Fiesta brava
José María Mena Rentería.
Hacia mediados del año en curso la comunidad nacional de Francia logró ante la UNESCO reconocimiento para las corridas de toros en ese país, como patrimonio de su cultura.
En esa nación del primer mundo, la denominada “más bella de las fiestas” es tradición profundamente arraigada hace siglos. Igualmente en España, país de origen del arte de Cúchares.
Los toros derivan en despliegue de oro, seda, sangre y sol, enfrentados los matadores ataviados de luces a los bureles, binomio que hace posible la lidia de reses de sangre brava.
En México, la celebración de corridas de toros data de 5 siglos atrás. Sin ambages, puede señalarse que además de tradición profundamente arraigada en el pueblo, los toros son parte de un acontecer que va a la par de la idiosincrasia de los latinoamericanos.
Incontables son los cosos taurinos existentes entre la frontera norte de México y el llamado “Cono Sur”, allá por tierras de la república de Chile.
En el presente voces emitidas por los que omisos afirman representar en México a sus conciudadanos, se han elevado para establecer que la celebración de corridas de toros deben prohibirse por derivar en la crueldad de sacrificar reses bravas a estoque.
Crueldad -ciertamente- hay por doquier. Sin embargo, inexistente casi es la adjudicada al sacrificio de reses bravas porque nadie puede negar que crueldad extrema es la inseguridad que en México sofoca a la comunidad nacional. Igualmente, crueldad es la violencia que desatada a diario deja víctimas decapitadas, baleadas o destrozadas por granadas de fragmentación.
Los secuestros que en México acontecen un día sí y otro también conforman una crueldad sin límites. Están también las extorsiones a personas de todas las condiciones sociales que en la actualidad salen de sus hogares sin saber si regresarán. Eso es crueldad.
Ante tal horror, proponer prohibir las corridas de toros se antoja payasada; una “cortina de humo” mal extendida por holgazanes, pésimos émulos de los militantes de “Green Pace”, que nada hacen por impedir el sacrificio -a bala- “deportivo” y “por diversión” de fauna silvestre en centenares de “ranchos cinegéticos”. |