Mis sexenios (41)
José Guadalupe Robledo Guerrero..
La otra mitad del “gobierno” mendocista
Mientras la cargada hacia Rogelio Montemayor comenzaba, una vez que se supo que era el elegido del Presidente Salinas para gobernar Coahuila, Eliseo Mendoza y su jefecillo de prensa, Gerardo Hernández González, iniciaban un pleito más en el que saldrían perdiendo al mostrar una vez más al “gobernador” coahuilense tal y como era: torpe, corrupto, indefendible e intolerante. Esta vez el adversario que se habían echado encima era el diario defeño Unomásuno.
Todo comenzó con una serie de tres reportajes que realizó el reportero Humberto Ríos Navarrete sobre la corrupción mendocista y la incapacidad de gobernar. La situación se complicó, porque Eliseo, asesorado por Gerardo Hernández, hizo lo que todos los gobernadores han hecho cuando los critican: impedir la circulación del unomásuno, confiscando y comprando los ejemplares que lo denunciaban. Pero insatisfecho con su ilegal actitud, permitió a su jefecillo de prensa enviar cartas aclaratoria, respondiendo a la crítica, calificando de mentirosos los señalamientos y tildando de tendencioso al reportero.
Una semana duró la controversia entre el unomásuno y el “gobierno” coahuilense. Mientras Gerardo Hernández contestaba con mentirosas cartas aclaratorias tratando de defender lo indefendible, el diario defeño publicaba las denuncias en contra del “gobierno” mendocista que hacían abogados, líderes sociales, empresarios, políticos y militantes partidistas de oposición.
En uno de los reportajes, el reportero de unomásuno incluyó el caso de mi hijo Ernesto, secuestrado por el “Procurador”, el director de “Seguridad Pública” y el director de la policía judicial. Como respuesta a esa nota, Gerardo Hernández insistió en su tercera (y última) “carta aclaratoria” que mi hijo llevaba un revólver calibre 38 especial y que había reconocido que posiblemente era de mi propiedad. Pero fue más allá en sus mentirosas aclaraciones, pues señaló que yo reiteradamente había solicitado “apoyos económicos” para mantener una línea editorial en favor de Mendoza Berrueto. Pero que la negativa del gobierno a mi pretendido chantaje explicaba mi actitud.
El día que se publicó esta “carta aclaratoria” cuya edición también fue incautada en Coahuila, mi amigo y compañero Carlos Morales Juárez “El Diablito”, entonces corresponsal en Saltillo del unomásuno, se comunicó conmigo para decirme que por instrucciones del director del diario capitalino, deseaba que les diera una entrevista periodística en donde le diera constestación a lo dicho por Gerardo Hernández.
Realizamos la entrevista, y en lugar de referirme al caso de mi hijo Ernesto y responder las mentiras de Gerardo, opté por hacer una relación puntual de la corrupción mendocista, acusando a Eliseo y a su pandilla de ladrones, abusivos e incapaces, esperando que cumplieran su amenaza de demandarme por calumnias. Pero no lo hicieron. El unomásuno continúo publicando las denuncias de otros coahuilenses, uno de ellos Fernando Todd Siller, entonces Presidente del Foro de Abogados de La Laguna, quien señaló que “El poder judicial de Coahuila es el basurero de la Procuraduría”. Y ya no hubo más “cartas aclaratorias”.
Por aquel tiempo, salió a la luz pública el despido de Conrado García Jamín de la dirección de Comunicación Social del municipio rosendista. Conrado había sido contratado por Rosendo Villarreal para que espiara interna y externamente a sus colaboradores y críticos. García Jamín había laborado en el Grupo Industrial Saltillo (GIS) como jefe de Información y Estudios Especiales de la Gerencia Corporativa de Comunicación Industrial.
Para documentar los motivos que originaron el despido entrevisté a Conrado, quien señaló: “”El Alcalde Rosendo Villarreal ordenaba a quién investigáramos”. “En cuatro meses integramos 150 expedientes”. “Detectamos los negocios del Tesorero José Manuel Garza Ortiz de Montellano”. “Óscar Flores Tapia asesora al Alcalde”. “La corrupción no ha cambiado con Rosendo Villarreal”. “La Alcaldía es una filial del GIS”. “Rosendo sólo favorece al sector privado”. “José Manuel Garza Ortiz de Montellano y Jorge Torres Caso son los candidatos de Rosendo para la Alcaldía de Saltillo”.
