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Octubre 2011
Edición No. 272
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Brasil: el gigante latinoamericano

Alejandro Robledo Flores

“Democracia, para mí es el derecho de adquirir conquistas (sociales)...".
Lula da Silva.

       Lo que le sucedió a Brasil en los últimos 8 años es un ejemplo para los países, en particular los de América Latina, del derecho de los pueblos a adquirir conquistas; además de ser un líder mundial en crecimiento sostenido, reducción de la pobreza en niveles históricos, competitividad internacional y liderazgo mundial. Pero sobre todo es la muestra de que cuando hay ideas, propuestas, una sociedad involucrada y una clase política que se compromete con su país, la realidad se puede cambiar.

Brasil es una de las potencias emergentes que integran el BRICS (Brasil, India, Rusia, China, Sudáfrica), nombre que reciben los países que en los últimos años han crecido económicamente a un gran  nivel.

Es cierto que el crecimiento económico no es garantía de un mejor nivel de vida para los habitantes de un país, esto por causa de la desigualdad y la injusta distribución de la riqueza. Pero Brasil demostró ser un país incluyente. Pero todo esto no hubiera sido posible sin el liderazgo del ex Presidente Luiz Inacio Lula da Silva, aquel que fue obrero metalúrgico, líder sindical y ferviente militante comunista que luchó contra la dictadura, y que hoy es uno de los personajes más influyentes del mundo.

En la Presidencia, Lula se rodeó de un equipo con ideas y visión, conocedor de los problemas que debían tratarse con urgencia, y comprometido con el país. Con una enorme desigualdad social, marginación, pobreza e inseguridad, el gobierno de Lula inició el cambio con políticas públicas basadas en la realidad y pensadas lejos del terreno electoral y del frívolo pleito con otros partidos políticos brasileños. Como estadista, Lula se dedicó a lograr el gran cambio.

La transformación de Brasil gira en torno de la educación, la reactivación del mercado interno, la infraestructura productiva, el combate a la pobreza extrema, la creación de empresas, y una política social que garantice la igualdad.

En educación los brasileños no se limitaron a lograr mayor cobertura con más escuelas, como acostumbran los políticos mexicanos, pues eso no es indicador de una mejor educación. Se enfocaron en la generar “economía del conocimiento” a través de la educación, la inclusión de la sociedad en el tema educativo y en la capacitación para el trabajo. Utilizaron la ciencia y la tecnología como herramientas para el desarrollo y el abatimiento de la pobreza, implementando la nueva educación en base al acceso a la tecnología, la utilización de nuevas herramientas educativas, la creación de universidades, la generación de conocimiento en base a investigación y vinculación productiva.

El gobierno de Lula implementó el Plan “Todos por la Educación”, con el cual fomentó la participación de todos los sectores en la modernización educativa, se vinculó la educación al sector productivo y se consiguió el financiamiento para mejor infraestructura y tecnología de los planteles. También hubo un plan de capacitación para hacer “trabajadores certificados” esto les permitió tener mejores oportunidades de empleo y salarios.

Para combatir la pobreza, Brasil estableció un modelo social de Estado y esquemas de distrubución de riqueza para evitar que se siguiera deteriorando el nivel de vida y aumentando la desigualdad. Mediante una red de protección social se garantizó, a la gran mayoría, el acceso a la alimentación, a la vivienda, a la educación y a la salud. Para reactivar la economía interna y tener más capital humano para el crecimiento, se dirigieron al sector de población más marginado esfuerzos como: orientar la demanda, priorizar la atención y combinarlo con transferencias de recursos. Una muestra del combate a la extrema pobreza es el “Hambre Cero” un programa nacional enfocado a sacar de la pobreza alimentaria a millones de brasileños para después integrarlos a la vida productiva.

La política social para la igualdad es la propulsora del crecimiento brasileño y permitió sortear la crisis y reactivar su economía con el llamado “milagro de la multiplicación del dinero”. Con gran éxito, Lula da Silva distribuyó la renta a la par del crecimiento, no esperó a generar renta para después aumentar salarios.

La creación de pequeñas y medianas empresas (Pymes), y de empresas sociales ayudaron a generar empleos, a dinamizar el mercado interno y a reactivar las cadenas productivas y la economía social. Los brasileños crearon Pymes y Cooperativas, a través un Banco de Desarrollo Social y Económico (Caja Económica Federal), que otorga los créditos para el desarrollo y asesoría para la conducción de las empresas. Gracias a ello creció la clase media en ese país.

Brasil utilizó la construcción de infraestructura y obra pública para reactivar la economía en base a un plan de prioridades, a un análisis de las necesidades y de los beneficios a la población y a la economía. Crearon el Programa de Aceleración al Crecimiento (PAC), un ambicioso esquema de desarrollo en infraestructura en tres ejes: la infraestructura logística que atrajera inversiones, como: aeropuertos, polos industriales, ferrocarriles y carreteras. La social y urbana que genere bienestar y mejore el nivel de vida de los habitantes, donde se privilegió construir vivienda digna, universidades, transporte público e infraestructura de salud. Y la infraestructura energética y sustentable que garantice la energía para el país y que permita la investigación de alternativas de generación de electricidad, como presas y aprovechamiento de desechos.

La participación ciudadana fue fundamental para las transformaciones del país. La lucha por la democracia y contra la dictadura, (lucha en la que participó Lula da Silva como líder sindical de izquierda y la actual presidenta Dilma Roussef como guerrillera de la Vanguardia Revolucionaria Palmares) ayudó a la formación de organizaciones en los barrios y comunidades rurales. Estas organizaciones se convirtieron en núcleos de participación y debate sobre los problemas y soluciones que se presentaban en las comunidades.

Al término de la dictadura en 1985 se dio en Brasil un proceso de democratización en donde las organizaciones comunitarias incidieron en gran medida en el poder local para buscar alternativas de solución a los problemas. Hoy son experiencias exitosas y de estudio por lo que conllevan: Presupuestos Participativos, Gestión Comunitaria, Asambleas Comunitarias, Participación e Inclusión Social.

El Partido de los Trabajadores de Brasil (PT), fue uno de los promotores de esas organizaciones de participación popular, de emancipación colectiva y de combate al clientelismo y a la utilización de la pobreza por parte de las élites políticas. Los esquemas participativos que desde hace décadas se usaban, además de nuevos frentes de participación popular que fomentó el gobierno de Lula, ayudaron a hacer una mejor gestión.

En los años recientes, Brasil ha sido uno de los impulsores de la unidad Suramericana y de la integración con otros países en vías de desarrollo; del intercambio cultural, social y económico, y de la solidaridad entre naciones. Aunque todavía les queda mucho por hacer, Brasil es hoy un ejemplo de desarrollo y de inclusión social.

Y Lula es el ejemplo de un estadista que lideró su país con compromiso, visión, con la claridad de que el poder es para transformar y sabiendo que la democracia representa todo para un pueblo. Como él dijo: “La democracia es un derecho… una conquista… una palabra completa”.

 
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