El toreo de a pie
Alberto Santos Flores.
En la entrega anterior, tratamos sobre el toreo a caballo y por qué se le conoce como arte de Marialva, así como la influencia que con la llegada de Felipe V en el año de 1700, primer Rey de España de la casa de Borbón (nieto de Luis XIV y María Teresa de España), sufre la sociedad española con el afrancesamiento de sus costumbres, y gran parte de la nobleza para no contrariar a los monarcas se incorpora a la vida de corte.
Pero los tradicionalistas no aceptaron el clima de deshispanización que imponían los nuevos monarcas y se refugiaron en sus posesiones y, puesto que habían caído en desgracia las prácticas taurómacas, calmaron su afición dedicándose a la cría de ganado bravo pues tenían grandes latifundios especialmente los andaluces. Surgiendo así la modalidad moderna de ganaderías de reses de lidia.
El arte taurómaco se revoluciona, el caballero se retira, le da paso al ayudante de a pie, éste empieza a tener luz propia en los lances con la capa o a cuerpo limpio para burlar las acometidas del animal. Los nuevos toreadores eran de origen humilde iban de pueblo en pueblo divirtiendo a la gente y cobrando por su actuación. Pronto el pueblo los convirtió en ídolos por su arrojo y valentía y ser tan próximo a su clase social.
Poco a poco cobraron resonancia en todo el territorio español nombres de toreros, destacando el de Francisco Romero, que alcanza prestigio en la década de los veinte del siglo XVIII y se erige en fundador de una célebre dinastía de toreros rondeños; inventa la muleta y da orden a la lidia e impone los tres tercios: varas banderillas y muerte, además organiza las cuadrillas en forma permanente a las órdenes del matador.
Se edita la primera revista taurina y Joaquín Rodríguez Costillares inventa el volapié (la forma tradicional de matar era recibiendo, es decir, citando con la muleta y esperando la embestida. Sin embargo los toros aplomados presentaban mucha dificultad porque no acudían al cite. Dicha dificultad se solucionó con el invento en el cual el torero va hacia el toro para enterrarle la espada. La suerte de matar recibiendo se sigue practicando y es de una gran exposición.
La fiesta era un espectáculo cruel, bárbaro, lleno de situaciones inesperadas que el público festejaba con regocijo. Un público grosero y excitado, con sed insaciable de sucesos aparatosos y llenos de peligro lograba darles gran popularidad a los toros. Se construyeron las primeras plazas permanentes en Madrid y Sevilla.
En el año 1771 murió el torero José Cándido en la plaza del Puerto de Santa María a consecuencia de dos cornadas, una en los riñones y otra en el muslo. Esto sucedió cuando el toro derribó al picador y acudió al quite Cándido tirando al toro y corriéndolo a otro terreno, con tan mala suerte que resbaló en un charco de sangre y cayó golpeándose la cabeza con tal fuerza que quedó sin sentido y el toro fue por el desgraciado espada.
Su muerte produjo una gran pena en toda Andalucía, el pueblo se conmovió por la tragedia pues un mártir entraba en la leyenda. Se compusieron un gran número de canciones y coplas populares sobre su muerte (este relato se transcribe del libro Las cornadas, de Ignacio Solares y Jaime Rojas Palacios). Ya habría otras víctimas de este espectáculo bárbaro pero no tan notables como José Cándido.
Con la dinastía de los Romeros de Ronda y los Costillares de Sevilla nacieron los toros como un arte con cánones establecidos en tauromaquias que fijaron reglas y estilos en las corridas de toros. Con el nuevo siglo las corridas de toros y el torero como profesional llegaban en su evolución a perfecciones técnicas de peso, solidez y sobre todo en las expresiones de belleza cada vez más completas y complejas: no solamente había que ejecutar las suertes sino que todo lo que se hiciera frente a la bestia tenía que tener contenido evidentemente estético.
España se convirtió en una provocación para los viajeros y sobre todo para los franceses que no resistieron la tentación de pasar los Pirineos. Fue entonces que la fiesta de toros fue descrita por escritores galos y llegó a despertar interés universal. Alejandro Dumas se identificó bajo el recio acento español y Próspero Merimée, refinado turista, se interesaba por todo, desde la literatura rusa hasta las corridas de toros, que lo deslumbraron.
Marimeé dio al mundo por 1847 su libro Carmen cuyo argumento utilizó Georges Bizet para componer la famosa ópera del mismo nombre. También Teófilo Gautier se entusiasmo por las corridas de toros y el drama taurino. Hizo la crónica de la primera guerra carlista y escribió Viaje a España. Puso el nombre que ha quedado en la leyenda de La bañista imprudente a Florinda la Cava que por su aventura con el rey don Rodrigo se aduce como causa de la invasión de España por los árabes. Una mujer fue la causa de la perdición primera...
En la próxima entrega trataremos sobre cómo el toreo a pie se convierte en el Arte de Cuchares.
En la espuerta: Es un orgullo para los saltillenses el triunfo de los ganaderos Armando Guadiana Tijerina y Francisco Miguel Aguirre Farías por el extraordinario juego que dieron sus astados en la plaza El Domo de San Luis Potosí y en la Monumental Plaza México, respectivamente (en ésta, los novillos que mandó el Nuevo Colmenar estuvieron muy por encima de los novilleros, ¡una lástima!, la plaza México no está para hacer novilleros, está para consagrarlos).
Mando un fuerte abrazo a Armando Rosales, El Saltillense, por el merecido homenaje que le tributó la comunidad como fotógrafo que tanta fama ha dado a nuestra querida ciudad. Que Dios lo guarde muchos años.
Fuentes: Juan Pellicer, José Alameda, Jaime Rojas Palacios e Ignacio Solares, Benjamín Flores Hernández y José María Cossío. |