Entre los investigados por Conrado García estaban dirigentes populares como Francisco Navarro Montenegro, Jorge Vargas, Solís Guel y los líderes de los taxistas; lideresas de colonias como María Herrera, lidia Hernández, Yolanda Rocamontes y Prudencia Santana; funcionarios estatales como Jesús García López y Francisco de la Peña Dávila, considerados clave en el saqueo mendocista; periodistas, políticos y profesionistas también fueron objeto del espionaje rosendista.
Para realizar esta encomienda, Rosendo había adquirido miles de dólares en equipo de espionaje en la firma “Securitrade” de San Antonio Texas: micrófonos inalámbricos con un alcance hasta de 200 metros, grabadoras de larga duración (12 horas), chupones para grabar conversaciones telefónicas y micrófonos de larga distancia con alta sensibilidad, para grabar desde un coche la conversación que se tiene en una casa. Además se intervinieron teléfonos, se investigaron cuentas bancarias y propiedades, preferencias sexuales y los “pecadillos” secretos de los investigados.
García Jamín también hizo público que Rosendo Villarreal le había ordenado espiar al Tesorero municipal, José Manuel Garza Ortiz de Montellano. En su reporte aparecieron las dádivas que recibía de las marcas cerveceras para permitir la apertura de depósitos y expendios sin permiso, y para alargar los horarios de venta. Conrado había descubierto algunas cuestiones que se negó a revelar por su intimidad, “grabé situaciones muy comprometedoras”.
Lo cierto es que las personas involucradas, cuando supieron de la investigación, insistieron en que Rosendo despidiera a Conrado. La hebra siempre se rompe por lo más delgado, y con el pretexto de que no había salido en televisión el mensaje navideño del municipio, el Alcalde despidió a Conrado con exabruptos e insultos el 24 de diciembre de 1992.
En la segunda parte de la entrevista, García Jamín aseguró que “Las principales áreas de corrupción en el ayuntamiento rosendista eran: servicio concesionados, tesorería, Policía y Tránsito y Obras Públicas”. “José Manuel no sólo es corrupto, sino inmoral”. “Rosendo ordenó la campaña contra Navarro Montenegro”.
Desde esa fecha hasta finales de abril cuando lo entrevisté, Conrado se había dedicado “en cuerpo y alma” a investigar a Rosendo Villarrreal. Por eso se dio cuenta que Rosendo ya se había liberado de los problemas económicos que tenía cuando se lanzó como candidato panista a la Alcaldía saltillense, y que sus cómplices para saquear el ayuntamiento eran el tesorero José Manuel Garza Ortiz de Montellano y el director de Egresos municipales Roberto Díaz García. Cuando le pregunté si le había encontrado “pecadillos secretos” a Rosendo sólo dijo: “Nomás te voy a contestar que si”.
Para mediados de 1993, Conrado García Jamín publicó un libro sobre el particular: “Espías al rescate... de Saltillo” en donde abordó con detalles algunos temas sobre el espionaje, la corrupción y la deshonestidad de panistas. Luego supe que los comportamientos inmorales que Conrado no quiso revelar, era un triángulo amoroso entre el tesorero, el alcalde y una dama que se había convertido en la manzana de la discordia.
Para Montemayor la candidatura gubernamental no comenzaba bien, la inconformidad de Enrique Martínez habían incrementado sus desavenencias. Por otra parte, estaban las presiones y bloqueos que le hacían Javier López del Bosque, Eliseo Mendoza Berrueto y Rosendo Villarreal Dávila.
El 9 de mayo, el periódico La Jornada publicó la acusación que le hicieron a Eliseo los ex jefes policiacos José Horacio Pérez Ocampo y Juan José Quintero: “Torturamos por orden de Mendoza Berrueto”. Esos policías fueron los que se encargaron de “investigar” el robo a la quinta “Margarita”, propiedad de Marcos Espinoza Flores en enero de 1992. Ellos fueron los que secuestraron y torturaron a dos trabajadores a los que suponían los ladrones.
Sin embargo, el caso no terminó con este abuso, en abril de 1992 se dio la noticia de la muerte de Enrique Ramos Dávila, ex madrina de la PGR y supuesto responsable del robo. La acta de defunción que fabricaron empleados de la Secretaría de Salud señalaba como causa de la muerte un infarto cardíaco, pero las huellas que tenía el cuerpo mostraban que había sido torturado y su fallecimiento se debía a la asfixia provocada. A los verdugos se les había pasado la mano con la bolsa de plástico. Esta fue otra de las muertes misteriosas que se dieron durante el sexenio mendocista y que nunca fueron aclaradas. En ese tenor estuvo el asesinato del líder magisterial Eliseo Loera Salazar.
