La contra-reforma laboral
de los neoliberales
Alejandro Robledo Flores
El pasado 28 de septiembre se aprobó en la cámara de diputados, con la alianza de legisladores del PAN y el PRI, la Reforma Laboral propuesta por Felipe Calderón, en lo que es el primer paso para su aprobación total (falta la aprobación del Senado), y que afecta de manera directa a todos los trabajadores del país y a los que se integrarán próximamente a la vida productiva. Es una contra-reforma regresiva que disminuye los derechos laborales, precarizando el trabajo y el salario, otro impedimento más para que los mexicanos logren una vida digna.
La contra-reforma acordada por los empresarios y los neoliberales representa una nueva agresión contra la clase trabajadora de nuestro país. El proyecto de iniciativa que envió Calderón llegó a la Cámara de Diputados maquillado con algunas propuestas para hacerlo aceptable a los ojos de la opinión pública, como la no discriminación, castigar el hostigamiento sexual en el trabajo y la licencia de paternidad; cuestiones que son inherentes a cualquier relación laboral y que es una obligación evitar en cualquier lugar de trabajo.
Por otra parte en la propuesta estaba contenido lo relativo a la transparencia y democracia sindical, registro de contratos, reglamentos y estatutos sindicales; rendición de cuentas y auditorías; sanciones a lideres sindicales y reglas para votar dirigentes. Esto al final no prosperó en la cámara, y se turnó al senado para su discusión.
Pero el fondo de la propuesta y la discusión es lo concerniente a que esta contra-reforma de Calderón, avalada por el PRI, plantea disminuir los derechos de los trabajadores, lo que constituye una grave afrenta a la clase que sostiene nuestro país.
Los principios de la contra-reforma son facilitar el despido, legalizar los “contratos basura” y legalizar la subcontratación con lo cual no se generan derechos ni prestaciones. Todo para elevar la plusvalía y por lo tanto la concentración de la riqueza, a costa del trabajo precario.
Los argumentos de los promotores de las otras expresiones son igual de falaces: “aumentará la competitividad”, “generará empleos”, “habrá crecimiento económico”, según dicen, con la “flexibilización” laboral, como la llaman los neoliberales, que no es más que aumentar las ganancias de las empresas reduciendo los costos mediante el abaratamiento del trabajo y anulándole las posibilidades de trabajo digno a los mexicanos, y olvidando que, las leyes laborales son para equilibrar las fuerzas productivas, no para generar “competitividad” a costa del bienestar del trabajador.
Los que promueven la contra-reforma alegan que el pago por horas traerá crecimiento económico “porque en los países del primer mundo se paga igual”; pero soslayan una gran diferencia: en esos países se pagan así algunos trabajos por el alto nivel de preparación y especialización de los trabajadores, porque hay un Estado de bienestar que garantiza la vida digna y porque el poder adquisitivo es estable.
Esos mismos avalan la subcontratación o “outsourcing” porque así se los exigen algunos empresarios para legalizar la tercerización y reducir el vínculo directo con ellos, y por lo tanto menos responsabilidades ni obligaciones con el trabajador. Menos prestaciones que pagar y trabajo barato aunque esto cause alta movilidad e inestabilidad laboral, y simulación para evitar cumplir obligaciones.
La simulación se puede presentar en los periodos de prueba que se impulsan en la contra-reforma, éstos también permitirán que los contratantes se libren de la responsabilidad de pagar prestaciones y los alientan a cometer más abusos laborales, sobre todo contra los trabajadores más jóvenes. Uno de los sectores de la población más afectados será la juventud; las condiciones actuales de desempleo, ocasionadas por el bajo crecimiento económico y un mercado laboral insuficiente, son consecuencia de la nula política de desarrollo en este periodo de neoliberalismo mexicano, que busca profundizarse aún más con esta reforma.
Con la contra-reforma y el pago por hora se cumplirán los deseos de muchas de las grandes empresas: mano de obra barata para atraer más inversiones de empresas internacionales que buscan precisamente eso, un mercado laboral “flexible” que les haga baratos sus costos de producción. Estas inversiones son temporales, pues no hay un nivel de educación y especialización alto en México. Alegan también, que se generarán más empleos, su ecuación es sencilla: con la contra-reforma un salario mínimo les “alcanzará” para mal pagar a tres trabajadores.
Los que impulsan la contra-reforma nada proponen o hacen para generar políticas públicas y leyes para el fomento económico, para mejorar la educación, invertir en tecnología e investigación; para crear empresas, capacitar para el trabajo, reducir las condiciones de desigualdad mediante una política social; estabilizar los precios de combustibles y de insumos necesarios para la producción, industrializar el país; es decir, ser productivos, competitivos y crecer mediante inversión para el desarrollo.
Esta contra-reforma traerá consigo la baja de salarios, crisis, desempleo, migración, inseguridad, quiebra del sistema de seguridad social y de pensiones, y más concentración de la riqueza.
Los neoliberales mexicanos festejan sus “reformas” sin importarles que, como escribió Eduardo Galeano hace décadas, “…se extiende la pobreza y se concentra la riqueza en esta región que cuenta con inmensas legiones de brazos caídos que se multiplican sin descanso...”
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