Don Daniel
Arcelia Ayup Silveti.
Escuché sus acertadas opiniones sobre historia de México. Siempre me atraen las personas que saben de esta materia porque para mí es como un rompecabezas, me cuesta trabajo tener la visión de conjunto de personajes, épocas y acontecimientos. Me llamó más la atención porque estaba en San Buenaventura, Coahuila, en el edificio del PRI con una temperatura de 46 grados centígrados. Era la realización de las PRImeras Jornadas de Fortalecimiento de la Familia Priista en ese municipio, proyecto estatal de capacitación para los familiares cercanos de los militantes de ese partido en Coahuila.
El doctor Gerardo Moscoso Caamaño, cerraba con una charla motivacional y hacía referencias a datos históricos de nuestro país. Esta persona a la que hago alusión al principio parecía muy concentrada en las palabras del expositor. El delegado para ese municipio, José Alberto Medina Martínez me comentó que se trata del cronista de San Buenaventura, don Daniel Álvarez Peña. El libro San Buenaventura. Recuerdos y tradiciones, autoría de Álvarez Peña, es una recapitulación de relatos de su pueblo natal.
Posteriormente el exalcalde Virgilio Ramírez me dijo que don Daniel trabajó muchos años en Altos Hornos de México, que era personal de confianza y su labor consistía en el manejo de las calderas. Al igual que el cronista, muchas personas con sus mismas condiciones laborales, con el paso del tiempo, pierden capacidad visual. El exalcalde dijo que era como si los ojos literalmente se cocieran, su color natural desaparece de manera paulatina para quedar en un solo tono blanco grisáceo.
Don Daniel acude a la mayoría de las actividades culturales y políticas de San Buenaventura. Lleva en la bolsa de su camisa una pequeña grabadora para tener el audio de los temas que son de su interés. Les pide a su esposa y a su nieta principalmente que le lean y de esa manera se mantiene actualizado. Al final del programa, me acerqué a saludarlo y a felicitarlo. Me contó que fue hace como seis años que perdió la vista y le ofrecieron un perro guía, pero se negó porque dijo que eso es para quienes carecen del apoyo de sus familias, que él cuenta con su esposa y ella es quien lo hace fuerte, son sus ojos y sus manos, que sin ella él no es nada.
El cronista también me confesó que declinó la oportunidad de acudir a una capacitación al extranjero. Lo hizo a favor de un niño san bonense que nació invidente, quien ahora tiene cinco años. Dice que le preguntaron con mucha frecuencia que cómo rechazó esa experiencia que quizá fuera única en su vida. Les contestó que lo hizo porque a diferencia del niño, él si conoció el color de las nubes, de los árboles, que había observado los rostros de la gente que ama y también vio el rictus de una persona querida en el momento de morir. Me preguntó: ¿Cómo le explicas a alguien que nació sin ver, de qué color son las flores?
Su cuestionamiento que me soltó a boca de jarro me ha calado desde el pasado martes 12 de junio. A la mayoría de nosotros nos falta sensibilidad para valorar lo que tenemos de manera gratuita: los cinco (¿o seis?) sentidos, nuestro cuerpo completo, la capacidad de aprendizaje sin importar que tan lento o rápido sea, saber distinguir entre lo bueno y lo malo, y también, ser parte de una familia, de un grupo o de ambos. Hay personas con las puedes convivir una vida y te deja enseñanzas diminutas, existen otras con las que puedes charlar breves minutos y te dejan un aprendizaje profundo. Don Daniel Álvarez Peña es uno de estos últimos seres, un personaje admirable. Ojalá tuviéramos muchos como él, con su entusiasmo y empeño en sacar adelante su vida y las de sus seres queridos.
|