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Noviembre 2012
Edición No. 285
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Mis sexenios (56)

José Guadalupe Robledo Guerrero.



La segunda etapa del sexenio montemayorista
Para mediados de 1996, a cinco meses de las elecciones municipales, Coahuila era un desmadre. Mientras Rogelio Montemayor y su hermano Jesús María se dedicaban a saquear al estado, la política aldeana la manejaban dos inefables sujetos: Carlos Juaristi Septién y Óscar Olaf Cantú Ramírez.

Coahuila vivía una noche negra en la cual todos los gatos parecían pardos. Y mientras el montemayorista de Sedesol, Rogelio Ramos Oranday, inventaba otra ociosa obra pública: la remodelación de la Plaza de Armas, Eliseo Mendoza Berrueto (El “nalgas polveadas” como le decía Flores Tapia) aspiraba a ser diputado federal. “A río revuelto...”.

Para estas fechas, a mitad del sexenio, se decía en Coahuila que Montemayor ya le había arrebatado a Eliseo Mendoza el título del peor gobernador de Coahuila. Mientras tanto Juan Pablo Rodríguez Delgado y su hijo, Juan Pablo Rodríguez Galindo buscaban una diputación local, y para no hacerse competencia el padre la buscaba por el PRI y el hijo por el PRD. Los gatos pardos...

Asimismo se rumoraba en Torreón que el senador-trailero Francisco Dávila Rodríguez andaba tras la alcaldía torreonense para reponerse de la pérdida que sufrió con un crédito millonario en dólares que pidió antes del “error de diciembre”.

Por su parte, para fortalecerse, Montemayor hizo correr el rumor de que después de su tercer Informe de Gobierno se iría al gabinete zedillista en sustitución del Secretario de Hacienda Guillermo Ortiz. La argucia política de que se irán al gabinete presidencial siempre la utilizan los gobernadores para darse importancia, presumir su amistad con el Presidente o para fortalecer su menguado gobierno.

La corrupción, la impunidad y el cinismo estaban en todo su apogeo en Coahuila, por eso las críticas y la animadversión de algunos sectores hacia el montemayorismo hacian mella en la deteriorada imagen de RMS, a tal grado que los cortesanos comenzaron a responsabilizar de tal situación a la directora de “comunicación social”, e iniciaron el rumor de que pronto dejaría el cargo.

Por su lado, Alba Celina Soto, quien presumía que había colaborado en el gabinete salinista como encargada de atención ciudadana, hacía todo por controlar lo que los medios publicaban. Para “Hablasolina” como apodaron a la salinista los periodistas, sólo estaba permitido el halago y la exaltación hacia el gobernador, pero permitía las críticas al Presidente Zedillo.

En ese entonces, un empleado de los Montemayor ya se había colado a los altos niveles de la política coahuilense, Marco Antonio Dávila Montesinos “El Gerente” como lo conocíamos, y Jesús María Montemayor Seguy (“La Chuma”) ya había pasado a la historia del pueblo donde son caciques, pues la directora del Icocult, Magolo Cárdenas, había impuesto el nombre del hermano del gobernador a la Casa de la Cultura de Sabinas, y el Zócalo de Piedras Negras, en una melcochuda nota, define a “La Chuma” como “uno de los principales promotores culturales de Sabinas”.

15 días después de ese magno evento cultural, el periódico La Voz de Monclova titulaba una nota: Escándalo en la realeza, donde daba cuenta de una riña a golpes protagonizada en el Casino de Sabinas entre Ezantino Z. Cruz y “La Chuma”, en una fiesta de la élite sabinense, teniendo como testigo al propio gobernador. Pero éste fue otro más de los escándalos del hermano que cogobernaba a Coahuila con Rogelio Montemayor.

Incluso a finales de mayo de 1996, Montemayor se vio obligado a enviar una carta al Siglo de Torreón donde señalaba: 1.- “... tengo hermanos, todos ellos son mayores de edad y por lo tanto directamente responsables ante la ley por sus actos”. 2.- “... cualquier denuncia presentada y sustentada conforme a Derecho, sobre actos atribuibles a algún hermano o familiar de Rogelio Montemayor, será legal y escrupulosamente investigada y perseguida. Si tal fuera el caso en relación al rumor al que hace referencia en su columna, sabríamos cumplir y hacer cumplir la ley”.

