Estrategias electorales partidistas
Jorge Arturo Estrada García.
El PRI ensaya una nueva forma de competir electoralmente. Claro, sin abandonar la que le ha sido efectiva en muchas elecciones. Intenta captar más votos y convencer a nuevos electores. Pero, generalmente gana movilizando su voto duro y cautivo.
Busca ser propositivo y fabricarse un nuevo rostro. Quiere que le perdonen sus viejos pecados. O por lo menos que los olviden. Cuando sus candidatos surgen de liderazgos naturales y fuerte arraigo, gana sin problemas. Los votantes eligen candidatos, más que partidos. Si surge alguna imposición, llegan los problemas.
En el México nuevo, en el que los gobernadores eligen a sus sucesores, el PRI ha encadenado una serie de derrotas. El tricolor perdió Oaxaca, Puebla y Sinaloa. Y por escaso margen retuvo Veracruz, Hidalgo y Durango. También fracasó en reconquistar Guerrero y Baja California. Sus opositores, usaron los pecados del viejo PRI para llevar apáticos a las urnas y sumar votos. Y a veces, sonadas victorias.
El debate entre la pobreza y crecimiento de las clases medias en México, define las visiones del PRI y del PAN. También sus estrategias. El tricolor trabaja para cooptar a los pobres e integrarlos a sus maquinarias. Y el PAN apela a las filias y fobias del elector de clase media.
El PRI no es muy hábil para capturar los votos de los clasemedieros. El discurso de sus candidatos no seduce y sus compromisos no convencen. En cambio, es experto en movilizar a las clases populares hacia las urnas.
Para volverse atractivo a los nuevos electores ha tratado de construir la imagen de un nuevo PRI alejado de sus viejos vicios y personajes tortuosos. Para ello se ha basado en los gobernadores y exgobernadores jóvenes y desplaza a sus viejas figuras. Este discurso se desmorona.
Sin embargo, estos exgobernadores no son ejemplos brillantes. Ni siquiera los han podido colocar en el CEN del PRI, a excepción de Humberto Moreira. Ni Eugenio Hernández, ni Ismael Hernández Deras son ya activos políticos. El tricolor sabe que hasta la cárcel podrían llegar.
Los persiguen sus negocios al amparo del poder y su pasividad ante la delincuencia organizada, que agobia sus estados y que se ha extendido por muchas entidades del país. Las grandes obras materiales realizadas, no son tomadas en cuenta cuando la violencia, la inseguridad y el desempleo afectan a las familias.
Las malas actuaciones de los gobernantes generan problemas y molestias a la población. Si estos problemas son graves y calan hondo en la vida de los ciudadanos, éstos reaccionan saliendo a votar para castigar.
El PAN alienta los miedos, resentimientos y deseos de cambio de las clases medias. Esto las impulsa a hacerse presentes y castigar al PRI. Si encuentra los motivos válidos y vence su apatía, el blanquiazul conquista gubernaturas y en dos ocasiones ha ganado la presidencia de la república.
En este contexto. En Coahuila vemos a Rubén Moreira con una ventaja enorme al arrancar la campaña. Las encuestas lo mostraban en abril con 70 y 75 por ciento de intención de voto, contra un 15 y 20 por ciento del panista Guillermo Anaya.
Para finales de mayo Anaya subió 15. Lo que puso a Rubén con 60 por ciento contra 35 de Memo.
Estos resultados, muestran que la campaña de Rubén Moreira no avanza en la conquista de las clases medias. Es una campaña mal diseñada en lo discursivo y en lo mediático. Su estrategia de comunicación es mala y su marketing político es pésimo.
Más Moreira y mejor Coahuila, no genera mayor posicionamiento positivo para un candidato del perfil de Rubén. No se apuntala su mejor estatura personal en cuanto a preparación, dedicación, cultura y conocimiento.
Y en contraste, alientan la sensación de continuación de la administración de su hermano Humberto y sus malos colaboradores. Y lo peor, estos malos colaboradores ya andan con Rubén. Algunos son candidatos a una diputación y otros están integrados a su campaña. Son un lastre muy pesado.
Nadie puede negar que en Coahuila la delincuencia organizada encontró un paraíso. El Departamento de Estado de Hillary Clinton así lo considera. Las narcofosas, los asesinatos, las extorsiones, las toneladas de drogas, las desapariciones, los secuestros y las balaceras son noticias oficiales todos los días. Ya dejaron la categoría de rumor y leyenda urbana en que el Fiscal Torres Charles quiso colocarlas. Los ciudadanos repudian al Fiscal.
