Préstamos al gobierno
José María Mena Rentería.
“Deporte” generalizado entre los que afirman gobernar es la contratación de préstamos. Por ejemplo, en el ámbito oficial donde los municipios distan de quedar al margen de ese proceder. Para ejemplificarlo viene a colación la “iniciativa” del alcalde que pretende concertar un préstamo por 40 millones de pesos a fin -argumenta- de solventar compromisos no saldados debido a la demora en la entrega de participaciones al municipio que achaca al gobierno federal.
Si tal empréstito se contrata o no, dependerá de la decisión de la Comisión de Hacienda. Los préstamos, cuando no hay escrúpulo en el manejo del dinero público, conforman una emboscada para quienes pagan impuestos, para ser, a final de cuentas, quienes “bailen con la más fea”.
Caso similar es el del municipio que alberga la Vega de Marrufo, cuyas autoridades, desde principios del año en curso, abonan a Banobras 400 mil pesos mensuales correspondientes al empréstito por 40 millones de pesos que gestionara, obtuviera y recibiera la administración 2006-2009 a menos de 15 días de terminar su gestión, sin que hasta hoy día se haya informado a la comunidad en qué se gastó ese dinero. ¿Resultado? Que hasta el pago de la nómina, por ésos lares, se ha convertido en un Vía Crucis.
Allende el río Nazas también se tuestan habas. Por allá andan “volando” 30 millones de pesos cuyo destino final las autoridades en turno no han establecido, pese a lo añejo del episodio que mantiene trinando a los desgobernados habitantes de una cabecera municipal carente de los servicios básicos más elementales. Antes, los predecesores de dichas autoridades, vía préstamos, se “sirvieron con la cuchara grande” para despacharse a placer, lo que puede establecerse dada la nula aportación de información a la comunidad en torno al manejo de recursos contratados a crédito en el vecino municipio.
Consecuencia del caso es que en La Laguna hay municipios endeudados a muy largo plazo en donde acciones reales de gobierno no se alcanzan a visualizar ni con la mejor intención, mientras en lo oficial se alude a la “manejabilidad” de las deudas que se tienen y de las que, según amagos recientes, se intenta contratar.
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