Mídete, nútrete, actívate, slogan publicitario
José Luis Carrillo Hernández.
Cuando era niño, mi barrio se componía de unas cuantas casas, huertas, norias, rodeadas de lechuguillas, gobernadoras, xoconostles, nopales y otras especies de cactus y matorrales. Recuerdo que las mañanas, rumbo a la escuela primaria, era la oportunidad de ver perritos llaneros o camaleones que las abuelas usaban junto con un colibrí en su bolso como amuletos de protección y buena suerte, ninguna construcción se atravesaba en ese camino.
Pero todo comenzó a cambiar, de pronto aparecieron las tienditas que recorríamos en busca de golosinas: muéganos, garapiñados, colaciones, muelas y jamoncillos, productos de origen artesanal y endulzados con piloncillo. Los dulces industrializados con azúcares refinados apenas comenzaban aparecer, así como las frituras producidas industrialmente, embolsadas en papel impreso en colores, que ahora disputan su presencia como basura en las calles.
En esos años aún no aparecían los supermercados, eran los sesentas, la despensa se hacía en las fruterías, mercados y tiendas de abarrotes del centro de la ciudad, la carne se compraba a diario en la carnicería del barrio, las tortillas de maíz y harina blanca se hacían en casa.
En los setentas comenzaron a llegar los supermercados y con ellos la gran oferta de productos alimenticios, procesado y embasados industrialmente con todos los agentes químicos que se usan en su producción y conservación. Se estaban imponiendo nuevas formas de consumo con productos alimenticios sustentados en campañas publicitarias. Para ese tiempo, las amas de casa comenzaban a ser víctimas de las telenovelas y la publicidad engañosa y manipuladora de los medios, siempre al servicio del mercado y del statu quo; también comenzaban a popularizarse las hamburguesas, hot dog, pizzas y pollos fritos, desapareciendo de la mesa los quelites y verdolagas que podían ser colectadas de forma silvestre.
En los ochentas, Estados Unidos tenía el primer lugar mundial de gordos, y México avanzaba rápidamente a los primeros lugares gracias a los tratados comerciales con los asesinos, perdón, los vecinos del norte que terminaban de invadirnos con sus productos seudoalimenticios y venenosos, y que hoy con la ayuda y complacencia de las autoridades, gobernantes y la ignorancia funcional de los mexicanos, nuestro país tiene el primer sitio de gordos a nivel global, pero lo peor es que son gordos con altísimos niveles de desnutrición, lo que complica gravemente el problema y hace costosísimo el aparato de salud para dar atención a millones de gentes que constantemente se enferman por no saber comer.
No hay duda que las adicciones del paladar están generando muchísimas más muertes que otras adicciones, nos han enseñado a privilegiar el sabor por encima del valor nutricional, nuestro paladar es adicto a las grasas animales y aceites, a la sal y al azúcar, a los almidones y carbohidratos que quitan el hambre, al benzoato de sodio, al glutamato monosídico que hace que la pupilas gustativas identifiquen esta proteína artificial como carne, y que es agregada a una gran cantidad de de alimentos procesados o chatarra para engañar al paladar y favorecer su consumo. Sería largo mencionar la gran cantidad de agentes adulterantes que contienen los alimentos procesados, por otro lado, están los colorantes artificiales usados en los alimentos y bebidas, agentes químicos asociados a distintos cánceres y a la insuficiencia renal.
Desafortunadamente Coahuila ocupa el primerísimo lugar de gordos desnutridos, y con ello padece un grave problema de salud pública, y es de suponer que seguirá creciendo el número de gordos desnutridos y estarán demandando servicios de atención médica, hospitalización y fármacos.
Ante esta urgente situación, un mídete, actívate y nútrete no deja de ser un mero slogan publicitario que en nada corrige el mal comer de los coahuilenses y los factores que lo provocan. Atender a los enfermos de diabetes o a los que tienen padecimientos cardiovasculares, renales, gastrointestinales y cánceres que genera el placer de comer se ha convertido en un círculo vicioso, pues los ingredientes venenosos de la alimentación actual, difícilmente desaparecerán mientras no se ofrezcan alternativas saludables.
Se requiere reeducar masivamente a la población, para que considere los valores nutricionales de los productos del mercado así como promover la producción y consumo de aquellos vegetales, cereales y frutos que contienen el cuadro mínimo de nutrientes esenciales, de los que hablaremos posteriormente, pero también se requiere que se divulguen los contenidos tóxicos y problemas en la salud que generan las ingestas desproporcionadas de esos productos comestibles no tan sanos que la publicidad engañosa nos los presenta como buenos, tal es el caso de la gran mayoría de los productos que se encuentran en los supermercados.
El problema de la obesidad no es privativo de un grupo social, si bien es cierto que comemos según nuestra economía, también es verdad que el analfabetismo nutricional está presente en la mayoría de los mexicanos, incluso en aquellos que presumen sus lecturas y su intelectualidad. Los políticos ignorantes funcionales que padecemos no deben dejar el problema sólo en manos de la publicidad y los médicos, es necesario educar desde la casa y la escuela, atacar el problema de raíz y no sólo los efectos, porque parece que a los gobiernos lo único que les interesa es la simulación sustentada en costosísimas campañas de publicidad.
El problema terminara cuando todo ciudadano esté enterado de los contenidos nutricionales y tóxicos que guardan los alimentos y bebidas que nos impuso el mercado, así como los riesgos de consumirlos. Por fortuna nuestras culturas originales nos heredaron una rica variedad de ingredientes que pueden ayudar a tratar la obesidad y desnutrición de los mexicanos.. |