Fray Pablo Nava,
primer capellán de Piedras Negras
Rigoberto Losoya Reyes.
Los antecedentes de la fundación de Piedras Negras se remontan al mes de abril de 1850, cuando un grupo de civiles establecieron una nueva población en un punto conocido como “Paso de Piedras Negras”, frente al Fuerte Duncan (Paso del Águila, Texas), establecimiento militar norteamericano posicionado en 1849 a raíz del resguardo de la nueva línea fronteriza. Los colonos y sus familias recién llegados, construyeron sus casas y abrieron sus labores para su subsistencia.
Posteriormente, el 15 de junio del mismo año, solicitaron al coronel Juan Manuel Maldonado, Subinspector de las Colonias Militares de Oriente, quien realizaba un recorrido de inspección y vigilancia por este lugar, les permitiera fundar una nueva población con el título de “Nueva Villa de Herrera”, se levantó el acta de fundación y se turnó la documentación a las autoridades del supremo gobierno. Un mes después, se notifica que esta fundación civil no se ratificó y la Comandancia General de las Colonias Militares de Oriente, determinó en su lugar establecer una colonia militar con el nombre de “Colonia Militar de Guerrero”.
Apoyándose con personal y recursos de la Colonia de Monclova Viejo, se organiza la nueva Colonia y dentro de las primeras necesidades a satisfacer es el aspecto religioso, por lo que dentro de este mismo mes de agosto de 1850, el Ministerio de Guerra y Marina comunica al Inspector General de las Colonias Militares de Oriente, Antonio María Jáuregui, que el Presidente de la República José Joaquín de Herrera se ha servido conceder al religioso Franciscano Fray Pablo Nava, el empleo de capellán de esas Colonias con residencia en la de Monclova Viejo, sin embargo, en opinión del propio Juan Manuel Maldonado, esta Colonia quedó muy alejada para los vecinos de las otras colonias, para efecto de atender las necesidades espirituales.
Fray Pablo Nava, recibió el grado de Capitán Primero y se le concedió pasar revista sin justificación, sin embargo, su estadía en esta región fue muy breve, pues solicita una licencia definitiva, misma que es otorgada por el propio presidente. La razón de su dimisión no se menciona, pero una de las posibilidades es que no logró adaptarse al clima de la región. Ante la ausencia de un representante del clero, los militares y civiles de las colonias de Monclova Viejo y de Guerrero, se ven en la necesidad de recurrir a los oficios del capellán de la colonia militar de Rio Grande, el presbítero Sinforiano Villarreal, tal y como se puede confirmar al verificarse en marzo de 1851 una ceremonia religiosa, donde varias parejas contraen matrimonio entre los que se pueden citar a Julio Correa con Josefa Bedolla, hija de Manuel y doña Guadalupe Peredo, originarios de San Andrés Chalchicomula, igualmente casó al Alférez Primero de la misma colonia, Ignacio Perea con Vidala Corona, hija de Ignacio y de María Ildefonsa López, originaria de México, también casó al Sargento Primero Francisco González con Dominga Cantú, al cabo José María Rivera con Isabel Vargas, al cabo Amado García con Dominga Salinas y a los soldados Macedonio Sáenz con Merced López, a Rafaela Flores con Nepomuceno Ramírez, a Santos Loya con María Josefa Sánchez y a Francisco Soto con Refugio Valle.
En marzo de 1851, El Ministerio de Guerra y Marina, comunica al Inspector General de las Colonias Militares de Oriente, que el gobierno de la república, expidió despacho de Capellán de la Colonia de Monclova Viejo al presbítero José María Ruiz, para sustituir al franciscano Pablo Nava. No se tiene la certeza si este religioso llegó a la región, pues el ministro de Guerra y Marina, comunica en mayo del mismo año al inspector general de las Colonias Militares de Oriente, que el señor arzobispo dio parte del fallecimiento del padre capellán José María Ruiz, designado para la colonia de Monclova Viejo, por lo que proporcionará otro ministro que desempeñe su plaza.
En agosto de 1853, las Colonias Militares se suprimieron y se restableció nuevamente el sistema de compañías presídiales, en medio de una lucha local entre autoridades de las colonias y los propios colonos, cuando estos desconocieron al subinspector coronel Juan Manuel Maldonado, quien se pronunció por el Plan de Jalisco con el que se retornó al sistema centralista. El coronel es objeto de una persecución por parte de los furiosos colonos, pero logra refugiarse en la población de Monterrey.
De 1853 a 1859 la población recurrió a los servicios religiosos de los presbíteros de los pueblos vecinos como la Villa de Guerrero, y Nava.
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