Alabanza al sol
Arcelia Ayup Silveti.
Me sorprende mucho la tenacidad e ingenio de los norteamericanos. A un lugar simple le invierten gran infraestructura y lo hacen grande. En cambio, nosotros los mexicanos tenemos lugares bellos, pero descuidados. Hago referencia porque recientemente visité con mi familia el parque de diversiones Wonder World en Austin, Texas, cuyo atractivo es un zoológico, una estancia sin gravitación y unas cavernas.
Para ir al zoológico te llevan en un tren y cruzas una cascada artificial, atrás de ésta, sólo hay un rústico túnel. Es un espacio de mediano tamaño con venados, pavorreales, ñandúes, chivas y coquenas. La diversión de la sala antigravitacional es por supuesto, la dificultad para mantenerse de pie sin asideras, así como ver el correr del agua en sentido inverso al que estamos acostumbrados.
Conocer las grutas te lleva 40 minutos en una visita guiada. Conoces diferentes áreas, capas rocosas, conformaciones naturales y diversos tipos de metales. Siempre estuve a la expectativa de algo más, parecido a nuestras majestuosas grutas del Rosario del municipio de Lerdo Durango o las de Villa García de Nuevo León. Ninguna área me pareció espectacular, pero era de admirar el entusiasmo de los guías y el orgullo al mostrar sus “beldades”. Eso sí me dio envidia, porque nosotros tenemos cientos de lugares hermosísimos y ni siquiera nos detenemos a conocerlos, mucho menos nos preparamos para admirarlos y presumirlos.
Esa tarde nos encontraos con una familia amiga lagunera que estaba de paso por allá. Nos invitaron al Oasis para ver el atardecer. Se trata de un centro comercial principalmente con bares y restaurantes con vista a un pequeño brazo de la presa. Lo interesante es justamente contemplar el atardecer. Van personas de todas las edades apuradas para llegar a tiempo al espectáculo natural. Ahí vi por primera vez gran cantidad de jóvenes norteamericanas delgadas y bonitas, muchas de ellas con femeninos atuendos y las típicas botas texanas.
Los restaurantes se saturan, en especial cuando cae la tarde. Acuden roqueros, personas mayores, niños y jóvenes con el mismo fin de apreciar con calma como el sol se toma su tiempo para ocultarse detrás de las montañas. El sol que apreciamos era enorme, rojo como el que vi en Manzanillo, Colima. Hay veleros y lanchas, algunas personas se quedan en la arena a descansar. Lo más lindo fue que cuando el sol se despidió, todos los asistentes al unísono le aplaudieron, como una alabanza por su belleza y porque nos permitió admirarlo.
Nuestros amigos nos contaron que hace un par de años ese Oasis era totalmente virgen, tenía solamente dos improvisados puestos con venta de mariscos, mesas y sillas cobijadas por grandes parasoles. Lo que nosotros vimos fue un gran centro comercial de primer mundo, con restaurantes modernos, con materiales finos y sofisticado mobiliario. Enormes esculturas, un estacionamiento de tres pisos y dos más verticales. La pulcritud y organización eran notables en todas las áreas, iniciando en el estacionamiento, ya que te señalan donde exactamente debes de poner tu auto.
Reitero, eso sí me agrada de los gringos, su endiosamiento y orgullo hacia su tierra, que quizá no es tan linda como la nuestra pero ellos la agrandan, le invierten para embellecerla, se documentan, la cuidan, la promueven, la conocen y la quieren. ¿Habríamos hecho nosotros lo mismo si fuera todavía nuestro terreno? ¿Qué harían ellos si tuviesen nuestras grutas del Rosario, las grutas de Villa García o Manzanillo?
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