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Octubre 2011
Edición No. 272
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Los indios de Norteamérica ( I)

Rubén Dávila Farías.

La batalla de “Tres Castillos”

Un escalofriante alarido cimbró la Montaña de Tres Castillos el 14 de octubre de l880. Este alarido al que siguieron otros marcó el inicio de la última batalla masiva de los apaches contra fuerzas mexicanas y el comienzo de la aniquilación de las tribus indias, dueñas por siglos de los desiertos mexicanos y las praderas estadounidenses.

El mestizo jefe Apache Victorio, acosado por los ejércitos de México y Estados Unidos llevó uno de los últimos grupos de guerreros y sus familias hasta Tres Castillos, en la Sierra de Chihuahua. Allí esperaban recuperarse del agotamiento del constante desplazamiento por el desierto, eludiendo a las fuerzas que pretendían aniquilarlos. Viajaban en 120 caballos, treinta mulas y doce burros.

No alcanzaron a establecer su campamento cuando fueron emboscados por cientos de hombres al mando del Coronel Joaquín Terrazas conocido como “El azote de los Indios” y posteriormente como el “Héroe de Tres Castillos”.

Terrazas era un cazador de indios. Gran conocedor del desierto y sus montañas y de las costumbres indígenas. Audaz, diestro jinete y muy hábil con las armas. Alguna vez alguien escribió que junto a sus habilidades y hazañas, Búfalo Bill y el general Custer, eran niños exploradores.

Victorio, por su parte era temible, calificado como uno de los más sanguinarios “bárbaros del norte”. Logró la jefatura de los apaches gracias a sus habilidades en el conocimiento de la guerra contra los blancos. Sus estrategias eran comparadas con las del más disciplinado ejército.

Mestizo, presuntamente hijo de María Arciniégas, raptada por los indios el 30 de noviembre de 1838 mientras viajaba de Castaños a Monclova, Coahuila. Las flechas indias mataron a su esposo, Pedro Fuentes, y se llevaron cautivo a un niño de siete años llamado Avelino.

Avelino regresó a su tierra en 1853 luego de varios años con los apaches. Era blanco, de ojos azules y mientras vivió, hasta 1915, sostuvo que conocía a Victorio y que se parecía a él.

En una carta de María Arciniégas desde Las Cruces, Nuevo México, pedía noticias sobre Avelino e informaba que era madre de un hijo de nombre Victorio. Luego de esa carta jamás se supo de tal mujer y ni si su hijo era del marido muerto o de alguno de los indios que la raptaron. Otra versión señala que Victorio era un mestizo de la Hacienda de Encinillas, Chihuahua, donde fue capturado por los apaches cuando tenia seis años y su nombre era Pedro Cedillo.

Como fuere, Victorio fue uno de los últimos grandes jefes de los apaches. De joven estuvo confinado en la reserva de Warm Springs, en los Estados Unidos y en el Presidio de San Carlos de donde se fugó junto con otros debido el pésimo trato que daban a los indios las autoridades, aparte de que los nómadas detestaban estar encerrados.

Un periodista escribió: “Los apaches sólo manifiestan dos emociones: Un infinito odio hacia los blancos y gran terror al encierro”.

La batalla en Tres Castillos se inició cuando el sol se ocultaba tras los picos de la serranía. Terrazas con un grupo de sus hombres y su lugarteniente, Juan Mata Ortiz, rodearon a los indígenas en las faldas de la sierra. Impulsados por el odio que sentían unos por los otros se produjo el enfrentamiento con gran ferocidad.

Victorio con algunos de sus guerreros se lanzaron en una carga suicida contra los hombres de Terrazas. Una descarga cerrada de fusilaría hizo caer muertos a hombres y caballos.

Terrazas envió al frente de sus tropas a diestros tiradores entre los que se encontraban dos indios Tarahumaras de la parcialidad Ariasachi que sentían gran odio hacia los apaches por enfrentamientos anteriores entre las dos etnias.

La leyenda indica que quien mató a Victorio fue Mauricio Corredor, indígena muy diestro con las armas que se desempeñaba como explorador de las fuerzas que luchaban contra los indios.

Irónicamente Mauricio Corredor murió poco después, cuando exploraba para las tropas de Estados Unidos y fue “confundido” como un apache hostil por soldados mexicanos.

Los apaches hicieron parapetos con rocas y se defendieron. Al amanecer se reanudó la batalla. En la mañana, la numerosa fuerza de Terrazas dio muerte al último de los defensores de Tres Castillos.

En el parte de la batalla escrito por Joaquín Terrazas, indica que su fuerza sólo sufrió tres muertos y diez heridos, y que se recogieron del campo 78 cabelleras, de las cuales 72 pertenecían a guerreros y el resto a mujeres y muchachos, lo que indica que la batalla no fue pareja.

Terrazas no conocía a Victorio cuyo cuerpo fue identificado por algunos que lo conocían y por los dos cautivos rescatados, además de que llevaba ropas propias de un alto jefe apache. También informó que hicieron 78 prisioneros mujeres y muchachos, integrantes de las familias que buscaban refugio en Tres Castillos.

Algunos indios escaparon, entre ellos Nana y Juh que al saber de la muerte de Victorio se enfrascaron en un frenesí sangriento que acabó con la vida de muchos mexicanos y estadounidenses, pero los apaches jamás se recuperaron de la derrota de Tres Castillos.

Algunas leyendas dicen que Ju murió al desbarrancar su caballo en un precipicio, otras versiones señalan que este jefe falleció viejo y de muerte natural en la ciudad de Chihuahua.

Fue entonces cuando Jerónimo se hizo cargo de la jefatura de los apaches y continuó la resistencia contra los hombres blancos.

La denominación de apache tiene dos connotaciones: Una, que les decían apaches por la costumbre de “apachurrar” la cabeza de sus enemigos con piedras; y la otra, deriva de un vocablo de los indios Zuni que quiere decir “el enemigo” y que es la más creíble.

Sin embargo, los apaches se definían así mismos como los N’de que quiere decir simplemente: La gente.

 
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