La responsabilidad pública de los partidos políticos para construir una mejor sociedad
Luis Fernando Hernández González.
El sentido de toda organización política se fundamenta en el propósito de atender la unión, la armonía y el entendimiento dentro de un orden legal para servir al conjunto social que se busca representar, intrínsecamente su quehacer, es también el elevar las condiciones generales de comprensión y superación que demanda la población para su desarrollo en todos los aspectos.
Comento a ustedes lo anterior al ver la escasez de trabajo político de algunos partidos nacionales, cuando descalifican las contiendas electorales, alteran con sus controversias la voluntad popular y ponen en instancias judiciales el destino de definición de autoridad mediante el uso de litigios, lo que el voto popular les negó en las urnas.
Arrebatándole de esta manera a la política su función como fuente de conciliación entre gobernados y gobernantes, provocando con esta acción el menosprecio de la voluntad popular, en donde se dice teóricamente en el texto constitucional, es el sitio original de emanación de la máxima autoridad.
Olvidan estos partidos, tanto de izquierda como de derecha, ceñirse al respeto que les establece la ley, de ser instituciones constitucionales y entidades de orden público, cuando son ellos quienes pasan por alto la observancia social que contempla su participación, tirando a la borda los principios de constitucionalidad, legalidad, certeza, independencia, objetividad, equidad y profesionalismo como elementos de su concurso, y así enfatizar la socialización de la actividad política, el análisis y debate de las cuestiones públicas, y de igual forma la legitimación del interés democrático procesal para proclamar el anuncio de una nueva autoridad.
Son las nomenclaturas nacionales partidarias, los círculos de interés desde donde se contribuye con estas acciones para acrecentar el deterioro de confianza y estimación que tiene esta actividad pública, al ser ellos en quienes aprecia la ciudadanía los despojos que se implementan en política contra el pueblo mexicano, el mismo que ve con impotencia el reparto de prerrogativas y franquicias, en donde poco o nada importa el pueblo, mucho menos las situaciones que gravitan en la grandes masas de población como son la pobreza, la desnutrición, la salud, el desarrollo humano y el propio que requieren las comunidades del país.
Se olvidan estas entidades públicas de sus obligaciones y deberes, fundamentados en la convicción del concepto político para buscar el bien como lo es la actitud emprendedora y dinámica de la sociedad, que es el elemento angular de toda actividad estratégica que se promueva, de ahí el por qué se le relacione a esta diligencia consistentemente con los parámetros de medición eficiente de toda planeación indispensable, en donde por supuesto infiere preponderantemente la vocación, la congruencia, la convicción, los objetivos y las metas por alcanzar en cualquier organización que se establezca los mejores resultados.
Esta importante función de identificación de propósitos políticos, permite visualizar efecto y error, es decir si se va en la ruta correcta de pretensiones o bien si el mismo diagnóstico de evaluación indica fallas y tropiezos, tiempos y momentos para enderezar los criterios operativos de la política, y así alcanzar planes y proyectos, ese y no otro es el principio fundamental de toda acción política que se debe de ponderar en conciencia, supervisando, verificando, analizando y valorando.
El éxito de todo esfuerzo organizativo en cualquier trabajo que se emprenda, está cimentado en el vínculo humano de comunicación interactiva entre emisor y receptor, consistente en la promoción abierta entre los espacios de participación con responsabilidades y fines por alcanzar dentro de un universo de competencia, experiencia que está demostrada en la empresa, el deporte o bien en cada una de las tareas de la propia estructura social que busque escalar exitosas realizaciones.
Descalificaciones y reyertas, guerras sucias y lodo, agréguese judicialización impopulares, son los métodos empleados por los partidos de izquierda y de derecha para hacer política de alta intensidad, al crispar con toda agudeza el entendimiento social bajo los cuales buscan ellos afanosamente ganar elecciones.
Mandando de esta forma al desprecio su origen y vocación que les crea, que es la aportación indubitable que tienen como instituciones de interés público para construir una mejor y responsable sociedad, en donde confluyan las aportación de enfoque, debate, consultas, compromisos y propuestas, para la edificación de una superior sociedad que brinde justicia, orden, equidad e igualdad entre sus habitantes.
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