Desafío
-Izquierda puede ganar
-De los Incrédulos
-El Beso del Diablo
La izquierda puede ganar. Y debe intentarlo... en 2018, cuando sean capaces sus dirigentes de reparar los actos histriónicos y armar una estructura sólida a partir de cuanto alcanzaron en las urnas: la segunda posición en el Congreso -con una representación histórica-, y la victoria en diez entidades del país. No es poca cosa si recordamos que, al inicio de la campaña por la Presidencia eran muy pocos quienes le deban alguna posibilidad de éxito; el carisma, la perseverancia y el cambio de actitud de Andrés Manuel López Obrador fueron decisivos... hasta los días posteriores a la jornada electoral.
Después vinieron las impugnaciones, el “descubrimiento” de la compra de votos, las reiteradas acusaciones sobre los excesivos gastos de campaña -lo que consta a todos a simple vista-no sólo imputables al PRI pero sí a éste con mayor magnitud, el anuncio de la inminente “expo-fraude”, una especie de adelanto de cuanto puede venir luego en cuanto a tomas de instalaciones y calles, acaso con la idea de hacer equiparable los comicios de 2006 con los de 2012. Nada más alejado de la realidad si consideramos que hace seis años el fraude fue tan burdo que el desaseo de los escrutinios saltó del IFE, lo mismo que los sudores del entonces consejero presidente de este organismo, Luis Carlos Ugalde, y del aspirante oficial, Felipe Calderón, hacia una sociedad inerme y en estado de indefensión ante un gobierno obcecado por asegurar la continuidad política al costo que fuese.
Y este es un punto de los más trascendente: como si de un acto de magia se tratara, López Obrador logró convertir al PRI, antes de tiempo, en el partido oficial... cuando en realidad gobierna el PAN y lo hará hasta diciembre de este año. Esto es: por las efervescencia de las acusaciones, difíciles de demostrar jurídicamente, da la impresión de que el PRI es el partido en el gobierno y, por ende, el instituto capaz de ejercer el poder presidencial y sus derivados en la cruzada por asegurar la máxima posición ejecutiva del país; y se olvida, en contrapartida, que es el PAN cuyos alcances no tienen límites como ya demostró en 2010 cuando fue capaz de aliarse a su antípoda, el PRD, en plena debacle de los usos morales de la política, rompiendo la historia además.
De allí que persista el rumor sobre la posibilidad de invalidar los comicios -si Calderón une sus fuerzas al adversario quien se negó a reconocer su gobierno-, con tal de retrasar la llegada del PRI a Los Pinos... aun cuando este partido, dada la composición del próximo Congreso y si el dictamen del TRIFE se extiende, como es de esperar, hasta septiembre, tenga el privilegio de obtener mayores consensos a favor de uno de los suyos para un supuesto presidente interino, en concreto Manlio Fabio Beltrones, el político que mejor maneja la banca de espera.
Lo que no mide Andrés Manuel es el daño causado a la izquierda. Se vio en 2006, cuando se caricaturizó a sí mismo imponiéndose la condición de “presidente legítimo”, al derrocharse el capital político acumulado sin destino cierto después de la “inatacable”decisión del TRIFE que validó el fraude evidente. De una manera u otra, el hecho es que el PRD y sus compañeros de asedio se desbarrancaron en 2009 y cayó muy hondo López Obrador al grado de convertirse, como decían sus cercanos, en una especie de misionero recorriendo los caminos de México como si fueran los del apóstol Santiago en el norte de España.
Una resistencia excesiva, extemporánea, intolerante -en plan de agitador cuando otros grupos se radicalizan como el #Yo Soy 132, peligroso porque comienza a exudar un tufo muy parecido al de 1968-, determinaría una nueva y estrepitosa caída de la izquierda hacia el abismo, junto con otros presuntos aspirantes a la silla presidencial, como son los casos de Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera. Todos se deslizarían hacia abajo como una especie de alud, desperdiciando cuanto han avanzado.
Bien sabe Andrés Manuel que lo suyo es buscar una quimera; no es bien visto por las potencias occidentales porque, entre otras cosas, no sólo no lo conocen sino también es identificado con el chavismo venezolano con los jaquecas mundiales producidas. Lo sabe bien y no cede como si su intención fuese destruir la ruta trazada sólo por la soberbia de no haber sido él quien alcanzara el final. Lo suyo no son los relevos -ahora que se desarrolla el atletismo olímpico- sino las pruebas de maratón en las que, por supuesto, cada mes y cada año cuentan una barbaridad. Ni queriendo, con su desgaste personal y político, podía alcanzar el 2018. Acaso por eso insiste, como los maridos despechados que asesinan a su esposa porque no toleran verla con otro: “yo o nadie más”. Y esto es un profundísimo acto de egoísmo.
