Costumbres
Rufino Rodríguez Garza.
Los nativos de Coahuila, con la llegada de los europeos, poco a poco fueron cambiando sus ancestrales costumbres hasta que fueron exterminados allá por la mitad del siglo XIX. Fueron muy pocos los capitanes, curas o colonizadores que se hayan preocupado por registrar o anotar sus costumbres o hayan estudiado su lenguaje. En los archivos municipales y/o del estado, uno tiene que ir leyendo entre líneas para sacar algunas conclusiones. Para el colonizador, todos los indios fueron un estorbo y se dieron a la tarea de irlos acabando.
Se sabe que se pagaba para que se mataran indios; los comancheros, hombres blancos, se dedicaban como negocio a matar nativos por una paga. También se llegó a envenenar los aguajes para que no quedara huella de aquellos temibles dueños del desierto. En otros casos se les capturaba para venderlos como esclavos en las minas de Zacatecas, pero también fueron vendidos a los estancieros de las islas del caribe como Cuba y Dominicana, que recibieron nativos del Norte de México y lo que ahora es el Sur de Estados Unidos (C.M. Valdés).
Según algunos documentos del siglo XVI, Francisco Cano reporta a la intendencia de Guadalajara que los “indios eran mansos”, dóciles y “poco o nada agresivos, aunque siempre dispuestos a defender sus territorios”. Al observar los cientos de petroglifos, hemos podido identificar algunos símbolos de “territorialidad” (Rdz.1990).
Religión.- Al igual que todos los pueblos del mundo, los chichimecas también tuvieron creencias y realizaron ritos propiciatorios. El Sol era considerado como una deidad, aunque también la Luna y el planeta Venus. Tenían sacralizados a varios animales como el Puma y el Venado.Cuando la cacería era muy buena, realizaban danzas rituales pero sin acompañamiento musical, embriagandose con Peyote, que como sabemos no lo hay en todos lados, por lo que... “hacían peregrinaciones especiales”, buscandolo lejos de sus aduares.
Muertos.- En los petrograbados observamos figuras humanas en posición horizontal y/o con la cabeza hacia abajo, lo que indicaba muerte. Sabemos de algunas cuevas en las que depositaban a sus muertos, a los que se les acompañaba con sus armas y con algunas ofrendas para el viaje al inframundo. En los años cincuentas del siglo pasado se estudió una cueva, La Candelaria, en el municipio de San Pedro de las Colonias, con muchos restos debidamente envueltos y atados en posición fetal que han dado mucha información sobre la forma de vida, sus alimentos y sus enfermedades. Gracias al clima seco, los cuerpos se momificaron. Sepultaban a sus muertos en cuevas o en lugares de tierra suave o arenosos, luego amontonaban piedras encimas y plantas espinosas para que las fieras carroñeras no se comieran a los muertos. Para algunos autores, especialistas en lenguas, nos indican que “los grupos que habitaban el Norte de México se identificaban linguisticamente con los indios de la familia Hokano-oriental”.
Vestido.- En los informes de los antiguos archivos, algo se saca en claro de la vestimenta usada por los indios. El hombre nómada usaba para su vestimenta las pieles de conejo y de venado. También, para la mujer, faldillas a base de fibras (lechugilla), o de plano sin nada que los protegiera. Se tatuaban el cuerpo y la cara, esto servía para distinguirse entre si.
Alimentación.- Esta se obtenía de la caza, la recolección y cuando se podía de la pesca. Acostumbraban montar sus campamentos en la orilla de cuerpos de agua: manantiales, arroyos, ríos o lagunas naturales. De estos sitios obtenian, en ocasiones, pescado. Aunque eran sitios escasos hay evidencias grabadas que confirman la actividad pesquera: en los petroglifos de El Pelillal se localizan unos que semejan esqueletos de pescado y en Narigua, General Cepeda, hay una representación de una nasa, o trampa.
En la Hacienda del Rosario, en Parras de la Fuente, el amigo Enrique Gómez Dena y el fotógrafo Alejandro Ahumada retrataron grabados con la figura de pescados. Los nativos usaron el arco y las flechas para cazarlos en las aguas cristalinas, o modestas redes elaboradas con hilos de las fibras duras. La caza era permanente. Cazaban desde animales grandes como bisontes, osos y venados, pero también coyotes, lobos, tlacuaches, armadillos, topos, etc. También conejos, liebres, ardillones o perros llaneros.
En los grabados y pinturas hay evidencias de aves y con seguridad comían patos, codornices, palomas y pavos. El arte rupestre nos habla de reptiles que sirvieron de alimento. Así podemos referinos a tortugas de tierra y de agua, lagartijas y serpientes. En cuanto a los frutos que la naturaleza proporciona en determinadas estaciones del año, están las tunas, las pitahayas, el mezquite, los zapotes, granjenos, dátiles, flores de palma, miel de abeja, aguamiel de maguey, y en invierno raices, tubérculos, vainas y algunos insectos como gusanos de maguey y saltamontes.
Para el estudioso Paul Kirchhoff (1943), hablando de los grupos cazadores-recolectores del Norte de México decía que “....el sistema de subsistencia de los grupos del Norte se basaba en la recolección y la cacería, siendo la pesca una actividad secundaria, la conjunción de estas tres actividades y sus resultados se reflejaba en el buen estado físico de los indígenas”. Para este investigador tanto las carnes rojas como las blancas siempre se comían cocidas.
Fuego.- La manera de encender la lumbre era la de frotar una madera con otra. Fue una técnica común para producir el fuego, hacer girar un palo agudo sobre una madera plana.
Habitación.- En algunos casos eran de forma triangular (teepis), utilizaban palos rectos y largos o en su defecto quiotes de maguey, luego los forraban con pieles, zacates o tule. El capitán Alonso de León menciona que se colocaban en semicírculo. También utilizaban relices, aleros y cuando el terreno lo permitía, las cuevas. En próxima colaboración comentaré del calzado, las armas y algunos adornos.
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