El 7 de junio, la Asociación Revolucionaria de Periodistas de Coahuila (Arpeco), comandada por mi amigo y compañero Alfredo Dávila Domínguez se disponía a celebrar el desayuno de la Libertad de Expresión que durante todo el “gobierno” mendocista organizamos en forma independiente y al margen del evento gubernamental. Pero ese festejo fue especial.
La historia es la siguiente: meses antes cuando Alfredo Dávila me comentó su deseo de dirigir Arpeco, de inmediato me involucré en su aspiración y me sumé a su campaña. Alfredo ganó las elecciones y por mi solidaria participación me ofreció un cargo en la directiva. Decliné el ofrecimiento y le dije, vamos a dejarlo pendiente para cuando yo te pida que me des alguna comisión. Alfredo aceptó de buena gana, además del compañerismo nos liga hasta la fecha una sincera amistad.
Al comenzar la organización del desayuno, que sería el último del sexenio mendocista, le recordé a Alfredo el compromiso que habíamos hecho y le solicité que me comisionara para dar el discurso a nombre de Arpeco en el desayuno de periodistas. Ese desayuno sería importante para Arpeco, porque por primera vez en la historia, los periodistas invitaron a los candidatos a la gubernatura de Coahuila, que si mal no recuerdo eran siete u ocho de diferentes partidos, entre ellos: Rogelio Montemayor, Rosendo Villarreal, Héctor Morquecho, Francisco Navarro Montenegro, Jesús González Schmall y algún otro que se me pierde en la memoria.
A pesar de que para Alfredo Dávila era el evento más importante de su gestión como líder de Arpeco, inmediatamente aceptó que yo diera el discurso en el evento. Hasta ese momento no se pensaba invitar a Eliseo, íbamos a hacer el desayuno sin su presencia, tal y como lo habíamos hecho los cinco años anteriores. Aunque para cubrir el expediente, Alfredo había corrido la invitación a Mendoza Berrueto, quien esta vez deseaba asistir y sumarse a nuestro festejo.
Pero cuando Gerardo Hernández supo que yo sería el encargado de dar el discurso a nombre de la asociación periodística, habló con Alfredo para manifestarle la inquietud del “gobierno” mendocista. Eliseo tenía temor de asistir a Arpeco y ser humillado con mis palabras que suponían serían en contra de su corrupta administración. Alfredo le dijo que no habría tal cosa, y Gerardo le solicitó que le dieran una copia del discurso para saber de qué hablaría en mi discurso. Alfredo le contestó que ni él conocía el contenido, pero se comprometió a ver el asunto.
Alfredo habló conmigo y me dijo que Eliseo tenía la intención de asistir, pero temía que yo lo fuera a agredir verbalmente, y por supuesto a denunciar frente a todos los invitados. Le dije que no había nada que temer, que yo no aprovecharía la tribuna de Arpeco para acusarlo y denunciarlo, pues ya lo había hecho infinidad de veces como periodista, que no se preocupara. “Entonces habla con Gerardo”, me pidió fraternalmente y lo hice.
Dos días antes del desayuno me presenté a la dirección de prensa, y de inmediato me recibió Gerardo Hernández con una hipócrita sonrisa. Sumamente cambiado, sin su soberbia habitual ni su prepotencia, me invitó un café y me solicitó sentarme, pero yo no tenía ánimos de hacerle al diplomático ni a jugarle a la política la que siempre he considerado como “El arte de comer mierda sin hacer gestos”, pues no sirvo para eso, y de pie fui al grano: “Me pidió Alfredo que platicara contigo sobre la inquietud que tienen sobre el contenido de mi discurso. Sólo te quiero decir que no hay nada que temer, no aprovecharé el desayuno para decir lo que reiteradamente he dicho como periodista”. Así terminé la charla.
Al desayuno asistieron todos los invitados, y algunos que no lo eran pero que iban acompañando a Eliseo. Antes de comenzar el desayuno, Alfredo Dávila se mostraba molesto por la presión de los lacayos de Eliseo y de Rosendo, pues ambos quería que su patrón fuera quien presidiera el evento, argumentando que uno era el gobernador y el otro el Alcalde de Saltillo. Ambos se sentían con el derecho de exigir esa posición. Alfredo decidió que Eliseo presidiera el evento ante el berrinche de Rosendo.
