Regresó el orden al gobierno
de Coahuila
Jorge Arturo Estrada García.
La llegada de Enrique Peña a Los Pinos decreta el fin de los gobernadores priístas todopoderosos. También, marca un cambio en la forma de hacer política y establece una serie de contrapesos. Este evento, también establece el final del moreirato. Es el fin de una era oscura y nefasta para Coahuila, en muchos sentidos. Los gobernadores del tricolor, difícilmente podrán imponer a su sucesor. Y es imposible que dejen a un hermano.
El Presidente Peña, será el fiel de la balanza y el encargado de contener los excesos y las irresponsabilidades de los gobernadores de su partido. También, él será el gran hacedor de carreras políticas. Un nuevo sol aparece en el horizonte político de los tricolores.
Para el convulso medio político en Coahuila, de un plumazo, la inclusión de Enrique Martínez en el gabinete presidencial, genera nuevos contrapesos. Los escenarios se transforman.
El gobernador, Rubén Moreira, comprendió que los contextos se modifican con gran velocidad, y que el tiempo corre en su contra. En el marco de su Primer Informe, Rubén se deslinda de su antecesor y reparte culpas. Y él también, con esta acción, define el final del moreirato.
El moreirismo, como grupo, era pequeño y de bajo nivel, en su mayoría eran operadores electorales. La incrustación de varios actores políticos por parte de Rubén, vino a nutrirlo, a enriquecerlo y a fortalecerlo. El moreirato duraría 24 años, aseguraban sus miembros más destacados.
Humberto, se queja de que la mayor parte de su equipo y de su gabinete fue colocado por Rubén. También dice que ellos lo abandonaron, lo traicionaron y se sumaron descaradamente al proyecto del ahora gobernador. Ahora se autodenominan rubenistas.
Es cierto, lo dejaron solo, muchos de ellos fueron desleales, se enriquecieron desmedida- mente, y no metieron las manos para defender a Humberto cuando cayó en desgracia. Estaban haciendo negocios y disfrutando de la buena vida.
El ex gobernador Moreira se mantiene en pie de guerra, y estremeciendo la escena política. Se ha convertido en un personaje incómodo para muchos. Sigue siendo un excelente comunicador, pero carece de argumentos sólidos para su defensa y las cuentas no le salen, las cifras no le cuadran y ya son muy pocos los que le creen.
Humberto era un seductor de masas. Carismático, frívolo, mentiroso e irresponsable, él arruinó a Coahuila con sus derroches y engaños. Siempre fue un excelente candidato, pero un pésimo funcionario y administrador. Eso nunca le importó, sus ojos siempre estaban en su siguiente puesto político.
El ex gobernador contó con más de 120 mil millones de pesos de presupuesto en sus 5 años de gobierno. Pero además contrató y se gastó a escondidas 28 mil millones más. Prácticamente se gastó casi 150 mil millones de pesos. De los cuales, no se conoce el destino de por lo menos 30 mil millones, y hay, todavía, 8 mil millones que no cuentan con comprobantes fiscales que los respalden, según la Auditoría Superior de Coahuila. Esos “detalles” financieros serían motivo de delitos y cárcel en cualquier país desarrollado. Pero no en Coahuila.
Un mal gobierno es tóxico para la competitividad de un estado. Con Humberto, Coahuila retrocedió del cuarto al sexto lugar en esta materia según el ITESM. Su pésimo desempeño ocupa el lugar 28 en el rubro de Eficiencia Gubernamental, lo que dañó drásticamente la calificación estatal. Pasó lo mismo que con las calificaciones financieras.
Al iniciar su Primer Informe, Rubén Moreira aseguró que: “el gobierno no se volverá a endeudar y tampoco nunca vamos a comprometer el interés futuro de los coahuilenses”. Sin embargo, le faltó comprometerse a castigar a los responsables de desaparecer el dinero de los coahuilenses.
Rubén, se tardó un año en reconocer que recibió al estado en condiciones desastrosas. Que la deuda era desproporcionada y que significa un lastre muy pesado para el desarrollo de Coahuila.
El gobernador, reconoció ampliamente que en su primer año de administración enfrentó tres herencias negativas: la deuda pública, la inseguridad en el Estado e infinidad de programas sociales “insostenibles”. De esta forma, ya dio un primer paso en el camino para construir confianza hacia su gobierno. Pero, aún le falta. No ha hablado de castigos.
Hace varios meses lo escribimos en este espacio. Rubén debía deslindarse de los excesos e irresponsabilidades de su hermano, sólo así conseguiría el respeto y el respaldo de los coahuilenses.
