Mucho monte para tan poca leña

Fidencio Treviño Maldonado

Nuestros políticos están en una maraña sin principio ni fin, los defensores de la libertad están con grilletes, el patrimonio de la izquierda política está en disputa como herencia destinataria al fracaso, la revolución después de más de cien años está en el ánimo de todos los políticos y sus partidos como referencia a su solidaridad con la sociedad, nos ofrecen cambiar la oscuridad por la democracia, toda una magna victoria de la luz frente a la tiranía; tiranía que ellos mismos poseen e imponen en el sentido más deshumanizado con el discurso grandilocuente de un sistema en donde con la burla e ironía se sostiene el endeble sistema actual, sin perspectiva ni horizonte a la vista.

Reivindicar la revolución y como algunos personajes de la triste farándula política nacional que a estas fechas pretenden patrimoniarla y, todos ostentan el derecho de ir montados en el tren revolucionario e institucional, arrollando lo que a su paso se interponga, éstas son señales inequívocas de haber perdido el punto de raciocinio y la libertad, ya que tomar como suya la revolución, como pretenden hacerlo muchos políticos y es dogma en sus partidos, es repetir la historia y quien repite la historia está condenado al fracaso.

México aun tiene mucho que dar, su subsuelo es rico, su tierra es fértil, sus litorales contaminados son fuente de alimentos, lo mismo con sus climas favorables para diversificar cultivos, y sin embargo la obtusidad de nuestra clase gobernante y la apatía de los ciudadanos hacen un caldo de cultivo que genera fracasos en ese círculo fantasmagórico de que el ciudadano espera que los políticos le resuelvan todo, mientras los políticos que son buenos para diferir, sólo dejan pasar el tiempo para no hacer nada, un día aparecen con disfraz, el otro se lo quitan, apuestan como en el pancracio la cabellera y, los únicos rapados somos los habitantes que gobiernan.

Los más de cien millones de habitantes de este vasto país seguimos viviendo en una democracia de papel viciada por la cantidad de mutantes y políticos clonados, todos son iguales y renacen cada tres o seis años. México es “El paraíso perdido” que retrató Buñuel, en donde el rostro de los pobres sigue siendo un espectro reprimido, resignado, que carga la pobreza aun en su propia riqueza, es un desarraigado en su patria, millones siguen en las grandes fajas de miseria en donde cuando les va bien comen frijoles de olla y salsa molcajeteada, por el simple hecho de que para ellos no hay ayuda o muy poca, no existen garantías, mucho menos progreso, mientras para los empresarios exitosos hay foros, proyectos, créditos y escuelas.

La clase gobernante no conoce la miseria, sólo sabe de ella por cifras o gráficas que algún bufón del sistema le presenta. Para conocer la miseria es necesario vivir dentro de las familias, saber de sus enfermedades y el viacrucis para llegar a una clínica y ser atendido. En México aunque duela decirlo, uno de los peores males es la maldita descriminación, es la mala madrastra que se hace en todos los estratos sociales del país, comenzando por los institutos creados con dinero del pueblo, principalmente de salud, educación y laboral, por eso y muchas cosas más, la sociedad vive o sobrevive con una libertad condicionada a los ajetreos que ella misma se impone y luego nos dan una ayudadita los políticos y entonces sí que estamos no jodidos, sino recontra fregados.

México el país surrealista en que André Breton (el padre del surrealismo) se quedó y se fue anonadado, el del nunca jamás, el país que se dice republicano y pertenece a unas cuantas familias, el que aun tiene mucho monte que darnos, lástima que nuestros leñadores no sepan hacer leña, es más ni siquiera usar el hacha para quitar a tanto truhán y ratas, sino todo lo contrario, el hacha la usan para talar las arcas del país, para darnos hachazos con cada sandez que sacan día a día en sus “colegiados “ debates arrabaleros en la más alta tribuna del país.