El desayuno fue todo un éxito. Los invitados se mostraron satisfechos, a tal grado que Jesús González Schmall le dedicó dos editoriales en un diario defeño para reseñar el evento y la actitud democrática y plural de los periodistas de Coahuila.
Ese día alguien me dijo que Arturo Berrueto González tenía un mensaje para mi. Se trataba de un cheque por cerca de 300 mil pesos que me enviaba Eliseo por lo que me debía. ´Sólo me pedía que aceptara desayunar con él en “El Partenón”, una residencia de campo que había construido en terrenos manzaneros por el rumbo de Los Lirios. De repente me sorprendí, no sabía a qué se refería, pero cuando me percaté que se trataba de una dádiva que tenía como intención terminar el conflicto y “borrón y cuenta nueva”, le respondí, acuñando una frase que hasta la fecha repito: “Dígale a Eliseo que a mi no me debe nada, que los críticas son gratis”.
Días después, en una plática con Montemayor, me dijo que ya sabía del cheque que me había mandado Eliseo, y me preguntó: ¿Por qué no lo aceptaste?, bien te hubiera servido para hacer lo que más te gusta: viajar. Mi respuesta fue lacónica: Para que no me midan los políticos, pero tampoco Montemayor entendió.
Por mi parte seguí denunciando la corrupción del sexenio mendocista y a preparar una demanda penal en contra de Eliseo, pero Mendoza Berrueto no se dio por vencido y mandó a Marcos Espinoza Flores para que hablara conmigo. Quería arreglar algo que no tenía arreglo. El ex director de Pensiones comprendió la situación y optó por no insistir, de allí nació una relación respetuosa que hasta la fecha subsiste.
Después del desayuno de la libertad de expresión, Armando Castilla Sánchez me pidió que entrevistara para Vanguardia a las esposas de los candidatos del PRI, del PAN y del PFCRN. La esposa de Rosendo Villarreal se negó, Lucrecia Solano de Montemayor y Magdalena García de Navarro aceptaron. Armando Castilla no veía bien a Lucrecia, para entonces la esposa de Montemayor ya mostraba un exagerado protagonismo, le apodaba “La Hillary Clinton coahuilteca”, además aún no había acordado un convenio publicitario con el candidato priista.
De aquella época es la experiencia que viví sobre las encuestas electorales. En cierta ocasión que platicaba con Castilla Sánchez en su oficina, su secretaria le anunció que lo buscaban unas personas. Me pidió que no saliera de su oficina y atendió a dos personas que vestían como ejecutivos de empresa. Ambos representaban una encuestadora de Monterrey que había contratado Castilla para saber las preferencias electorales de los candidatos. Para que la encuesta arrojara los resultados convenientes a Castilla le preguntaron en qué lugares realizarían la encuesta, y Castilla los envió a las colonias en donde Navarro Montenegro tenía su voto duro. Armando quería que la encuesta dijera que el preferido de la población era el cardenista para presionar al priista. Así fue y así lo publicó.
Este asunto terminaría en una comida organizada por Jorge Masso Masso a donde fui invitado. Éramos pocos los invitados: Rogelio Montemayor, Armando Castilla, Óscar Olaf Cantú, yo y el anfitrión. Allí abordaron el asunto de la publicidad para Vanguardia, Montemayor insistió en que no podía pagarle a Armando lo que pedía. Pese a los argumentos de ambas partes, no se pusieron de acuerdo, y el candidato priista pretextando tener otro compromiso se despidió, pero antes de que abandonara el lugar, Masso le advirtió a Castilla: “Ve y ponte de acuerdo con él, no te olvides que será el próximo gobernador”. Castilla saltó de su silla, alcanzó a Montemayor antes de que abordara su camioneta y volvió a la mesa. Inquieto Jorge Masso le preguntó: ¿Qué pasó? -Ya nos arreglamos, fue la corta respuesta del propietario de Vanguardia.
El 26 de septiembre de 1993, Rogelio Montemayor salió triunfante en las elecciones gubernamentales, convirtiéndose en gobernador electo al oficializarse los resultados de la votación, y como siempre sucede se renovó la esperanza de que la corrupción estatal terminaría con el sexenio mendocista, pero no fue así, los negocios del poder son parte del sistema, sólo cambian los nombres de los saqueadores.
