Frío seco invernal
José Flores Ventura.
De improviso como pocas veces en décadas un frío invernal que congela hasta la savia más escondida en las ramas de la foresta, que ha osado sobrevivir más allá del otoño, se ha presentado tan lenta y silenciosa como el sereno pasajero que atraviesa el valle del norte hasta las montañas sureñas trayendo consigo una muerte largamente apacible.
Un frío seco que congela desde adentro hacia fuera con el sol a pleno y las noches serenas llenas de estrellas, ha menguado la vida dejando desierto el campo por un momento. Sin una gota congelada o el vapor condensado en las plantas, salvo los charcos de los aguajes, no hay otra evidencia de este frío de menos de catorce grados como suele en otras ocasiones presentarse.
El inicio del año fue marcado por la llegada de las aves insectívoras que esperan en los manantiales y charcas la eclosión de los insectos, pero el frío las ahuyentó hacia el sur dejando el escenario solo a las que se alimentan de granos, ya que con la excesiva sequedad congelante ha dispersado innumerables semillas en el suelo atrayendo a grandes parvadas de aves y rapaces con ellas.
Un gran beneficio ha traído esta seca como es el aniquilamiento de muchas especies de plantas invasoras que por algún motivo se han establecido en nuestros campos; es el caso del Kalonchoe, especie nativa del sur de Asia, órganos, garambullos, siemprevivas, cactáceas, opuntias o nopales, todas ellas suculentas, lo mismo que maleza o arbustos de ambientes tropicales se han secado dejando a nuestras especies nativas crecer.
Actualmente nuestro campo se observa dorado con pastos amarillentos y quemados, yelmos barriales hasta las cuestas de los cerros sin escapar los manantiales que con sus habituales verdores han perdido parte de ellos, así también plantas reacias como la lechuguilla y gobernadora han adquirido tonalidad café amarilla pero no es que estén secas, es su vestidura normal de esta temporada contrastantemente invernal. Aún así algunas cactáceas han empezado a florecer apenas el sol ha comenzado a calentar, arriesgándose con ello a que en una helada de menos de cero pierdan la oportunidad de desarrollarse, pero aventajando a las demás si logran sobrevivir.
Desde lejos el sol que pega de costado divisa las serranías de aspecto quemado por el tueste tono que le dan las hojas secas, el cielo a veces gris o azul no muy intenso acentúa más una monocromía generalizada por nuestro continuo recorrido al sonoro rugir de los pastizales que vamos pisando, casi no observamos vida, las lagartijas y víboras se hallan aun escondidas, una que otra mariposa atraviesa el campo dando tumbos retoza por las ramas bajas.
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