Las cifras del empleo muestran un déficit de 100 mil puestos de trabajo. En el sexenio de Humberto sólo se generaron alrededor de 70 mil. Se requerían 130 mil. Y en la crisis se perdieron 57 mil, que apenas se han recuperado. No se crearon nuevos clústers ni terminales multimodales. Cuatro años encabezamos los índices de desempleo abierto a nivel nacional. Y Jorge Alanís ya es candidato a diputado. Los coahuilenses están molestos.
El desorden financiero llevó al estado, con la Mejor Calidad Crediticia y Deuda Cero del país, a la quiebra, y a que las calificadoras internacio- nales le bajaran la calificación dos veces en lo que va del año. El monto de la deuda, ronda los 20 mil millones de pesos. Lo que equivale a 3 años del paquete de inversión pública, a más de la mitad del presupuesto anual de Coahuila. Y a más de tres veces el presupuesto anual de todos los municipios de la entidad juntos. Es decir, el presupuesto de casi 4 años de todos los ayuntamientos juntos. Y Javier Villareal, se siente inamovible.
Los malos colaboradores y sus malos resultados, enturbiaron el cierre del Gobierno de la Gente y le restan votos a Rubén.
La ventaja de Rubén Moreira aún es suficiente para ganar en un escenario de participación del 50 por ciento del electorado. El PRI tiene entre 500 mil y 520 mil votos casi cautivos. Las metas del tricolor subieron a finales de mayo, de 600 mil a 720 mil votos para ganar sin problemas.
En 1999, cuando Enrique Martínez y Martínez fue electo Gobernador, el porcentaje de votación fue de 51.3 por ciento. De un listado nominal de 1 millón 334 mil 703 electores, acudieron a las urnas 681 mil 076 personas. Martínez y Martínez obtuvo el triunfo con un total de 405 mil 633 votos, lo que representó el 59.56 por ciento de la votación contra 229 mil 689 del panista Juan Antonio García Villa.
En 2005, cuando Humberto Moreira resultó electo Gobernador, prácticamente votó el 53 por ciento, un 2 por ciento más. Moreira ganó con el 57 por ciento de la votación, es decir, con 488 mil 348 votos. Jorge Zermeño Infante, panista segundo en las preferencias, obtuvo el 33.73 por ciento de los votos, o sea 288 mil 630 sufragios.
Enrique ganó con 60 por ciento de los votos. Humberto obtuvo el 57 por ciento y tuvo más votos en contra que Martínez.
Para este proceso electoral, el padrón electoral cuenta con 1 millón 958 mil 490 ciudadanos. Guerrero y Coahuila son los estados con más abstencionismo en el país.
Para que el PRI obtenga 600 mil votos, tendría que haber una afluencia del 50 por ciento, es decir un millón de votantes. Lo que le daría al PAN 350 mil y 50 mil al PRD y PT. Según las encuestas de mayo.
En la medida que se abata el abstencionismo se podría dar una competencia más cerrada. Un escenario de 60 por ciento de participación agrega 200 mil votantes más. Otro, de 65 por ciento agrega 300 mil votantes. Las clases populares sólo alcanzan el 30 por ciento del padrón. El voto “oculto” ha sido medido en 20 por ciento en procesos anteriores.
Rubén no penetra en las clases medias. Y sin embargo, Rubén es inteligente y capaz, pero no ha sido bien proyectado.
Las propuestas de Moreira son más amplias y mejor elaboradas que las de Guillermo Anaya. Pero, están deficientemente difundidas y no llegan a posicionarse. En contraste, el panista es más directo al señalar las causas de los problemas: los errores cometidos en el Gobierno de la Gente en materia de inseguridad, desempleo y desorden financiero.
Anaya va por el voto de castigo y por rebasar el 60 por ciento de afluencia en las urnas. Para ello, requiere calentar el ambiente y sacudir a los jóvenes. Rubén quiere que la campaña termine, en calma y sin sobresaltos. De esta forma, su maquinaria metería los votos suficientes para ganar desahogadamente.
El tramo final de la campaña se espera estridente, Anaya tratará de echar su resto. El PRI se ha puesto a la defensiva y denuncia que podría sobrevenir un “Michoacanazo”. Están intranquilos. Aún conservan la ventaja.
Finalmente, ambos candidatos coinciden en que Coahuila está estancado y en graves problemas, los ciudadanos están molestos. Pero una cosa es indudable, los coahuilenses ahora exigen mejores resultados, que cumplan con indicadores de Clase Mundial. Y sobre todo exigen gobernantes que resuelvan sus problemas y no sólo que construyan obras vistosas de miles de millones de pesos.
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