El 17 de octubre, moría Raúl Flores Villarreal, periodista, poeta, pintor y bohemio saltillense. “Raulón”, “El Poeta” o “Raúl Flores Naturales” como le decían sus amigos había dejado de cantarle “a todas esas cosas maravillosas y bellas de Dios, de la naturaleza y del hombre”. Sabía que “El Poeta” había ganado 14 “Flores Naturales” que obtuvo en el mismo número de concursos literarios en distintas ciudades del país, pero “Raulón” no tenía ninguna de ellas, por eso algún día le pregunté: ¿Dónde quedaron esos preciados trofeos de oro? Su respuesta lo dibujó y mostró su desapego a lo material: “No sé en qué cantina quedaron, pero te aseguro que sirvieron para aderezar las interminables pláticas de los amigos”. Según Flores Tapia, Raúl Flores Villarreal era uno de los poetas más destacados de Coahuila, pero el olvido y el menosprecio lo enterró antes de morir.
En contrapartida, los montemayoristas comenzaron a aparecer por todos lados, una nueva “clase política” -como le llaman a sus cómplices los gobernantes en turno- se preparaban para hacerse cargo del poder y del presupuesto de Coahuila.
A finales de octubre se dio la noticia de que habían encarcelado al director de Egresos de la Secretaría de Finanzas, Eduardo Alzati Sánchez, acusado de cohecho por más de 3 millones de pesos en perjuicio del empresario Roberto de la Vega Lozano, a quien el “gobierno” mendocista le había encomendado la fabricación de placas y calcomanías para los vehículos automotores. Por el contrato Alzati le exigió una jugosa comisión del total de la factura.Se creyó que ese encarcelamiento era el inicio de llamar a cuentas a los ladrones eliseístas, entre ellos a Mendoza Berrueto y a su tesorito, Jesús García López. Pero a los pocos días dejaron libre a Eduardo Alzati mediante una fianza, y enterraron el asunto.
Por esos días, gracias a un amigo, hice contacto con el Procurador General de la República, Antonio Lozano Gracia. La intención era poner una denuncia penal en contra del corrupto Eliseo Mendoza, y el Procurador estaba dispuesto a recibirla, incluso simpatizaba con mi propósito. Pero antes de hacer realidad mi idea, hablé con Rogelio Montemayor para ponerlo al tanto de mi iniciativa, pues en el medio político y periodista me ligaban al gobernador electo, y no quería que mi demanda se contaminara con lo político.
Busqué a Montemayor, me citó en su casa, y le conté lo que pensaba hacer, le dije que me relacionaban con él y que no quería que lo involucraran diciendo que me había mandado a denunciar a Eliseo. ¿Cómo ve el asunto?, le interrogué. Me preguntó si le estaba informando lo que haría o realmente quería su opinión. -Las dos cosas, le dije.
Montemayor se sinceró, me dijo que él no estaba de acuerdo con lo que quería hacer, porque además de que lo involucrarían, él no tenía interés de entrar en pleitos. “Yo haré mi gobierno sin ver hacia atrás. Sé de lo que me estás hablando y en lo personal me siento muy agredido por Eliseo. Estoy totalmente informado, conozco hasta el número de serie de la máquinas de escribir que utilizó Raúl Garza Serna para mandar hacer las listas de lideresas de colonias, para que se opusieran a mi candidatura, pero aún así no buscaré revancha, pues esos pleitos son muy costosos y no te dejan gobernar. Por eso te pido como amigo que no hagas la denuncia penal”.
Al tiempo que Montemayor me decía lo anterior, me dí cuenta que no haría nada porque se esclarecieran las cosas, y tampoco permitiría que el asunto penal en contra de Eliseo prosperara, de tal manera que no se desarrollaría la investigación al respecto, aunque hubiera voluntad política derivada del interés partidista del Procurador de la República, quien era panista. Entonces supe que con la oposición de Montemayor, Eliseo saldría impunes. Y yo no iniciaría un proceso que terminaría en el fracaso.
Allí comprendí que por diversas razones, los políticos se tapan con la misma cobija. Se protegen, poco les importa que su antecesor haya sido un ladrón de los recursos de los ciudadanos, carecen de dignidad y fácilmente olvidan lo agravios. Montemayor no era la excepción. Luego me daría más muestras de que no era muy distinto a Mendoza Berrueto. ¡Pobre Coahuila! con esos políticos depredadores, sacatones y sin ideología...
(Continuará).
El inicio del sexenio montemayorista... |