El motivo de la carta gubernamental era que en la columna periodística “verdades y rumores” del Siglo de Torreón, firmada por el agente 007, se había publicado que a través del Coproder (Consejo Promotor para el Desarrollo de las Reservas Territoriales) “La Chuma” Montemayor estaba adquiriendo terrenos para su beneficio personal. Lo cierto es que al igual que Carlos Salinas, Montemayor nunca frenó a su incómodo hermano.

Para estas fechas se sabía qué maquinaria pesada había “desaparecido” del lote que le incautaron al Grupo Aztlán de Juan Chapa Garza (a) José Luis Treviño, y que estaba custodiada por el gobierno montemayorista. Según los conocedores, entre otras máquinas se habían llevado: 8 buldozer, 4 escavadoras, 4 motoconformadoras, una zanjeadora, 4 camiones revolvedores y una colección de autos que tenía Juan Chapa Garza en Lomas de Lourdes. Según el rumor popular, el hermano del Montemayor se había adueñado de tal maquinaria. Entonces, la carta montemayorista enviada al Siglo de Torreón era para “taparle el ojo al macho”.

Por otro lado, a meses de terminar su periodo de Rector, Alejandro Dávila Flores ya sabía que no se reeligiría, pero hizo el intento, y aunque había muchos aspirantes a sucederlo, sólo uno sería el elegido por el dedo gubernamental: José María Fraustro Siller, quien además de que era un miembro destacado en el grupo de Enrique Martínez y Martínez (enemigo principal de Montemayor), violaba el Estatuto Universitario, porque no se había separado de la función pública un año antes. Pero nada de eso le importaba al gobernador, quería tender puentes con el grupo político al que le debía su apodo más real: “El Hermano Lelo”. Pero esa es otra historia.

A mitad de sexenio, también los pleitos en la corte estaban a peso. Las contradicciones eran derivadas de los negocios a la sombra del poder, del grosero saqueo del erario coahuilense y de su cercanía con el mandatario. Para esas fechas, el Secretario de Gobierno Carlos Juaristi estaba enfrentado con el Secretario de Finanza Antonio Juan Marcos Issa y con el “Contralor” Juan Antonio Cedillo Ríos, a quien acusaba de Judas y traidor.

Con Montemayor el aparato de la seguridad pública fue cayendo en picada consumiendo el poco prestigio que le quedaba como instrumento de justicia, porque sus cargos los siguieron usando para pagar los compromisos de políticos o las ocurrencias de los parientes y amigos cercanos del gobernador. Así fue como se decía que Lucrecia Solano de Montemayor había nombrado desde su escritorio a la subprocuradora Juana María Flores Gómez, y Óscar Pimentel había conseguido imponer como director de la Policía Ministerial (antes judicial) al agrónomo Héctor Gutiérrez Cabello “El Peque”. Por su parte la inútil subprocuradora impuso al delegado regional Edmundo Rodríguez Barrera y a agentes del Ministerio Público.
Desde entonces, los conocedores señalaron algunos problemas y vicios que acarreaban los aparatos coahuilenses de justicia y seguridad:

1.- imposición de funcionarios inexpertos y programas ineficaces.
2.- Alto grado de corrupción. Del primer nivel hasta el último, la Procuraduría estatal, los aparatos policiacos y el Tribunal Superior de Justicia están inmersos en la corrupción.
3.- Falta de profesionalización de los cuerpos policiacos. Improvisación y amiguismo en la designación de comandantes y elementos policiacos.
4.- Carencia de mando e indisciplina. Todo mundo quiere mandar , nadie obedece ni cumple con sus responsabilidades.
5.- Falta de preparación y equipo para realizar la investigación policiaca en forma científica.
6.- Impunidad, originada por el contubernio que hay entre los delincuentes y los jueces, magistrados, policías, agentes del Ministerio Público, los cuales se venden al mejor postor.
7.- Marginación de los policías de carrera. “los funcionarios impuestos desde arriba prefieren a los chismosos, barberos y corruptos, no a los capaces y eficientes”.
8.- Falta de estimulación organizacional. Son las relaciones políticas y personales, no los méritos profesionales, lo que se considera para los ascensos.
9.- Nulo reconocimiento de la autoridad. Los buenos elementos policiacos saben que sus jefes no conocen el oficio, por eso no respetan la autoridad.
10.- Sistema de engaño. Los altos funcionarios judiciales mienten al gobernador y a la ciudadanía. A su vez los miembros de la estructura baja también engañan a sus superiores.

