Hasta con el arte hacen fraude

José Luis Carrillo Hernández.

¿Qué ha sucedido en nuestras galerías? ¿Cuáles han sido sus exposiciones y sus expositores? ¿Qué calidad tendrá lo ahí expuesto? ¿Serán obras trabajadas por el autor, propias o ajenas? ¿Acaso nos estaremos topando con reproducciones y vulgares copias de autores conocidos? Pero lo peor sería que lo que usted está viendo firmado por el supuesto autor, no fue hecho por él, sino por otras manos de técnicos y creadores que rentan sus habilidades a individuos sin escrúpulos, que aparentando ser los autores de la obra son los que realmente usufructúan y gozan de las ventas y las ganancias que generan, pero lo más peor es saber que los promotores y clientes de éstos son o han sido el gobierno del estado y el municipal, así como otras instituciones públicas los que desembolsan grandes cantidades de dinero para pagar este tipo de trabajos.

La ignorancia de los nuevos políticos más la inmoralidad de estos defraudadores y la falta de oportunidades y promoción para que los creadores puedan vender su trabajo ha generado este tipo de coyotajes, obligando a un buen número de creadores a rentar y vender por unos cuantos pesos sus manos y su trabajo plástico, para ser firmado por un simulador y exhibido en una galería oficial o avenida de la ciudad.

Este no es el caso del mercado de copias de la obra de los grandes maestros, muchas de las cuales llegan a ser vendidas por supuestos corredores de arte como originales a compradores ingenuos y de buena fe. De estos defraudadores conozco algunos, pero de los que firman una obra ajena como propia y se hacen pasar por artistas plásticos, no los conozco. Esta situación ha sido tema recurrente en algunos círculos estéticos y ha trascendido por voz de los propios ejecutantes que rentan sus manos por necesidad a estafadores que medran con el talento ajeno.

En este sentido son señalados un tal Jorge Zertuche supuestamente escultor, y un Ernesto de la Rosa que se asume como pintor, escultor, grabador y poeta en el libro que presentó en el marco de su exposición de pintura y escultura, que este noviembre le organizó la Universidad Autónoma de Coahuila por segunda ocasión en la galería de la Coordinación General de Difusión Cultural, aderezada con sendas botellas de vinos tintos y blancos.

Actos de esta deshonestidad no trascienden y tal vez a nadie le interesen, pues ahora se discuten actos deshonestos de mayores magnitudes, pero exhibe el nivel de ignorancia de la clase política que desde el poder apoya y enriquece a simuladores en detrimento de los verdaderos creadores, mandándolos a recibir migajas de la venta de sus trabajos por estos disfrazados de artistas.

No es de extrañar entonces que muchos creadores se sumen de buena fe al movimiento de los indignados y brinquen, salten y revoloteen entre los diputados, que para desgracia de todos ellos están liderados por ex funcionarios y promotores culturales que en su oportunidad fueron parte y construyeron lo que ahora combaten; “Están cacaraqueando porque quieren su máiz”, diría Porfirio Díaz. Son creación de los Frankestein de la cultura oficial y ahora van contra su creador.

Sin duda esta herencia es el resultado de la aplicación de políticas culturales de exclusión y simulación, de pago de favores y favoritismos, y un manejo turbio de los programas y recursos públicos, situaciones que deben cambiar y corresponde a la nueva Secretaría de Cultura y a su titular Sofia Garcia Camil reconstruir este espacio, tender lazos de diálogo y de inclusión con los distintos círculos estéticos y agentes sociales que participan de estas tareas.

Por el bien de todos, debemos superar estos enconos y reconstruir una relación más honesta y constructiva, donde las propuestas y el trabajo de todos y cada uno tengan un espacio para su manifestación, divulgación y enriquecimiento.