El IFE y los libaneses en México
Augusto Hugo Peña Delgadillo.
El IFE se diseñó para evitar fraudes electorales y, desde su nacimiento pecó de fraudulento. No como Institución Política, sino porque sus dirigentes lo inocularon de ponzoña para seguir depredando al pueblo. Emilio Chuayffet Chemor -hijo de libaneses- fue el primer dirigente ladrón y tramposo y hoy de cara a las elecciones del 2012, Benito Nacif -otro hijo de libaneses- hace lo propio y enloda la institución. Ambos, uno al principio y Benito Nacif, ahora consejero del IFE, alega legitimidad de sus actos, cuando a la vista se prepara un fraude como el del 2006 para favorecer a unos cuantos pillos -políticos, oligarcas y trasnacionales-. El árabe Nacif, como algunos le decimos, ha dicho con voz tronante “Nosotros hacemos nuestro trabajo y lo hacemos bien” cosa absolutamente falsa, a menos que su trabajo sea engañar y defraudar.
Me llama la atención que los hijos de libaneses y de otros extranjeros -sólo porque ya tienen para comer tres veces al día y les sobra- olviden las vicisitudes de sus padres, los que vinieron a México porque en Líbano u otras naciones de origen, la vida se había vuelto insoportable. ¡Ah!... pero llegan a México, trabajan, progresan y con sus actos enseñan a sus hijos a trabajar para progresar. ¿Y qué pasa luego?... crecen, se educan, trabajan y se convierten -no pocos- en el paradigma de los responsables de que sus padres hayan tenido que salir huyendo por hambre o seguridad personal de su patria. Esto es lamentable y me duele porque me atañe, y aún sigo creyendo en la bonhomía del hombre. Sé a ciencia cierta que México, en los ámbitos empresariales, político y religioso, está podrido por la deshonestidad, la codicia y el ansia de poseer toda clase de bienes, aunque estos sean ajenos, convirtiendo a los beneficiarios de este sistema sociopolítico injusto, y a sus familias, en parásitos de nuestra sociedad. Saco a relucir este punto porque hoy llega a México el patriarca de los maronitas libaneses, Bichara Butros Rahi y ojalá, dentro de sus discursos no sólo les invite a ser mejores empresarios y amantes de sus raíces libanesas, sino que también les indique que para pagar la deuda moral con México, se esmeren en ser mejores ciudadanos y más respetuosos de las leyes de nuestro país y sin olvidar que tienen que ser decentes y humildes con la clase social desprotegida, recordando que sus padres pertenecieron a esa clase allá en su hermoso país de los cedros milenarios.
Hoy, sin falta, llamaré al obispo maronita en México y le sugeriré que en sus rezos, plegarias y discursos, si éstos valiesen de algo, incluya un apartado que les indique a los miles de fieles -descendientes de libaneses- que en México habitan, que en principio sean agradecidos con el país que les dio albergue a sus mayores, que sean honestos dentro de sus actividades y en el seno de sus familias y que no olviden que así como sus padres fueron parte de un desgarre muy doloroso, familiar y nacional para Líbano, millones de mexicanos lo son ahora, dentro y fuera de nuestro país, víctimas de quienes dicen gobernarlos y de la plutocracia rapaz que impera en el orbe. O, ¿usted qué opina apreciable lector? |