Es sencillo recurrir a la simulación, y argumentar que las decisiones están en otras instancias. Los dóciles diputados de Coahuila han rechazado sistemáticamente aclarar los detalles de las malas cuentas de Humberto. Así, encubriendo a pésimos funcionarios y a prófugos de la justicia, han avanzado en sus carreras: Fernando de las Fuentes, Hilda Flores, José Luis Moreno, Víctor Zamora, Jorge Alanís, los Juan Marcos, padre e hijo, Ricardo López, Eliseo Mendoza, Enrique Martínez Morales, etc. Todos ellos obedecen los dictados del Palacio Rosa.
Javier Villarreal y sus cómplices, ni siquiera han sido boletinados a la Interpol. La procuraduría local se encargó sólo de acusarlos de un delito no grave, no se investigaron los desvíos y las malas cuentas. Tipificar el peculado y el enriquecimiento ilícito ha sido evitado a toda costa.
Víctor Zamora, Ismael Ramos y Jesús Ochoa aseguraron que no falta un solo peso en las cuentas de Coahuila. Si conocen con tanto detalle cómo y en qué se gastó el dinero, ellos se encargaron de hacer los pagos, los cheques, vigilar las cuentas bancarias, ingresos y egresos, los contratos y licitaciones, entonces por qué no han explicado en dónde quedó el dinero y a cuáles cuentas bancarias fue a parar. Más engaño y simulación.
Humberto, permitió que se metieran y se enraizaran las bandas criminales. Rubén se encargará de sacarlas: “Cuando dije que de la inseguridad me encargo yo, es porque hacía falta que alguien se encargara. Sabía del reto y no voy a descansar en estos cinco años para sacar al crimen de nuestro estado”, expuso. Y lo está intentando con decisión.
Coahuila es un ejemplo palpable de gobiernos desastrosos. Buenos candidatos no siempre resultan gobernantes competentes. Rubén también heredó una camada de pésimos alcaldes. Olmos, Jericó y Oceguera, son muestras del bajo nivel al que ha llegado la clase política coahuilense. Ellos son demagogos, frívolos, mentirosos, opacos y sólo interesados en construirse imagen y plataformas políticas con los recursos públicos.
La calidad en los liderazgos locales es muy dispareja. La nueva clase política que creó el moreirismo, es de un bajísimo nivel. El gabinete de Rubén está fortalecido por personajes de relevancia, pero debilitado por la presencia de Noé Garza, Heriberto Fuentes, Francisco Saracho, Claudia Morales, Homero Ramos, Miguel Ángel Riquelme. En once meses se han realizado 12 cambios y muy pocos para mejorar.
Hay un “nuevo gobierno” con orden y transparencia, declaró el gobernador. No obstante, la transparencia todavía no es un hecho en Coahuila. La mayoría de las solicitudes de información se topan con innumerables obstáculos. Los enormes gastos en terrenos, edificios, vehículos, en publicidad, en aviones privados y adquisiciones del sexenio de Humberto son rechazadas y permanecen inaccesibles. Y el modelo se replica en los ayuntamientos.
Rubén ha gobernado cuesta arriba. Trabaja sin descanso y sin pausa; con la agenda llena. Sin duda, Coahuila y sus retos demandan a un gobernador responsable y trabajador. Sin embargo, es evidente que también reclaman a un estratega que defina rumbos, que visualice escenarios, que analice contextos y que dirija los escasos recursos financieros disponibles hacia metas estratégicas, que detonen el desarrollo de la entidad hacia la competitividad plena en la economía global del siglo 21.
Ya vamos tarde en la era de la sociedad del conocimiento. Las fortalezas actuales de Coahuila, sobre todo en las manufacturas y la explotación de materias primas, se consiguieron desde hace muchos años.
Sin embargo, los empleos de calidad ya no son los industriales y mineros, los de operarios de mano de obra barata. Es necesario emigrar hacia los de mayor valor agregado y mejor pagados. Hay que evolucionar, y hay que hacerlo ya. Las demás regiones del país y del mundo ya lo hacen. Además, ellos no tienen la enorme carga del servicio de la deuda, equivalente al 13 por ciento del presupuesto anual que tiene Coahuila.
La leche, el sorgo, las cabras son actividades de la primera ola. La industria es sinónimo del trabajo del siglo 20. Los logros en estos rubros fueron importantes para el progreso de las décadas pasadas. Pero es momento de ver hacia al futuro. De dar un salto e insertarnos al siglo 21.
