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Febrero 2011
Edición No. 276
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Desafío

-El Proyecto de Peña
-¿Retorno de Mafias?
-De Esposas e Hijos

Rafael Loret de Mola.  

Como ya se dieron cuenta los presuntos electores, incluso aquellos que presumen de ser priístas acérrimos e incluso cercanos al ex gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, precandidato único del PRI a la Presidencia de la República y vanguardista en la justa de acuerdo a las socorridas encuestas, no es un hombre de brillantez notable ni de cultura excepcional; tampoco ha dado muestras de ser un visionario aun cuando se le observa como un personaje carismático capaz de producir explosiones con su sola presencia... como algún cantautor de moda. Sus conocimientos son apretados y los justos en cuanto al conocimiento de la geopolítica nacional. Y, pese a ello, mantiene un puntaje notable de cara a las elecciones federales de julio próximo.

El perfil descrito bien pudo servir para definir, durante sus respectivos lanzamientos, a los dos mandatarios surgidos de la derecha desde 2000. Vicente Fox, cuya incultura sigue siendo nota por sus constantes traspiés en sus bien remuneradas presentaciones, no atinó nunca a sus referentes; y Calderón, hombre de mediana estatura política, siempre fue visto, a lo largo de su campaña en 2006, como el menos malo entre cuantos votaron por él haciéndole el caldo gordo. No es la academia la mejor de las armas para arribar a la Presidencia. De hecho, una de las discusiones de mayor calado cuando elaboré 2012: La Sucesión fue, precisamente, la incontrovertible mediocridad de buena parte de los hombres públicos porque los más brillantes optaban por incorporarse al sector privado con mejores sueldos y menos fiscalizados. Y tal fue aceptado por miembros de los distintos partidos políticos.

El fenómeno Peña surgió cuando, en los prolegómenos de la sucesión de Arturo Montiel en la gubernatura del Estado de México, sin ser el más visible ni por ende el más conocido, dejó atrás en la carrera a elementos con experiencia y colmillos suficientes, incluso a la familia con mayor influencia económica y política, los Hank, para ganar una candidatura sorprendiendo hasta a los analistas de mayor calado. Y no sólo eso: a partir de entonces, su aspecto juvenil y su galanura, con una familia en apariencia bien integrada y moralmente impecable, le dieron el visto bueno no sólo de los mexiquenses sino de buena parte de los mexicanos. Cayó bien y se hizo célebre por sí... hasta que los medios de comunicación se interesaron por él y le encumbraron. Casi de inmediato, en plena campaña por el gobierno de su entidad, comenzó a hablarse de sus posibilidades de ser candidato presidencial aun cuando el PRI, con sus enfrentamientos internos, no parecía una ruta segura, mucho menos con Roberto Madrazo, tan cuestionado y descalificado por un amplio sector de priístas, como abanderado.

Y entonces comenzó a examinársele con más curiosidad que rigor. ¿Acaso no fue notable que los malos referentes sobre su actuación gubernamental llegaran casi al final de su periodo y no durante éste cuando todo era ensalzamiento? Incluso, algunas de las trampas en las que cayó, como los escandalosos casos de los reprimidos de Atenco y la burda actuación policíaca en el caso de la pequeña Paulette Gebara, no mermaron su popularidad como muchos estimaban y dejaron de sonar al tiempo que crecía la oleada, o la cargada, a favor de su postulación. Ningún daño le hicieron los tropezones... pero las cosas han cambiado en esta larga e inútil precampaña.

Sus continuados traspiés, lo mismo culturales -al equivocarse de autores ensoberbecidos que le descalificaron enseguida-, que sociales -al desconocer el precio de las tortillas porque eso es cosa de las amas de casa-, le pusieron en un nivel, digamos, más terrenal y fue entonces cuando sus incondicionales comprendieron que, al contrario de cuanto creían antes, no tenían segura la elección, recordaron cuanto sucedió a López Obrador hace seis años y entendieron que contra la parafernalia presidencial debe irse con mucho tacto y cuidado. Pese a ello, el hecho es que Peña Nieto no parece ser quien mejor se presente a los debates inevitables ni mantenga el discurso más fructífero políticamente al lado de elementos con excepcional habilidad, tal el caso de Andrés Manuel, o blindados por cuartos de guerra financiados por el Ejecutivo debajo del agua; nos referimos, claro, a los exitosos autores de la campaña sobre el peligro para México que puso en jaque al abanderado de la izquierda hace seis años. Ahora tienen su propio proyecto: desbaratar al de Peña porque observan que éste no va a reconocer, en momento alguno, deberle a Calderón y su régimen su presunto triunfo electoral, si al fin se impone a las vicisitudes, incluso las por él creadas.

