Ya nos cansamos de llorar
Fidencio Treviño Maldonado.
(Extracto de una grabación): Primero fue Elpidio allá por la primera crecida que trajo el arroyo del Jabalí, era una canícula muy caliente y le dijeron que no se metiera al agua, y el muy terco se tiró de un mezquite que estaba en la orilla y a los tres días lo hallaron cuando bajó la corriente, la fuerza del agua se lo llevó pa’bajo del arroyo. Elpidio era algo mansurrón pero noble, y todos lo lloramos muncho, luego de lo de m’ijo Elpidio, apenitas habíamos terminado su novenario, mi apà Jacinto se enfermó, ya no quería comer y gomitava todo, lo curó la madrina Simona, le puso yerba voladora, buscamos arroz prieto y huevos de gallo-gallina sin cresta y pos nada, en pocos días se fue secando hasta quedar de treinta kilos, aunque mi apà Jacinto ya pasaba en los noventa años todavía cortaba tunas e iba la leña, por eso uno lo extraña, él era el tronco de la familia y bueno pa’dar consejos a los muchachos.
Uno no tiene memoria, pero guarda los recuerdos, a m’ijo Lupe lo mató un toro, el tonto se metió al corral y andaban los animales en brama y con un empujón la bestia lo recargó en el corral de piedras y lo reventó por dentro, quedó en agonía y ni el humo del solpayate lo pudo despertar, y mire que el humo de esa plantita es rete harto fuerte, más cuando se hecha con todo y ráis. Las penas siempre las pintan de negro, y pos nosotros no semos pobres, semos jodidos, hasta los guachos lotro día vinieron y se llevaron a unos muchachos, quesque porque andaban cuidando la mala yerba, esa que se fuma, y es fecha que no ha regresado, y lo pior toda la ranchería anda sin sosiego, porque por un lao los guachos y por el otro los malandros.
Uno no sabe pa’ donde ganar, muchos se van a la ciudá, al pueblo grande, como la mujer de mi hijo Lupe, mi nuera, junto con sus dos críos se jue y pos es fecha que ni razón tenemos della, dicen que anda de cuzca y que vive en una barriada, yo lo digo por los nietos que todavía están chicos, ella pos ya tiene juicio y que agarre el rumbo que quiera. De primero si lloré mucho pero a juerza de costumbre pos ya no, sólo me acuerdo. Aquí en este pueblito la más feliz es Tila, a ella le va bien porque está loquita. Tila nació doce días después del eclipse grande, diciéndole a Meche la mamá de Tila que ni se asomara por la ventana, pero la muy terca quiso salir pa’ ver como se ponía oscuro en pleno día, y pos ni con ceniza rancia de nixtamal que le aplicó la madrina Simona pudo nacer buena la criatura y ahora está eclipsada, mírela siempre riéndose de todo.
Son mentiras que la miseria es bonita, quien diga eso es que nunca ha sentido hambre, ni cómo curarse un dolor y aquí en esta región es lo único que les heredamos. En este pueblito todas las mujeres que pasamos los cuarenta o cincuenta años ya casi no miramos, los ojos se nos secan de tanto llorar, de ver cómo se nos van nuestros viejos y como se acaban los hijos nuevos, esto es una telaraña de la que nadie escapa, algunas muchachas salen de sirvientas en casas grandes, otros cuidan jardines o plantitas también en casas ricas, y la mayoría se alquilan de peones de alguna construcción.
Todos prometen que regresan, pero nadie lo hace ¿Y pos a qué vienen? ¿A morirse de hambre?, hasta el panteón está lleno de yerbas, muchas tumbas abandonadas, ni a sus muertitos les train agua, comida o flores en su día, ¿ Llorar..? ¿A poco Dios nos va a hacer caso si lloramos muncho..? ya nos volvimos puros desencantos y es mejor olvidar que estar con la nostalgia de las penas, ya ni el señor curita o los seminaristas que venían acá, como que se olvidaron, la verdà no semos nada, vivimos de las añoranzas.
Aquí en Palmillas ni el aigre regresa, menos esos señores que usted dice que se llaman políticos y que nos van a hacer caminos, y que orita nos train dispensas o comida embolsada para que tachemos la hoja cuando hay que votar por ellos. Orita vamos a cortar tunas para llenar unas cajas haber cuanto nos dan por ellas, aunque sea unos veinte pesos, porque es tiempo de tunas, pero cuando no hay ... pos a buscar animalitos del monte. Aunque por allí andan algunas gentes como ustè, así bien vestiditas, que son los que cuidan los árboles y los animales del monte para que naiden les haga nada, ora ya ni siquiera pueden las gentes agarrar animalitos para comer o vender, porque dicen que es un mal al pueblo y hasta cárcel te dan, entonces la gente de qué vamos a vivir, ¿de aigre, de sol o de tierra?, porque como les dije deantes aquí no hay ni donde trabajar, ¿tonces usted como ve eso?
Parte de una grabación que realizó María Concepción Zapata Robledo, trabajadora social en una encuesta antes de levantar el Censo Nacional de Población de 2010. Se llevó a cabo en Palmillas, un ejido marginado del Estado de San Luis Potosí. |