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Septiembre 2012
Edición No. 283
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Radiografía educativa o cronología
de un anhelo: Cuatro Ciénegas


Alfredo Velázquez Valle.


Situada a 740 metros sobre el nivel del mar, la municipalidad de Cuatro Ciénegas se encuentra dentro del desierto coahuilense a 26° latitud norte y le corresponden aproximadamente 7,860 km2 del territorio  estatal.


Su desarrollo económico pareciera no ser de gran empuje. Sin embargo, ha adquirido cierto renombre debido a la producción de uva y la consiguiente fabricación de vinos de mesa además de poseer un tesoro invaluable en las especies endémicas que habitan en sus Pozas, eslabón único que nos conecta con el pasado remoto del origen de la vida. Hoy, hábitat amenazado como todo lo que toca la ciega necesidad del hombre.

Su historia, el origen de su primera fundación se pierde entre los años últimos del siglo XVI y solo conjeturas nos llegan sobre este lugar que nació como misión franciscana y operó como hacienda. El núcleo poblacional que se asentó definitivamente en este paraje justo a inicios del siglo XIX no conoció ya de las vicisitudes que las misiones de otros tiempos y otras ciudades del septentrión novohispano experimentaron: los dramáticos abandonos y los sub siguientes reencuentros con el solar en ruinas:

Refiere Esteban L. Portillo que “Por 1797 la hacienda de Cuatro Ciénegas estaba completamente abandonada. En el mismo año el Gobernador de Coahuila, teniente coronel Antonio Cordero y Bustamante, practicó un reconocimiento haciendo el viaje desde Monclova en compañía de otras personas. Encontró las fincas destruidas con los techos caídos, todo abandonado y en pésimas condiciones con excepción de la viña, que guardaba buen estado por la extremada fertilidad del terreno, y una huerta con ochenta y cinco o noventa árboles frutales”.

Nuestra Señora de los Dolores de Cuatro Ciénegas, como también se le conoció allá por 1761, debió ser un poblado próspero “por la extrema fertilidad del terreno” y la probada laboriosidad de los indios tlaxcaltecas que junto a españoles y mestizos realizaron la última y definitiva fundación de dicha Villa un 25 de abril de 1800 y cuya primera autoridad recayó en la elección de un alcalde llamado José Plácido Monsón. 

Las actividades agrícola y ganadera además del cultivo de la vid ocuparon el tiempo productivo de sus pobladores que afincados como peones de hacienda trabajaron la tierra y vivieron de sus frutos… aquellos que no les arrancaba la mano del patrón, dueño de vida y paisaje.

De la instrucción pública poco sabemos en su primer centenario de existencia pero no debió diferir, en lo sustancial, de lo observado en otras latitudes del Estado: escuelas mal organizadas por el Sistema Lancaster o de Ayuda Mutua con lecciones de catecismo del padre Ripalda y dirigidas por personas de poca o nula instrucción, bajo la supervisión del gendarme y el párroco.

Sin embargo, no será hasta 1899 y tras una serie de disposiciones jurídicas implementadas por las autoridades estatales en materia de educación cuando comience a fluir algo de luz, por medio de informes estadísticos requeridos por la entonces recién creada Dirección General de Instrucción Primaria del Estado, sobre las escuelas, maestros y alumnos que en el Municipio había. Es a través de estos papeles ya centenarios y casi desconocidos como acabados por el paso del tiempo como hagamos este recuento de los primeros años de lo que  fue la instrucción primaria allá en la hoy Cuatro Ciénegas de Carranza.

Comencemos por señalar que al implementarse por vez primera en el Estado una dependencia específica que viera exclusivamente por el ramo de la educación, ésta quedaba supeditada a disposiciones jurídicas protegidas por una serie de leyes y reglamentos que obligaban a los distintos actores sociales a cumplir con lo que les correspondía en labor tan importante para el progreso de la ilustración pública.

A este respecto, la Dirección General de Instrucción Primaria cumplió con dicho cometido y además de dictar las pautas que debían nivelar y/o uniformar la tarea de los maestros en todo el Estado, obligaba a los directores de escuelas (públicas o privadas) e inspectores de Distrito, a rendir informes mensuales y de fin de año donde reflejaran el estado general que guardaban las escuelas de los distintos municipios de Coahuila. Las sanciones por no hacerlo podían ser fuertes llamadas de atención hasta la suspensión de sueldos si no se cumplía con el llenado de los formatos o si el envío no era realizado puntualmente a esta novel Dirección.

