La inutilidad de
Obama y Calderón
Para Estados Unidos y su cúpula gobernante, las guerras y las
invasiones militares han sido el motor de su historia. Con las armas no sólo
han conseguido el sometimiento de otros países y las materias primas que
necesita su industria enfocada al consumismo, también han logrado la
prosperidad de una de sus principales industrias: la bélica, la que produce
armamento de todo tipo que venden a quien lo quiera comprar, no importa si
son sus aliados o sus enemigos, no interesa si son rojos o blancos, los dólares
de ambos bandos valen por igual.
Esto viene a colación por el encuentro que a principios de marzo tuvieron
en Washington los Presidentes Barack Obama y Felipe Calderón. En dicha
reunión se suponía que se discutirían las estrategias para frenar el enorme
flujo de armas que se trafica ilegalmente a México, y que según se afirma
van a parar a manos de la delincuencia organizada.
Sin embargo, otros piensan que Obama mandó llamar a Calderón para
darle órdenes, para decirle cómo debe manejar su guerra con los cárteles de
la droga, guerra que fue ordenada a la medida desde los Estados Unidos no
sólo para enfrentar y debilitar a los narcotraficantes mexicanos, sino para
venderle a uno y otro bando el armamento excedente a precio de demanda.
Por alguna razón desconocida, los capos norteamericanos (que son
los que mandan en Estados Unidos) quieren debilitar a los proveedores de
drogas mexicanos, (para ajustar precios, para quedarse con el negocio de la
producción, para poner condiciones, etc.), porque lo cierto es que ninguno de
los dos Presidente tiene la intención de combatir el tráfico de drogas. Uno
porque su país tiene a millones de drogadictos que demandan estupefacientes,
(EUA consume el 75 por ciento de todas las drogas que se producen en el
mundo); y el otro porque el narcotráfico es un negocio muy grande que
según los especialistas inyecta a la economía nacional alrededor de 40 mil
millones de dólares, es decir más de lo que aportan las remesas de los migrantes
y el turismo juntos.
Finalmente el encuentro de los dos Presidentes de países vecinos, el
imperialista y el mexicano, frustró las expectativas de los pacifistas, de los
que quieren que se termine la violencia, porque Obama señaló que nadie,
menos él, podía frenar el comercio de armas, pues es una de las actividades
más rentables del imperio, por lo tanto no habría corresponsabilidad de los
Estados Unidos con la guerra que ordenó al Presidente mexicano.
Pero para desviar la atención, el negrito Obama siguió insistiendo en la
demanda que hizo el Presidente Bill Clinton, de que sus agentes policiales e
investigadores en territorio mexicano anduvieran armados. Sin embargo,
Calderón en una defensa de la mítica soberanía nacional se negó a tal petición,
de la misma manera que lo hicieron sus patriotas homólogos.
En la reunión cupular nada quedó resuelto. Por tal motivo el tráfico de
armas seguirá fluyendo a México sin recato alguno, y en consecuencia los
migrantes latinoamericanos seguirán cruzando por millones la frontera
estadounidense en busca del “sueño americano”, y la droga continuará llegando
a los consumidores gringos sin dilación ni escasez...
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