Monclova en las estadísticas
educativas de 1900
Alfredo Velázquez Valle.
Señala Daniel Menchaca Hernández en sus “Apuntes para la Historia de Monclova” que la historia del municipio es tan extensa e impregnada de acontecimientos de gran importancia en su desarrollo a través de varios siglos, que sería necesario escribir un libro con centenares de páginas para darla a conocer en toda su magnitud, no obstante que aún existen grandes lapsos en la información documental.
No se equivocaba el cronista de la ciudad del acero. Tanto hay en su historia que no basta lo escrito y aún no bastan las pocas fuentes donde abrevar para enriquecer el conocimiento que dé luz sobre el pasado de esta población tres veces centenaria.
En este panorama cuasi árido de información hemos de agregar otra desventaja que hace aún más difícil y penosa la reconstrucción de su pasado, al menos en lo que al renglón educativo hace.
En efecto, las fuentes documentales de primera mano para la reconstrucción de la tarea educativa a inicios de siglo XX es relativamente escasa. El Archivo Histórico de esta Secretaría de Educación conserva y resguarda las primeras estadísticas y Copiadores de Correspondencia que generaron la entonces Dirección General de Instrucción Primaria y gracias a ellas podemos dar fe de algunos aspectos significativos con los cuales será posible dar alguna luz sobre el que hacer educativo cuando la escuela coahuilense comenzaba a dar forma a la educación primaria.
Santiago de la Monclova ha sufrido no sólo la inclemencia del paraje desértico que domina a gran parte del paisaje coahuilense y que ha dado carácter a sus poblados y ciudades; también ha sufrido, creo que más que otros centros de población, el azote del hombre mismo. Fundada y diezmada infinidad de veces por los bárbaros gallardos del norte, como los bautizó Alessio Robles, Nuevo Almadén, como también se le conoció, volvió a resurgir de sus propias cenizas como el mitológico ser alado.
El 12 de agosto de 1689 se da la última y definitiva refundación de Monclova por el Gral. Alonso de León y desde un inicio sus primeros habitantes, (tlaxcaltecas, frailes misioneros, sobre todo franciscanos, y españoles) sentaron los sólidos cimientos de una ciudad que con el tiempo se convertiría en Capital del Estado y protagonista de primer orden en la Historia de México.
Sin embargo, el retraso educativo siempre fue a la par del económico y aunque laboriosa y entregada a las causas de la Nación, su población poco pudo por procurarse un mediano desarrollo cultural porque la instrucción primaria en manos del clero y de particulares poco hicieron por elevar el conocimiento científico de los niños coahuilenses y sí mucho se esmeraron por sumir a la niñez monclovense, como a la del Estado, en las tinieblas del oscurantismo religioso.
Con el triunfo de la República sobre el Imperio y los conservadores (1867), llegó un aire nuevo de reformas que tendían a superar el atraso semi colonial en que se había vivido y pronto con una serie de reformas y nuevas leyes se procuró modernizar a la Nación. En este contexto, la escuela pública no fue la excepción y en Coahuila pronto comenzaron los cambios. Con una seria ofensiva por organizar y uniformar la educación primaria además de profesionalizar el ejercicio magisterial del Estado se obraron una serie de disposiciones jurídicas (Ley Viesca y Ley de octubre de 1881) y pedagógicas que culminaron con la fundación, primero de la Escuela Normal para Profesores (1894) y después con la Dirección General de Instrucción Primaria (1899). Daba inicio lo que el profr. Andrés Mendoza Salas llamará “la nueva escuela coahuilense”.
Es en este contexto en el que habremos de ubicar los primeros informes rendidos por los maestros de escuelas primarias a la entonces recién creada Dirección General de Instrucción Primaria.
Dichos informes daban cuenta de las condiciones tanto materiales como administrativas y pedagógicas de las escuelas dependientes de esta Dirección a cargo del profr. tamaulipeco Andrés Osuna Hinojosa.
De Monclova te presentamos a continuación algunos aspectos (disposiciones y datos estadísticos) correspondientes a los últimos meses de 1899 y primeros años del nuevo siglo y que serán significativos en la medida en que descubren las condiciones en que dio inicio la escuela pública allá, en San Francisco de Monclova.