En Coahuila, la educación atrapada en la mediocridad, tenemos los lugares 28 y 29 en matemáticas y español en las pruebas Enlace. Ya no basta construir aulas, se requiere una reestructuración a fondo del modelo educativo. Con maestros de clase mundial. La calidad es la palabra clave. La innovación, la ciencia y la tecnología son la llave del progreso y nada hemos avanzado en eso.
El gobierno de Rubén es ambicioso y construye nuevas universidades. También promueve, tímidamente, mayores matrículas en ingenierías. Quiere una escolaridad de 11 años. Pero no hay políticas públicas eficientes respecto a la calidad de la educación, con parámetros de clase mundial.
Los datos cuantitativos son impresionantes, en materia educativa. Los cualitativos son decepcionantes. Los ingenieros no bastan, hay que alentar los postgrados y los centros de investigación e innovación. Hay que sentar las bases de la sociedad del conocimiento. Es urgente generar nuevos clústers del siglo 21, y alejarse del triunfalismo de los resultados que aportan las actividades de la era industrial.
Ya es tiempo de alejarnos del modelo de ofertar mano de obra barata y evolucionar a la generación de talentos. Se requiere pasar de la manufactura a la “mentefactura”. Las carreteras del siglo 21 están en el ciberspacio y la conectividad.
Rubén debe convocar y encabezar una revolución educativa. Pero debe comenzar con elevar la calidad de los maestros y de las escuelas en las que se forman. Así como se requieren policías confiables y bien pagados, así urgen los maestros certificados a nivel de excelencia y de clase mundial. De otra forma, seguiremos produciendo alumnos y egresados mediocres, y poco competitivos. El principal activo de Coahuila debería ser su gente y su talento, y no los sueldos bajos de la era industrial.
En su primer año de gobierno, Rubén Moreira, no ha podido salirse de la burbuja que sus cortesanos fabrican en su entorno. Esta burbuja, distorsiona su visión de las cosas. Sus amigos y colaboradores no son tan capaces, ni tan eficientes, ni tan trabajadores como él lo expresa. Los datos duros que presentan son engañosos. Las cifras están maquilladas, y el tono es triunfalista y poco adecuado.
Gobernar es comunicar. Rubén regresó el orden al gobierno de Coahuila e inició los procesos para arreglar las cosas, pero los resultados óptimos, aún están muy lejos de conseguirse. Hay demasiadas fallas y retrasos.
Sin estrategia de comunicación, su accionar y su trabajo es poco comprendido, y él sigue siendo percibido como un personaje lejano. Como un personaje ajeno a las vidas y a las soluciones de los problemas de los coahuilenses.
Humberto nadó en la abundancia y a Rubén le tocaron las vacas flacas. Las fortalezas de Rubén son variadas y grandes, pero no han sido debidamente comunicadas, ni exploradas. Hay mucha mayor calidad en su liderazgo.
La comunicación debe acercarse a la excelencia cuando los recursos escasean. Es cuestión de armonizar los contextos y los escenarios. Hay que conectarse con la población. Pero hay que hacerlo sin engaños ni mentiras. No hay necesidad de publicitar obras heredadas, ajenas e incompletas. Esa es una regla básica, y también un grave error romperla.
Los enormes problemas que heredó y las nuevas circunstancia nacionales y locales han debilitado a Rubén. Le arrebataron, desde la Luna de Miel hasta el período de gracia de un arranque de sexenio. Ha tenido un primer año de gobierno de pesadilla, literalmente.
Sin embargo, el gobernador tiene potencial. Por su perfil personal, Rubén es valiente, y está muy calificado para gobernar Coahuila. Sin embargo, es preciso que se mantenga alejado del halago frecuente y del aplauso fácil. El gobernador Moreira, deberá abrirse a respetar y escuchar a quienes piensan diferente que él.
Se acabó la era de los virreyes. Y también es el fin de una época de absolutismo. Para Rubén, es momento de decidirse a ser un buen gobernador. Él, necesita el respaldo de los coahuilenses para sortear las crisis de inseguridad, de corrupción y financieras. El gobernador deberá admitirlo, y los ciudadanos tendrán que ser convencidos.
Rubén tiene la oportunidad de asumir un nuevo rol. Pero primero debe comprender que es un empleado de los ciudadanos, y no un Santa Clós que prodiga “beneficios”. Si trabaja bien y con acierto, los resultados de ese trabajo se reflejarán en una mejor calidad de vida y amplias oportunidades de progreso para todos. Y, esencialmente, para eso lo contratamos.
Si no lo hace, serán cinco años más de interminables batallas. Y cada vez más, mayor soledad e incomprensión.
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