Conserva este Archivo Histórico de la SEDU las estadísticas de Cuatro Ciénegas correspondientes a la primera década de siglo XX que los Inspectores del Distrito de Monclova remitieron a la D.G.I.P., en Saltillo. Fragmentos de esta valiosa información es la que hoy te presentamos y que habla por sí misma del esfuerzo que ciudadanos, autoridades municipales y funcionarios de la Dirección de Instrucción llevaron a cabo con el anhelo único de acercar el conocimiento científico a la niñez coahuilense.

El primer Informe Estadístico que registra esta Dirección de Instrucción Primaria, es el correspondiente al años escolar de 1898 a 1899 y consigna dos escuelas primarias, una para niños y otra para niñas.

La primera contaba con 55 alumnos distribuidos en cuatro grados, por lo que era su rango de escuela elemental y no superior, la cual abarcaba hasta los seis grados. El Director de la escuela firmaba como M. Gutiérrez y el profesor Ayudante tenía por nombre Jesús Guzmán V. Los sueldos respectivos eran de $60.00 y $40.00 respectivamente.

La Escuela Oficial de Niñas  contaba con 76 alumnas repartidas en tres grados escolares y su Directora era Raquel Uribe y su maestra Ayudante,  Herlinda de mismo apellido. Sus sueldos correspondientes: $60.00 y $24.00

A partir de enero de 1899 inició sus labores una escuelita oficial rural en la Hacienda de “San Pablo”. Las carencias que esta escuela rural manifestó tener durante los siguientes diez años reflejan el abandono en que los patrones hacendados tenían a los campesinos a los cuales estaban obligados a procurar al menos las luces de una mínima educación elemental.
Contaba esta escuela con catorce alumnos, todos inscritos en el primer grado, no contaban con local propio y adecuado para su enseñanza y los útiles, como el material didáctico eran simplemente nulos. Para junio de 1908 los únicos muebles escolares con que contaban los niños para sus trabajos eran sólo dos bancas de madera y una mesa del mismo material. No había un solo pizarrón y mucho menos escritorio.

De la escuela Número 1 para Niños hemos de decir que la población escolar aumentó con el tiempo y esto redundó en la contratación, por parte de la Dirección de Instrucción, de un nuevo profesor Ayudante. Así de 1906 a 1910 los nombres de los profesores que atendieron esta escuela fueron Antonio Olivares (Director), Manuela Flores (Ayudante) y Guadalupe Flores (Ayudante). En septiembre de 1906 la escuela añadió el nombre de “Benito Juárez” a su denominación anterior en recuerdo del centenario del nacimiento del Benemérito de la Patria.

La Escuela Oficial Número 2 para Niñas, también de carácter elemental por no contar con los grados superiores de V y VI, también incrementó su demanda y, paralelamente a la Escuela para Niños, se vio en la necesidad de hacerse de una tercera profesora Ayudante de nombre Otila Uribe, lo que nos hace suponer que era hermana de las otras dos profesoras compañeras suyas.

A estas tres instituciones de enseñanza primaria se sumó otra de carácter también rural pero cuyos alumnos fuero hijos de mineros ya que se instituyó en un “pozo” o mineral llamado “Reforma”. Para finales de 1909 (septiembre), las condiciones de este local escolar eran idénticas a la circunstancia de la Escuela Rural de la Hacienda de “San Pablo”: cuatro bancas de madera sin sillas, sin mesas ni escritorio. Su población escolar era de 20 – 30 alumnos. Su Director y profesor se llamaba Ignacio Cortinas y percibía $20.00 mensuales.

Las materias impartidas en las escuelas oficiales de niñas y niños de la cabecera municipal comprendían: Lengua Nacional (lectura y ejercicios de lenguaje), Moral y Urbanidad, Enseñanza Intuitiva, Aritmética y Sistema Métrico, Geometría y ejercicios físicos y Canto para la Escuela de Niñas. Historia Patria, Geografía, Caligrafía, Ciencias Físicas y Naturales e Instrucción Cívica y Trabajos Manuales complementaban el curso de IV Grado. En el caso de la Escuela para Niños se añadía la asignatura de Economía Política y en la Escuela para Niñas la materia de Economía Doméstica.

Por último los materiales didácticos para la enseñanza de las materias con que contaban estas dos escuelas del poblado de Cuatro Ciénegas eran los siguientes: ábacos, pizarras de cartón, reglas métricas, escuadras, transportadores de ángulos, compendios métricos, resmas de papel (una resma equivale a 500 hojas), esferas, mapas geográficos y cuadros para la enseñanza de los colores.

El epílogo: ninguno de los maestros ayudantes de estas escuelas contaba con preparación adecuada para desempeñarse como tales ya que no contaban con certificado o título de preparación profesional o de alguna Escuela Normal.

 
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