Desafío
-La Segunda Oportunidad
-Otra Vez No, Por Favor
-El temple de las damas
Rafael Loret de Mola.
Enrique Peña Nieto, vencedor de la jornada electoral según todas las estimaciones -excepto las muy secretas de Andrés Manuel López Obrador-, entendió los votos a su favor como
una segunda oportunidad
para el PRI. Fue, sin duda, la sentencia fundamental de su discurso triunfal porque implica el reconocimiento a los tremendos vicios del pasado -incluso los electorales que tantas veces ofendieron la voluntad general-, y más que eso: la promesa de que no edificará, sobre los cimientos podridos, un nuevo partido sustentado en las mafias del pasado. Eso prometió, falta que cumpla, naturalmente, porque no hay que olvidar a quienes tanto nos hablaron de cambio y empiezan a retirarse con la cola entre las patas.
En la primera ocasión en la cual dialogué con Peña para mi trabajo
2012: La Sucesión
-por cierto si alguien quiere releerlo encontrará que nuestra visión fue correcta de cabo a rabo-, éste me confió a una pregunta incómoda sobre las influencias notorias de algunos ex presidentes y ex gobernadores mexiquenses con grandes fortunas, en el desarrollo de su imagen política, además de su exitoso andar por los medios masivos de comunicación, casi de telenovela:
-Debo sumar; cuando llegue el momento no habrá privilegios para nadie. Una cosa es que tenga trato con los ex presidentes -con Zedillo menos porque no vive en México-, incluyendo a Fox. Pero eso no significa que esté supeditado a ellos.
Comprendí el fondo de la sentencia: una vez con la banda tricolor se conocería el verdadero perfil del personaje, tal y como me dijo -con referencia al malogrado Luis Donaldo Colosio-, el ex mandatario Luis Echeverría, quien vive una dura ancianidad no sólo por su triste viudez sino, sobre todo, por haber perdido la historia como seguramente ocurrirá con Felipe Calderón quien encabezó el sexenio de las violencia y mandó a su partido al tercer sitio dentro de las corrientes políticas. Una catástrofe que ni las bravuconerías de su cuñadito, Juan Ignacio Zavala, puede ocultar. Perdió el PAN por nocaut y bien saben los viejos políticos, los de a deveras, que sólo así se puede vencer a la estructura del poder que, debemos decirlo, los gobiernos de la derecha no pudieron siquiera conocer del todo a lo largo de doce años en el poder. Para la antología, sin duda.
La noticia, desde luego, más que el retorno de un PRI que nunca se fue -siempre estuvo cerca de las grandes decisiones ante la angustia de quienes no sabían cómo actuar, primero a través de Carlos Salinas y luego mediando la intervención del sinuoso doctor Zedillo-, es el estrepitoso fracaso de la derecha en el usufructo del poder. Vamos, en dos sexenios paralizantes ni siquiera fue capaz de elaborar una revisión histórica certera que explicara, por sí, las secuelas históricas criminales y lo que ha dado en llamarse
crímenes del pasado
cuando todavía tienen fueros en el presente. No hubo diferencia alguna y no se abrieron los expedientes de los iconos panistas como Manuel Clouthier y José Ángel Conchello, notable tribuno que denunció los amagos estadounidenses para posesionarse del Hoyo de la Dona en el Golfo de México y sus riquezas petroleras. Ni Fox ni Calderón tuvieron los arrestos para remover las aguas sucias para limpiar el alma de los mexicanos. No hubo cambio alguno sino una nueva forma de ejercer el autoritarismo, como con la
guerra de Calderón
tan sangrienta como inútil. Por cierto, ¿y
El Chapo
?¿Acaso no iba ser su captura un golpe efectista para levantar las encuestas a favor de Josefina que, pese a estar rodeada de militantes sinceros, hubo momentos en que fue la dama más sola de México? Las falacias caen por su propio peso. Las estrategias fútiles de los catalanes expertos en marketing, también. ¿No se investigarán los andares de Antonio Solá ni se auditarán sus millonarios emolumentos? Todavía hay tiempo de rescatar un poco de dignidad.
Se fue la derecha, torpe e inútil, y retorna el PRI, con la mala fama de su pasado tortuoso. No es una expectativa ideal pero alegrémonos: corroboramos que, ahora sí, funcionó el valor del sufragio aunque algunos quieran detener la historia. Es cierto: hubo una tremenda derrama económica, fuera de los límites impuestos por el IFE para las campañas y, muy probablemente, ello dé lugar a una fuerte multa, millonaria estimamos, para aquellos que se excedieron: temo que todos, incluyendo el quejoso López Obrador, están en la lista... aunque, desde luego, lo que está más a la vista son los repartos priístas porque este partido logró la más alta votación de su historia aunque quedara lejos de la mayoría absoluta. Recuérdese que Fox obtuvo el 42.5 por ciento de los sufragios en 2000 y a Calderón se le atribuyeron, bajo explicables sospechas, el 35.8. En esta línea es necesario subrayar, como lo hicimos hace seis años, que Peña Nieto, en la franja de los 38 puntos porcentuales -con una ventaja entre siete y ocho sobre López Obrador-, no tiene a su favor la voluntad de las mayorías porque fueron más, nada menos el 62 por ciento de los votantes, quienes se manifestaron en contra de su candidatura. No debe olvidarlo nunca cuando empiece, como dijo,
a gobernar para todos.