Como Peña no es un líder natural nato, sino tiene mucho de oropel, en ello consiste su debilidad y, por tanto, en tal se centran quienes tienen la misión de devastarlo como ya hicieron con Humberto Moreira Valdés, quien creyó haber alcanzado el cenit cuando comenzó su derrumbe. Lo sucedido con el ex gobernador de Coahuila debiera ser ejemplo y guía de por donde van los tiros contra Peña, sobre todo porque hay cosas sobre las que es indefendible por el momento: la protección a sus antecesores, sobre todo el multimillonario Montiel, las sinuosidades de la muerte de su esposa, Mónica Pretelini, y la cercanía evidente con algunas de las figuras políticas del priísmo más repelente, con Carlos Salinas y Ernesto Zedillo a la cabeza, por igual. Tomen en cuenta este aserto, amables lectores, para después comprender el contexto.

Así, que las predicciones de los brujos mayores no son suficientes aunque impacten a los ignorantes. Es necesario que Peña se prepare, en serio, para subir al ring en donde la pelea no será limpia ni valdrá al apoyo incondicional de los comentaristas.

Debate
Durante las dos largas conversaciones que sostuve con Peña Nieto para la elaboración de 2012: La Sucesión , fue notorio, para mí, su interés en dejar bien claro que requería, por el momento, sumar para luego poner las cosas en su lugar. Recordé, por unos segundos, un diálogo con el ex presidente Luis Echeverría, hace años en su casa de San Jerónimo, cuanto éste me dijo, respecto a Luis Donaldo Colosio:

-La verdadera dimensión de los hombres públicos la da el ejercicio del poder.

Con ello quería significar que la prudencia de Colosio ante el presidente en ejercicio, Carlos Salinas, nada tendría que ver con sus decisiones posteriores porque sólo al sentir la banda tricolor tomaría las decisiones que pusieran sello a su mandato. No esperaba, como no esperaba yo, el tremendo alto de Lomas Taurinas.

Tal me vino a la mente, repito, cuando Enrique Peña Nieto, a mi tercera insistencia, se animó a hablar del apoyo a su candidatura por parte de Carlos Salinas, el mismo que determinó la suerte de Colosio:

-Quien pretenda ser candidato -me dijo-, no comienza cerrándole la puerta a ninguno. Es natural, me parece.

-¿Luego vendrá, entonces, la poda?
-Cuando eso llegué replicó-, ya se sabrá.

En un contexto de análisis serio, esta reflexión insinúa la medida de Peña Nieto cuando aún no había definiciones sobre su candidatura aun cuando a su alrededor oliera a presidente , como describí ante la parafernalia y solemnidad que le acompañaban a cada paso. No sonrió, lo dijo muy serio y con cierta, marcada seriedad, cerrando el entrecejo para hacer más firme su mirada. Era obvio que trataba de convencerme. Y fue entonces cuando fue evidente cuál sería su gran estrategia para alcanzar el objetivo pretendido: mostrarse confiable y capaz, aun cuando no tuviera un fondo lo suficientemente hondo para no caer en traspiés culturales ni en posiciones de innegable insensibilidad social.

La Anécdota
Fue en ese contexto cuando me habló de sus hijos fuera de matrimonio. No había contraído matrimonio con Angélica Rivera, La Gaviota , aunque la noticia del noviazgo sirviera para consolidar la imagen del personaje en las revistas y espacios televisivos dedicados a la farándula. Y esta expiación pública fue la que, después, se destacó para tratar de golpearlo:

-Así es, Rafael. Me confieso: tuve dos hijos fuera de matrimonio y ella -Mónica- lo sabía. Uno murió de cáncer, el otro vive.

Así es Peña. Entre los claroscuros de la política y la ansiedad por parecer auténtico. Habrán quienes le crean y quienes no.

 
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