Se evitó el golpe de estado en el PRI
Jorge Arturo Estrada García.
La élite política de Coahuila deberá captar el mensaje. Los ciudadanos están hartos de mentiras, abusos y excesos. Rechazan el uso de cifras retorcidas y maquilladas. Repudian la simulación, el engaño, la corrupción, la frivolidad, las excusas, el no reconocer las culpas y el discurso agresivo. Y sobre todo, los resultados catastróficos de un pésimo gobierno estatal encabezado por Humberto Moreira, que se tradujeron en la mega deuda y en la invasión de una delincuencia violenta y extendida.
Cayeron en avalancha cientos de miles de votos para castigar al humbertismo y a sus favoritos. La impunidad, el encubrimiento y la falta de compromisos creíbles para encarcelar a los responsables de los enormes problemas de Coahuila, se tradujeron en cientos de miles de votos de castigo. Hasta Peña Nieto la llevó, al mejor candidato del PRI en muchos años sólo los votos del Partido Verde lo salvaron de la derrota. La maquinaria del PRI Coahuila le falló a su candidato presidencial. Y los coahuilenses ya le enviaron su mensaje, no le creen y tampoco confían en él.
Los resultados de la elección del 1 de julio fueron un golpe directo al corazón del grupo gobernante. La mejor maquinaria electoral de la historia de Coahuila fue castigada con 65 por ciento de votos en contra y sólo pudo lograr el 35 por ciento. Les dieron en donde más les duele, en donde son más diestros, y en donde mayor entusiasmo y recursos le ponen.
Sin mayores esfuerzos, el PAN y el PRD cacharon ese voto de castigo, fueron Josefina y López Obrador quienes trabajaron más, hicieron campañas intensas y prometieron castigos a los corruptos. No los cuadros locales.
Por supuesto que el PRI de Coahuila le falló a Peña Nieto. En la elección presidencial, el PAN obtuvo el 36.47 por ciento de los votos, el PRI sólo el 32.23. Sólo el 7 por ciento del Partido Verde los salvaron de una derrota vergonzosa.
Los coahuilenses están molestos y encabronados, lo escribimos en este espacio, desde hace meses. Entonces, no hay por qué asombrarse por los resultados de la elección en la entidad. El voto de castigo fue enorme. La mayoría de los ciudadanos votaron en contra el PRI, el gobierno estatal y el humbertismo. Si Coahuila estaba polarizado y divido, ahora está oficialmente en contra del PRI.
En este momento, no hay liderazgo en la entidad que una a los ciudadanos. Tal vez existen algunos líderes emergentes, pero les falta consolidarse. Humberto Moreira era un líder indiscutible, pero ya perdió gran parte de su capital político y social. Lo dilapidó. Él es ya, una caricatura de lo que llegó a ser.
La clase política de Coahuila está muy desprestigiada. Los votantes lo dejaron claro. Sin embargo, parece que los cuadros gobernantes y partidistas no lo han entendido. Insisten en el discurso duro y rijoso, hablan de ejércitos, de traiciones y de enemigos. Hablan de la siguiente batalla, de la próxima elección y cambian de generales.
Eso poco aporta a la armonía. ¿Acaso visualizan un escenario de PRI-Gobierno contra ciudadanos molestos? Lo que debería imperar, en estos momentos, sería la visión del estadista que busca ante todo recuperar la confianza de sus gobernados.
Los escenarios cambiaron radicalmente en Coahuila. En México, se acabaron los virreyes priístas que gobernaban sin contrapesos. Que modifican las leyes a voluntad, lo mismo para no rendir cuentas que para sacar ventajas electorales.
Los gobernadores del PRI eligieron a su nuevo jefe. Ellos consiguieron los votos para que Enrique Peña Nieto sea el dueño de la política nacional, estatal y municipal priísta. El mexiquense será el nuevo fiel de la balanza.
Peña Nieto, será el hacedor de candidatos e impulsor de carreras políticas. Él dará los premios e impondrá los castigos. Él lleva mano para la sucesión en Coahuila y para la siguiente camada de aspirantes a las alcaldías en la entidad.
Los gobernadores han perdido gran parte de su poder. El camino al Palacio Rosa ya no pasa necesariamente por el gobernador. Ya existe un nuevo jefe máximo al que hay que cortejar.
La clase política de la entidad deberá adaptarse rápidamente, para sobrevivir. Repudiados por sus gobernados y observados desde Los Pinos, deberán mejorar sus habilidades y aprender a hacer política. También, se verán obligados a alejarse de su retórica, y rollos excluyentes y agresivos. De sus poco responsables respuestas, salidas evasivas e “ingeniosas” o frases metidas con calzador.
Ese elevado número de votos de castigo fue directamente por la forma de conducirse y de hacer política de los personajes de Coahuila. Fue una dolorosa derrota, en el momento menos propicio. La sucesión de Rubén ya empezó. Y se jugará en escenarios inéditos y con reglas nuevas.