De lo que me alegro es de la alta participación ciudadana, más del 61 por ciento con 49 millones de sufragantes. No saben ustedes, amables lectores, cuanto me alegro haberme equivocado en esta estimación considerando que podría darse una tremenda abstención por el hastío de la ciudadanía y el desencanto por las actitudes y resbalones de los postulantes -en términos generales, en la lectura no se encuentra el mayor baluarte de Peña-, incapaces de solventar sus pobrezas políticas. Al respecto, también Echeverría, hace años, cuando no había sido acusado de genocidio, me confió un aserto tremendo: -La verdadera dimensión de un político sólo puede darla el ejercicio del poder.
Vamos a conocer, entonces, a Peña Nieto desde el primero de diciembre. A ver cómo lidia al pasado que le entorpecerá y negocia con sus adversarios para asegurar el rumbo de un buen gobierno. Debe hacerlo ya desde ahora para sacar de la caverna a la izquierda, nuevamente herida -si bien ahora sin motivo porque recuperó una posición excelente al convertirse en la segunda fuerza política por encima de la derecha devastada-, y estimular a la derecha sin dejarla gobernar detrás de bambalinas. Porque, no me cabe la menor duda, en esta hora, la unidad de los mexicanos y su reconciliación -como expusimos recientemente y subrayó Peña en su discurso triunfal-, para poder reconstruir, en un momento difícil para el mundo, la nación que queremos y exhibieron no sólo los jóvenes del
#Yo soy 132
, a quienes visité el domingo en su refugio del Monumento a la Revolución -no encontré allí a ningún porro-, sino a los niños que plantean, seguros de sí, su visión del México del mañana. Quien tenga corazón no puede ignorarlos, aunque algunos se hayan declarado antipeñistas porque no querían, como nadie quiere, regresar al pasado. Basta convencerlos de que la
segunda oportunidad
implica que nos coloquen, a todos, mirando al futuro.
Debate.- No, por favor. Otra vez, no. Asegura Andrés Manuel López Obrador que está dispuesto a esperar. Qué le arrimen una silla para que esté cómodo y le fluyan mejores ideas. Sé que debe ser muy difícil perder pero tal ocurre en democracia, porque ésta no puede estar secuestrada por un solo partido ni es exclusiva de nadie. Andrés Manuel debe estar satisfecho, más que eso, orgulloso: volvió a levantarse desde el desprestigio para darle a la izquierda un nuevo respiro y una excelente perspectiva hacia delante... aunque no ganara la Presidencia. Hace seis años, también elevamos la voz ante el delirante desaseo electoral que colocó al usurpador Calderón en la Primera Magistratura; ahora, pedimos a López Obrador serenarse y cambiar de discurso para construir una izquierda nueva, fuerte y con futuro.
Dice Andrés Manuel que hubo inequidad en el proceso. No la vi aun si se comprueban los derroches del PRI. Tuvo, como apoyo, a tres partidos con otras tantas partidas presupuestarias y no se le escatimó espacios en la prensa y en la televisión. Escuchamos sus spots, con pose presidencial, una y otra y otra vez; volvió a llenar el zócalo y lo hizo también en plazas antiguamente intransitables para él, como Saltillo o Monterrey. Navegó con aire de frescura -siendo el más antiguo de los candidatos y el de más larga campaña-, y pudo reencontrarse con el liderazgo que parecía perdido. Caramba, todo un éxito histórico, casi un hito.
Se acercó al puntero lo suficiente para albergar esperanzas. Pero lo separó, al fin, la diferencia de siete puntos porcentuales, equivalentes a más de tres millones de votos. Y el mismo sabe que las irregularidades, que las hubo como en todas las elecciones en el mundo, no fueron alarmantes ni desviaron el rumbo de la elección. ¿Para qué entonces ponerse en pie de guerra? No tiene ningún sentido.
Debiera apuntar, en todo caso, que Enrique Peña Nieto será un presidente que, como sus antecesores -los tres últimos más el tramposo Salinas que corrigió los datos con plumón cuando había perdido-, no tiene a favor suyo a
la mayoría de los mexicanos
porque ésta no votó por él sino sólo el 38 por ciento de quienes acudieron a las urnas entre el 61 por ciento de empadronados. Tenemos entonces que únicamente el 22 por ciento de los adultos en edad de votar lo hicieron por el PRI. Ésta debiera ser la puerta de entrada para
las izquierdas
y no otra burda repetición de cuanto sucedió en 2006. No, otra vez no.
La Anécdota.- Otra gran lección la dieron las damas. Quien haya dudado en la capacidad de gobernar de las mujeres debe haberse llevado un chasco ayer. Primero, la señora Margarita Zavala de Calderón, con un ojo parchado por la recaída de la retina suplicó al médico que la dejara votar y, con gran entereza, acompañó a su marido a las urnas. Ella mucho más fuerte que él. Y después vino el extraordinario discurso de Josefina Vázquez Mota quien, con una dignidad insuperable, aceptó su derrota y, al mismo tiempo, su liderazgo. No hay panista alguno o alguna que tenga su dimensión política, ni los ex presidentes condenados por la historia. Fue un momento de enorme importancia para México; y además vindicó cuanto dije sobre ella y sobre que me gustaría ver su nombre en las boletas. Así fue aunque, desde luego, no pudiera, por conciencia, votar por la derecha.
- - - - - - - - - - - - -
Festejemos. No por el retorno del PRI a Los Pinos -de donde nunca se fue- sino por nuestra capacidad ciudadana para señalar la ruta. ¡Pobres políticos si no lo entienden!
- - - - - - - - - - - - - |