Actualmente México atraviesa por la más grave crisis económica, de seguridad, política y social de su historia reciente. Los problemas nacionales requieren de una urgente solución, pero en lugar de ello los mexicanos somos testigos de debates infructuosos sobre frívolas propuestas que no son primordiales. El presidente Felipe Calderón presentó una propuesta de reforma política, que no es más que una reforma electorera, inmediatista y sin visión de las circunstancias del país. La reforma política de Calderón es excluyente, fue hecha para las cúpulas políticas y económicas y para sus instrumentos de control: los partidos, está pensada para fortalecer el sistema partidista y para evitar la participación de la ciudadanía.
La reforma presidencial propone la reelección de legisladores y alcaldes como una forma de profesionalizar a los políticos, como si de eso dependiera que un sujeto supiera tomar decisiones o implementar políticas públicas en beneficio de los mexicanos.
Somos testigos que decenas de legisladores actuales están cobrando su segundo, tercero o cuarto periodo, y siguen siendo analfabetas políticos que responden sólo al interés de su patrón, ya sea un gobernador, un empresario o una trasnacional. En la reelección de alcaldes pasa lo mismo, en México algunas ciudades han tenido que padecer -más de un periodo- como alcalde a la misma persona; hay voces que proponen modificar los tiempos de gestión tanto a legisladores como a alcaldes, pero eso de nada sirve, en Coahuila la gestión municipal es de 4 años, pero hay alcaldes que renunciaron antes para buscar otro cargo.
La frivolidad presidencial propone la reelección en el año del centenario de la Revolución Mexicana, de la cual sólo quedan monumentos y algunas frases como “Sufragio efectivo no reelección”, y otras que sirven para que los usurpadores de ese movimiento sigan utilizándolo con fines electorales. Otro punto de esta reforma propone la iniciativa popular, pero suena a demagogia ya que los movimientos y colectivos sociales con capacidad de proponer una ley son reprimidos e ignorados, y si hubiera una iniciativa popular que afectara los intereses de los partidos, es obvio que la bloquearían o congelarían a su conveniencia.
Las candidaturas ciudadanas son el mismo caso: ¿cómo va a competir un ciudadano sin estructura, dinero, apoyos ni programas sociales que compren voluntades? Algunos dicen que es posible si se le diera más control al IFE para garantizar la equidad, cosa inconcebible, pues estas propuestas son dirigidas a satisfacer las voces de “La sociedad civil”, grupúsculos conservadores articulados alrededor del capital y la religión, para dar la impresión que se ciudadaniza la política y para garantizar que esos sectores oscurantistas conserven el poder.
Faltan las propuestas que son herramientas de la democracia participativa, como: el referéndum, la revocación de mandato y el reconocimiento de los colectivos sociales como sujetos de derecho público. Estas propuestas garantizarían el acceso de todos a las decisiones públicas, esto dejaría atrás a la agotada democracia representativa que tanto daño le ha hecho al país. Pero esas herramientas participativas no convienen a los intereses cupulares que tienen al país al borde del abismo.
Otra de las absurdas polémicas son las bodas gay. ¿A quién le importa o afecta si los gay se casan o no? Esta ley lo único que generó en el Distrito Federal fue un debate ocioso, lleno de descalificaciones que dividen más a los mexicanos. Hay minorías más importantes que atender, como los indígenas, los ancianos, los pensionados o los diabéticos. ¿Por qué no legislan sobre las necesidades de estos grupos para garantizarles una vida digna?
Otro distractor que raya en el cinismo, es el de las alianzas del PAN y PRD para disputar el botín que representan las entidades que tienen elecciones este año. El PRI acusa al PAN y al PRD de aliarse; el PRD no está de acuerdo con las alianzas del PRI-PT, etc. A pesar del alboroto, lo cierto es que no es la primera vez que los tres partidos mayoritarios hacen alianzas convenencieras y sin principios. Recordemos la alianza PRI-PAN en diciembre pasado, para aumentar el IVA al 16 por ciento y el ISR al 30 por ciento. Cómo olvidar la alianza el PAN-PRI-PRD para aprobar el FOBAPROA en la administración de Zedillo, ningún de estos partidos se avergonzó cuando aprobaron el robo más grande en la historia de México a favor de los empresarios y banqueros.
Otra alianza vergonzosa del PAN-PRI-PRD fue la que hicieron para no respetar los acuerdos de San Andrés, y por consiguiente negarle derechos a los pueblos indígenas. Esta alianza sigue manteniéndolos en la exclusión, como lo vemos en Chiapas donde gobierna un perredista, o en Oaxaca con el delincuente priísta Ulises Ruiz. Pero la alianza más deleznable es la que tienen PRI-PAN-PRD para mantener a la oligarquía saqueando el país y para conservar el poder.
Por otro lado, vemos a un PAN incapaz de gobernar al país, y a un PRI con Beatriz Paredes y su verborrea izquierdizante, cabildeando con los gobernadores para que penalicen el aborto a cambio de más presupuesto, arrebatándole a la mujer su derecho a decidir. También vemos a un gobernador como Peña Nieto, comprobando que en un país de ignorantes el erario inventa presidenciables, que engañan a la masa al mismo tiempo que se comprometen con las cúpulas empresariales y eclesiásticas a mantenerles sus privilegios y a seguir minando el estado laico.
Asimismo vemos a una izquierda sin principios y negociadora como la que representa Jesús Ortega, y a un López Obrador perdido y sin más agenda que recorrer el país para visitar a sus comités que están llenos de intolerantes, repitiendo la misma perorata de 2006, sin tratar de articular un verdadero movimiento popular y abandonando a los que alguna vez lo apoyaron, como es el caso del SME.
Mientras el país está en una grave crisis, la clase política se encuentra entretenida en sus frívolos debates. No cabe duda que el principal problema de México, son los partidos…