Pero lo peor que tenía Montemayor en la estructura judicial era al corrupto Humberto Medina Aislie (a) “”El Chucky”, a quien habilitó como Procurador de “Justicia”, para que lo mismo extorsionara a los ciudadanos que a los delincuentes. En el montemayorismo se vendía la justicia al mejor postor, y los funcionarios de alto nivel de la estructura de seguridad lo mismo se robaban las mercancías que se habían recuperado de los ladrones y que eran custodiadas por el Estado que la maquinaria pesada del Grupo Aztlán que también estuvo al cuidado del gobierno estatal.

Pese a las denuncias constantes y permanentes sobre la inseguridad que se ventilaron tanto en las páginas de El Periódico... como de otros medios, Montemayor nunca hizo algo por eficientizar la prevensión, procuración y aplicación de la justicia; al contrario, el gobernador y su séquito de funcionarios corruptos hicieron todo para que la estructura de seguridad no funcionara, a pesar de que con Montemayor se inauguraron los secuestros en Coahuila, y sin importarle que fue señalado por Eduardo Valle “El Buho (ex asesor del ex procurador Jorge Carpizo) como protector de narcotraficantes y acusado de lo mismo por el panista Rosendo Villarreal Dávila.

Hoy, a más de 15 años de aquella situación, ha quedado completamente clara la personalidad del entonces Procurador montemayorista, Humberto Medina Aislie, a quien se le debe la situación lamentable que priva en el vecino estado de Nuevo León, donde supuestamente gobierna un hijo de “El Chucky”: Rodrigo Medina de la Cruz. A la fecha, para los neoleoneses el principal culpable de la penosa, violenta y corrupta realidad es Humberto Medina Aislie, el padre del gobernador, porque según ellos es el que gobierna el estado y el que hace los negocios y fomenta la corrupción.

Lo cierto es que con Montemayor la seguridad estaba por los suelos, pero diariamente, como le hacen en todos los sexenios, se decía que los delitos iban a la baja. Manipular los resultados de las encuestas para engañar a los ciudadanos eran la fuente de la publicidad pagada. En ese tiempo, el cartonista Javier Bustamante le dio vuelo a su talento, caricaturizando la realidad montemayorista para El Periódico... Cartones que iremos intercalando desde hoy en Mis sexenios.

Para ese entonces, Enrique Martínez y Martínez tenía más de un año autoexiliado en Monterrey como Coordinador Regional del Comité Ejecutivo Nacional en Nuevo León. Aquella fue la primera vez que EMM conseguiría un cargo del CEN de su partido para poner tierra de por medio al conflicto político que tenía principalmente con Rogelio Montemayor y su esposa Lucrecia Solano, y secundariamente con los lacayos montemayoristas, desde que el Presidente Salinas de Gortari había decidido obsequiarle la gubernatura de Coahuila a Montemayor.

Para festejar su primer año en Nuevo León, Enrique Martínez concedió una entrevista al periódico El Norte de Monterrey, en donde hizo declaraciones, algunas que marcaban su tendencia en contra de Carlos Salinas de Gortari y en favor de Ernesto Zedillo. Salinas ya no era presidente y estaba exiliado y “La Neta” Zedillo era el Presidente en turno. Esas declaraciones, lo mismo podían servir para Nuevo León que para Coahuila. Según EMM: “Quien más se benefició con Salinas de Gortari fue el PAN”. “Estamos en contra de las decisiones cupulares”. “Hay gente que siempre ha logrado sus prebendas llevando incienso a los jerarcas y políticos”. “El tránsito hacia nuestra democracia se da a través de los partidos políticos”. “Exigimos castigo para quienes han realizado actos de corrupción”. “Antes que los intereses de grupo o de sectores, está el interés del partido”.

En Nuevo León estaba próximas las eleccioenes para gobernador y en Coahuila para Presidentes Municipales.

La segunda ocasión que Enrique Martínez y Martínez se autoexilió, debido a desavenencias con el gobernador en turno, fue luego de que EMM decidiera que su sucesor fuera Humberto Moreira Valdés. Después vendrían problemas entre ambos y Enrique se iría como delegado del CEN del PRI al Estado de México, en donde gobernaba el que sería el próximo Presidente de México: Enrique Paña Nieto. El enfrentamiento entre Humberto y Enrique tuvo sus motivos, desde personales hasta políticos, pero esa es otra historia que ya contaremos en su momento...

(Continuará).
La segunda etapa del sexenio montemayorista...


 
robledo_jgr@hotmail.com
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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