 43 años de ser Rector del templo de Fátima (al que dedicó décadas de esfuerzo en su construcción), en enero de 2008 el obispo Raúl Vera López le quitaran su parroquia y lo “invitara” a la jubilación, con el fin de acomodar a sus jóvenes curas favoritos.

Usabiaga luchó por evitar el artero golpe, y logró negociar su estancia como capellán del Instituto Seglar de Estudios Religiosos “Fray Juan de Larios” (ISER), que 37 años antes había fundado para llevar a los católicos el conocimento histórico-religioso, que los alejara de la ignorancia y los pusiera en ventaja para combatir las falacias que predican las sectas cristianas extranjeras.

Don Antonio obedeció las ingratas órdenes de su obispo, pero nunca estuvo de acuerdo con ellas. Las cuestionaba ante todos los que lo visitaban, nunca le dio tregua a la frivolidad obispal. Pero no tuvo eco, sólo consiguió que sus simpatizantes sólo se solidarizaran con él de palabra, nadie hizo nada por desafiar al obispo protagónico. Usabiaga escogió a El Periódico de Saltillo para dar a conocer la injusticia en su contra, eso permitió que él fuera sincero, franco y directo conmigo, y sin escatimar información ni ocultar su condición humana, me compartió su sentimiento de dolor, frustración y rabia.

Yo había conocido a Usabiaga a principios de los 70, a raíz de que me permitió imprimir un periódico estudiantil en el mimiógrafo del ISER. Desde entonces tuve una relación amistosa con Usabiaga, cuantas veces fui a saludarlo, tuve con él largas pláticas sobre los temas que considerábamos trascendentes. Por eso supe que estuvo al lado de los trabajadores en la huelga obrera de Cinsa-Cifunsa en 1974, y por él conocí muchos de los secretillos de la doble moral de los saltillenses tradicionalistas, a quienes criticaba duramente y los calificaba de “simuladores y farsantes”. Usabiaga era un hombre controvertido por su carácter antisolemne, su alto nivel cultural y sus actitudes antifanáticas. Se sentía orgulloso de decir que había sido educado por los jesuitas. Era un convencido simpatizante de la Teología de la Liberación. Quizás por ello nunca quiso a Juan Pablo II, su cariño se lo había dado a Juan XXIII.

En la primera quincena de diciembre pasado lo vi por última vez. Lo visité en su oficina llena de libros, montones de papeles y polvo. Estaba lleno de rabia, su tono de voz se había endurecido y las palabras altisonantes aparecían en cada frase que se relacionara con el obispo Vera López. A tal grado, que lo traté de calmar para que no se hiciera más daño. Su ira ayudó a que lo consumiera el cáncer.

Los últimos meses de su vida se quejó de problemas económicos, de deudas pendientes de pago, derivadas del negocio de la siembra de vegetales y hortalizas en que había incursionado.

Antonio Usabiaga Guevara fue un personaje que mucho le dio a su iglesia, pero ésta lo abandonó al final de su existencia. Se fue dignamente sin perdonar a los que lo maltrataron. Descanse en paz...
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   
carton noviembre 09 Noviembre 09 Rufino