Pocos como Pedro
José María Mena Rentería.
Pedro Belmonte Rivas, periodista, murió el lunes 2 de junio de 2012. Hacia 1976, me preguntaba: ¿Eres tú el famoso José María Mena? El escenario en aquel momento, fue el campo de juego del Estadio de Beisbol de Monclova, Coahuila, un día en que el Sol -en su cenit- hacía lento el paso de las horas en la “capital del acero”.
Así nos conocimos. Comenzaba una amistad que perduraría a lo largo de 36 años, hasta el momento de emprender Pedro, su viaje hacia las estrellas.
Yo, de famoso, no tenía nada. Estaba allí a invitación de don Eduardo Elizalde Escobedo, director editorial de La Opinión de Monclova, periódico donde trabajé bajo sus órdenes después de haberme convocado en calidad de “cartonista”. Intitulé, “De Primera…” el que a diario era publicado en primera plana. Permanecí en ello hasta 1979.
Más tarde buscaba notas informativas. Me hice reportero en la universidad de las calles de Monclova; de las de Ciudad Frontera, y más tarde, de las de Saltillo, Sabinas, Rosita, y Piedras Negras, al igual que las de poblaciones circunvecinas del área centro norte de Coahuila. En 1983 regresé a Torreón donde gracias a la hospitalidad que me brindara Velia Margarita Guerrero, dama directora del diario de los laguneros, ingresé a La Opinión de la Tarde.
Pedro Belmonte lo atestiguó. Con el paso del tiempo llegó para trabajar en La Opinión, allí alcanzó la posición de jefe de información. Más que jefe, fue amigo. Ordenaba y era acatado con gusto por los reporteros. Así, llevar a cabo el trabajo cotidiano era un placer.
Pocos como Pedro. Jamás conoció el desaliento. Oportunidades para aprender y trabajar concedió siempre. De su disposición habla elocuentemente el desempeño periodístico de quienes se le acercaron y que actualmente laboran en medios de la Comarca Lagunera.
Referentes que Pedro Belmonte me confiara, hacen posible establecer que fue buen hijo y -con el andar del tiempo- buen esposo y padre bondadoso y espléndido con sus hijos y con sus nietos. En términos de amistad, la que dispensara fue, invariablemente, sin reservas.
Desconcertante su partida. De extrañar su… ¡hola José María! ¿Cómo estás? Saludo que jamás escatimara ni siquiera en el lecho del dolor, para Pedro, prueba que enfrentó con presencia de ánimo, hasta el último latido de su corazón.
Pedro no se ha ido. Permanece en el recuerdo de quienes lo conocimos y tratamos. En suma: Fue amigo en el sentido pleno de la palabra. Tengo la certeza de que -donde quiera que se encuentre- ocupa el lugar reservado a los que en vida, para con sus semejantes, adelantan respeto y consideración. |