Nada de bueno puede acarrearle al PRD y sus acompañantes, tal postura que, por supuesto, de acuerdo al plan trazado al milímetro, va extremándose para poner en jaque al nuevo gobierno -hasta pelearía un hipotético interinato para un perredista, posiblemente su esposa Beatriz, tan encandilada a últimas fechas al más puro estilo de algunas damas llamadas “primeras” listas a reemplazar al consorte-, y ser coronado héroe civil aun con el alto costo que tal produciría, no sólo en la economía interna sino igualmente en la imagen del país ante los mandatarios que ya brindaron su beneplácito al candidato que muestra contar con tres millones y medio de votos de más. No es cualquier cosa, claro.
Lo útil, en todo caso, es que la izquierda aproveche a Andrés Manuel, como el líder que es, y no que éste obligue a las dirigencias de tres partidos a exprimirse hasta la médula para exaltarlo a él. Esto es, exactamente lo contrario de lo que cabría suponer si, de verdad, habláramos de un demócrata y no de un “ambicioso vulgar”como él insiste que no es. Usamos sus palabras y las cotejamos con la realidad. No existen especulaciones sino hechos sucintos.
Los mexicanos requerimos tranquilizarnos no azuzar la hoguera de la violencia que, curiosamente, volvió a tomar forma apenas cesaron las campañas. Nunca hubo cenizas sino simplemente se esperaron noventa días para volver a encender los ocotes del odio. Y de allí no salimos.
Debate
Es fama que el poder corrompe. Sólo los espíritus notables, vacunados contra la fatua opulencia de quienes atesoran fortunas para sentirse superiores sobre todo cuando desarrollan funciones públicas, esto es cargándose hacia la digna medianía de la que hablaba Juárez, el mayor de los mexicanos, sobrellevan las permanentes tentaciones que van desde la riqueza fácil hasta la intolerancia aguda, elementos ponzoñosos que desnudan conciencias.
De esta premisa surge el escepticismo. La amarga experiencia electoral de 2006, por ejemplo, extendió la incredulidad general sobre los supuestos avances democráticos y desembocó, sin remedio, en una suerte de cinismo colectivo que habilita una compleja dualidad: con el mismo talante se aprueba y rechaza la actuación de los gobernantes, esto es repudiándolos en privado pero avalándolos en el seno de los distintos corporativos. Por ello, claro, los ex mandatarios, desde Salinas hasta Fox, mantuvieron altos índices aprobatorios aun cuando nadie los defendía de los severos señalamientos que los ubicaron como predadores impunes.
Veamos otra perspectiva, la de las socorridas encuestas. Sólo creen en ellas los que, como contratantes de las mismas, figuran al alza; los demás no sólo dudan sino se inconforman, patalean, descalifican y se exhiben como intolerantes porque consideran que los métodos seguidos por quienes las realizan están sesgados por los compromisos soterrados. Eso sí: las confusiones que siembran posibilitan privilegios a los manipuladores de oficio.
Para colmo, los cacicazgos, se repiten sin cansancio, sólo pueden subsistir en los pueblos que los toleran. Entonces, ¿sólo la sociedad es culpable? Y no sólo los priístas conforman los cacicazgos.
La Anécdota
Hace dos años, en la fase final de la Feria de San Marcos, los Fox, ella y él naturalmente, muy orondos, se dejaron ver -Vicente, habano en ristre, y Marta con sus muchas faldas-, al lado del desprestigiado ex gobernador Reynoso Femat. Esto es como si, de plano, respaldaran al mayor predador de los mandatarios surgidos del PAN en fase en que éste prepara su sucesión y la consiguiente alternancia para salvarse así las espaldas. Antes, el de las botas colocó a la hidalguense Xóchitl Gálvez en la picota al exhibirse como apoyador sin el menor respeto por la controvertida alianza izquierda-derecha, reduciendo con ello los espacios de su antigua colaboradora“indigenista”.
Al paso de la pareja ex presidencial, uno de sus correligionarios me dijo:
-Para Vicente la única lealtad es consigo mismo. No le importa nada más. Primero, los reflectores; después, las fidelidades partidistas. ¿Y sabes por qué? Porque se siente la viva representación de la historia patria. Después de él, debe decirle Marta, el diluvio.
Los escépticos y olvidadizos mexicanos, para colmo, lo permitimos. Abundaremos.
- - - - - - - - - - - - - - - - -
Nunca habrá mayor pecado, en el México actual, que promover el odio irreconciliable y la intolerancia extrema contra la expresión libre de cuantos no opinen igual. No todos son mercenarios así como no todos carecen de la sensibilidad política para llegar a acuerdos y no provocar el caos.
- - - - - - - - - - - - - - - - -
|