La dinámica ya cambió y las circunstancias también. El moreirismo y el PRI estatal evidencian desgaste y no son bloques monolíticos. Tal vez nunca lo fueron. Las tensiones al interior, podrían llevar a rupturas. Las fracturas, son evidentes.
Humberto Moreira fue un gran protagonista en la elección del 1 de julio en Coahuila. El efecto Humberto Moreira fue decisivo para la derrota en Coahuila. La megadeuda arrasó con el PRI local.
Las travesuras de Humberto Moreira dejaron sin más fichas a Peña Nieto en el Senado y la Cámara de Diputados, cuando más lo necesitaba para alcanzar la mayoría. También fueron un lastre durante la campaña.
El Gobierno de la Gente dejó como daño colateral a alcaldes incapaces como Jericó Abramo, Eduardo Olmos y Ramón Oceguera. Ellos con sus pésimos desempeños, sus derroches en promoción de su imagen y el irresponsable endeudamiento, además con policías que no vigilan, a los que les roban el cable de las luminarias, tuberías, medidores, estatuas, escuelas, que no patrullan y que no acuden a los llamados; es claro que los ciudadanos votarían en contra del tricolor.
Y sin embargo, el ex gobernador Humberto Moreira sostiene que tiene futuro en su partido, que aún cuenta con el mayor capital político de Coahuila. Lo que parece un desafío para el liderazgo actual del PRI.
Antes que cualquier otra cosa, el Palacio Rosa reaccionó de inmediato para mantener el control del PRI. Quiso enviar el mensaje de que el control y los hilos del poder en el PRI de Coahuila los tiene Rubén. Fue un albazo, tanto al priismo local, como al nacional. Lo hizo a través de una reunión urgente y extraordinaria del Consejo Estatal, para no dejar cabos sueltos.
La llegada de David Aguillón al CDE del PRI marca el inicio de la sucesión de Rubén Moreira. Aunque todavía falten 5 años para los tiempos formales. La derrota del PRI en Coahuila dejó el balón suelto y había que recuperarlo inmediatamente. Sin dar margen a nada. Se evitó el golpe de estado al PRI de la entidad.
Ya se iniciaron los gambitos de la sucesión. Hilda Flores perdió y no podrá ser candidata del PRI al Palacio Rosa, tampoco Enrique Martínez Morales. Por lo menos, no en el 2017.
Los enterados dicen que Hilda era apoyada por Humberto Moreira como carta sucesoria. También dicen que a Martínez Morales le asignaron el distrito 7 a sabiendas que era el más difícil, lo querían ver vencido desde ahora. Él peleó por el 4, que le regalaron en bandeja de plata al inefable Fernando de las Fuentes.
Humberto Moreira operó con el Panal para hacer perder a Enrique, y para quitarle votos al PRI en los siete distritos de Coahuila y quedar bien con Elba Esther Gordillo, a cuya sombra se cobijará en el futuro próximo. Humberto trata de evitar el ostracismo político y hasta la cárcel.
El priismo local quedó fracturado por la marginación a diversos grupos, y por las intervenciones de Humberto Moreira. Sus ayudantes lo manifestaron en las redes sociales, criticaron las derrotas del tricolor, la actuación del gobernador y destaparon a Jericó para dirigir al partido.
Los errores y las derrotas, son imputables a los estrategas del partido, aunque ellos culpen a la militancia. El tono duro y rijoso, invita más a la confabulación que a la conciliación. Los tiempos del temor ya se acabaron, ya hay un Tlatoani que ilumina el horizonte. Los demás son capillitas.
“Los ciudadanos se apendejaron y votaron mal”, piensan los jerarcas tricolores de Coahuila. Por culpa de estos errores, el PRI perdió senadores y distritos, señalan. Si no los enseñan a ser ciudadanos y sólo los usan para acarrearlos a mítines y urnas, la culpa es de los propios operadores. Y en el pecado llevaron la penitencia.
La soberbia y el engaño han llegado, ahora, hasta a las tarjetas y las despensas que reciben los militantes. Las tarjetas ya no tienen dinero, y las despensas son raquíticas y de pésima calidad. Así, hasta los más fieles votan en contra y hasta votan mal. Habría que repensar la estrategia.
Lo malo para Coahuila es que el PRI ya está en pie de guerra otra vez. Ahora siguen las elecciones de alcaldes. El discurso es bélico. Y parece que es prioritario. La entidad se convertiría en un gran campo de batalla.
De esta forma, seguirá el divorcio entre ciudadanos y gobierno. No se abona a la gobernanza. Proseguirá el estancamiento, el freno a la dinámica de la entidad y a los sueños de progreso. Los coahuilenses estarán más molestos. La mega deuda ahoga al gobierno de Rubén y limita sus proyectos. Las buenas noticias son escasas.
Sin armonía será más difícil. Sin dinero será complicadísimo. Es tiempo de reflexión y de un golpe de timón en el Palacio Rosa. Por el bien de todos.
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