Echando culpas
Eloy Dewey Castilla.
Un ejecutivo es alguien que hace que las cosas sucedan y por tal motivo es sujeto a una mejor paga y a un mayor nivel jerárquico.
Esto significa que toma decisiones por cuyos efectos deseables o no, buenos o malos asume la responsabilidad por lo que ocurra. Rinde cuentas por sus éxitos o fracasos y de eso depende su permanecía en el cargo.
Por supuesto que puede ocultar las consecuencias de sus actos para minimizar sus fracasos, pero los hechos son más fuertes que sus ocultaciones puesto que serán visibles y los números objetivos no lo desmentirán.
Hay muchas personas que creen ser “ejecutivos”, porque cumplen cabalmente con lo que se les ordena. Cualquier orden la llevan a cabo con prontitud.
Sin embargo, ellos no toman las decisiones, son ejecutores de las decisiones.
Si las cosas salieran mal, habría una buena razón para echarle la culpa al jefe que lo ordenó. El que estaría en lo equivocado no sería él, sino su jefe que tomó una mala decisión.
Por esa razón, las personas prefieren que se les solicite hacer las cosas a tener la responsabilidad de tomar una decisión por cuyas consecuencias serían responsables.
Es más cómodo y menos riesgoso.
Los antiguos jefes o ejecutivos autoritarios solían tomar decisiones sin preguntar a nadie ni consultar sus decisiones, menos incitar a sus colaboradores a tomar una decisión consensuada para que como equipo, todos contribuyeran al logro de objetivos.
Estos antiguos jefes, aún estando equivocados, ejercían su poder para imponer sus decisiones y evitar ser cuestionados de sus malas decisiones.
Estaban más interesados en tener razón y justificar su actuación, que aceptar estar equivocados.
Por supuesto que un buen ejecutivo se equivoca, pero sabe aceptar con prontitud sus errores para corregirlos de inmediato y hacer que las cosas vayan por un buen camino. Entre más se tarde en corregir el rumbo, más tiempo pasará y será difícil revertir una mala decisión por los costos que esto implica.
Estamos hablando de responsabilidad individual -cuando la hay-. Si echamos culpas, justificamos las malas decisiones y nos empeñamos en seguir teniendo razón seguramente las cosas terminaran muy mal.
No es fácil aceptar los errores y menos cuando la condición individual esta aberrada.
Lo cierto es que las cosas mejorarán sólo cuando responsablemente se acepten las propias culpas y se haga algo al respecto.
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