Es muy probable que la organización de las primeras escuelas de educación primaria de este Municipio quedara establecida para octubre de 1899. Significativo es mencionar que la primera indicación registrada en el primer tomo de Copiadores de Cartas del Director de esta Dependencia, Profr. Andrés Osuna Hinojosa, sea sobre la notificación que se le hace al Profr. Francisco G. Torres sobre su nombramiento de Inspector Escolar del Distrito de Monclova:
“En cumplimiento de los dispuesto por el C. Gobernador del Estado se le notifica a ud. que puede pasar inmediatamente a la Ciudad de Monclova a organizar las Escuelas Oficiales de ese Mpio. Y ocuparse preferentemente en los primeros días del mes en arreglar lo convenientemente para establecer la No. 3 de Niñas.
Pronto se le remitirá a usted nombramiento de Inspector de las Escuelas Oficiales del citado Distrito, el cual le ha sido confiado por el Superior Gobierno del Estado.”
Protesto a usted las seguridades de mi aprecio,
Libertad y Constitución, Saltillo a 6 de Septiembre de 1899
Andrés Osuna (rúbrica)
C. Francisco G. Torres Presente
Las tareas de supervisión de los Inspectores de Distrito eran muchas y muy importantes ya que extensiones, brazos del Director de Instrucción, se encargaban de arreglar con los presidentes municipales de sus respectivos Distritos los sueldos de los maestros, las mejoras materiales de los edificios escolares, los avances programáticos y desempeño del personal de las escuelas (Directores y profesores ayudantes) y el aprovechamiento de los alumnos, entre otras cosas. Los datos recabados por estos funcionarios eran compilados en los llamados “Informes de Inspección y Estadísticas” y remitidos a Saltillo, a la Dirección General de Instrucción Primaria.
Con base en estos valiosos documentos podemos saber que a finales de 1899 existía una Escuela Modelo para Niños que abarcaba los seis años de educación primaria con un programa de materia completo para su época.
Le seguían a esta Escuela Modelo, otras dos de niños con sólo cuatro años de educación primaria a la que se le denominaba “elemental”. Escuelas Oficiales para Niñas, también había dos y se hacían gestiones para abrir una tercera escuela en la ciudad y otra más para Niñas en “Estación Monclova”.
Para finales de 1901 se había incrementado la demanda escolar y el número de planteles escolares también fue a la alza; sin embargo, la calidad educativa se vio obstaculizada por el flagelo de la pobreza generalizada provocada por el régimen porfirista.
Así, la Directora de la Escuela Oficial para Niñas # 6, profesora Luisa de la Cruz, reportaba en su informe de julio 4 de 1901 que “las niñas que concurren a este establecimiento les falta con frecuencia los útiles y enseres”. La maestra encargada de la Escuela Oficial para Niñas # 7, María Ballesteros, señalaba en su informe del 5 de julio de 1901: “las niñas carecen de toda clase de utensilios y enseres”;
En la escuela oficial # 6 para Niños “San Juan Bautista”, de tercera clase (rural), el profesor José M. Uranga reportaba lo siguiente: 11 niños no fueron examinados por motivo de que concurrieron pocas veces a clases durante el año escolar, unos otros por tener de 5 a 6 años de edad y otros porque sus padres son muy pobres y no pudieron proporcionarles los útiles para su enseñanza.
Por otra parte, para ese mismo año, primero de siglo, se reportaba el informe de una Escuela Particular Mixta llamada “Instituto Pestalozzi” con 23 alumnos; Había un Director y dos Ayudantes (señoritas), hijas del Director “por lo cual no tenían sueldo”. Paradójicamente, el nombre del abusivo directivo era Francisco Bueno.
Para marzo de 1903 quedó establecida la Escuela Rural Mixta de Congregación “El Oro” y ya para el 10 de julio informaba la Directora, profesora, Petra González Juárez que: “El mobiliario no está arreglado al sistema moderno y se trabaja con muchas dificultades”.
Las carencias materiales, las ausencias escolares y la pobreza endémica siguieron ensañándose sobre su víctima tradicional: el pueblo; pero el espíritu, siempre en alto, del profesor normalista nunca decayó y donde lo pudo obró con un profundo sentido de compromiso hacia el educando bajo condiciones aún adversas.
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