Vicente Segura Martínez,
el torero millonario
Alberto Santos Flores.
Este personaje polifacético, polémico, cuya posición económica le permitía vivir holgadamente no logró controlar su carácter inquieto y no le impidió desarrollar su pasión… el peligro. Su vestimenta aunque de caro linaje olía a adrenalina y a pólvora Millonario, charro, pugilista, tirador de pistola, esgrimista de academia, piloto aviador corredor de carros , torero y militar revolucionario que lucía con orgullo el rango de General Brigadier, caso único en la historia de los toreros de a pie. Y por si fuera poco dominaba varios idiomas, inglés, francés, español y portugués, filántropo de extraordinaria nobleza, simplemente un caballero de gran personalidad y amplísima cultura.
Vicente Segura Martínez nació en Pachuca, Hidalgo el 12 de diciembre de 1883. Apenas cinco años antes de que viera la luz primera el gran Rodolfo Gaona cuya biografía concluimos en la entrega pasada. Nuestro personaje nace en pañales de seda, hijo de don Guillermo Segura Pesado y doña Laura Martínez de Segura, originarios de la hacienda de Guadalupe de Huasca en el estado de Hidalgo.
A los dos años de edad quedó huérfano y bajo la tutela de don José Landeros y Coss, un rico hacendado que se preocupa por darle una buena formación. Lo envió a estudiar a Puebla y a los mejores colegios del país, emigró a los Estados Unidos, Bélgica, Francia y se graduó en el colegio militar. Por lo tanto su preparación y cultura eran indiscutibles,
Al cumplir la mayoría de edad recibió su herencia, ricas minas y haciendas, recibiendo los beneficios de los metales de oro y plata bajo el sistema descubierto por el sevillano Bartolomé de Medina, radicado en Pachuca e inventor del tratamiento metalúrgico “Beneficio de patio”, método que permitía explotar minas que por su escasa ley no era susceptibles para la fundición.
Pero el hidalguense no solamente tenía dinero, tenía pasión por los toros era víctima del mal de montera, (así se llama a la afición desbordada por las corridas de toros) mal para el cual no hay antídoto, y quiere ser torero. Influenciado seguramente por la popularidad del célebre charro de Atenco Ponciano Días Salinas, que logró altos vuelos en la historia de la tauromaquia mexicana al convertirse en el primer matador mexicano en recibir la alternativa en Madrid el 17 de octubre de 1889 (ver edición 275 y 276), y por los pupilos más destacados de la escuela taurina fundada por Saturnino Frutos “Ojitos”: Rodolfo Gaona y Samuel Solís que en aquellos tiempos traían su propia revolución taurina dentro de los ruedos mexicanos, y que fueron alternantes de Vicente antes de que éste partiera a España.
Para aprender los secretos de la lidia y gracias a su considerable fortuna, cultiva la amistad de los matadores españoles Antonio Montes y Antonio Fuentes, y el 20 de enero de 1907 recibe la alternativa en la antigua Plaza México de la capital, de manos de este último, ocho días después de la mortal cornada que el toro “Matajaca” le infirió al desafortunado Montes en la misma plaza.
Segura se hizo torero, su andar taurino lo llevó a alternar con lo mejor de México. Parte a España y el 6 de junio de ese mismo año confirma la alternativa en la capital española en la plaza madrileña ubicada en la carretera de Aragón de manos de Antonio Fuentes, y como testigos Ricardo Torres “Bombita” y Rafael González “Machaquito” con ocho toros de la ganadería de de Moreno Santamaría, el astado del doctorado se llamó “Rapiño”.
De nueva cuenta la prensa verá en Vicente, al igual que en Ponciano Días, sólo valor y habilidad para estoquear, además algunos malquerientes críticos taurinos complementaban sus comentarios diciendo que era un mexicano más que sólo iba por dinero, pero este torero no solamente derrocharía valor y habilidad, sino derrocharía su dinero, su alegría y ganas de vivir en el filo de la navaja, dedicándose a una profesión riesgosa pero plena que ponía a prueba su valor y talento, principales virtudes del hombre y que únicamente frente al toro podría llevar al máximo esta experiencia, que al aplicarlos frente al toro sentía el gozo anímico que le da gran satisfacción al artista, que encuentra algo íntimo, profundo, al ir desplegando este complicado arte.
Dijimos al principio de este escrito que Vicente Segura era un caso único en la historia del toreo de a pie, pues no le preocuparía jamás el sueldo devengado y que muy frecuentemente lo destinaría a obras de beneficio, tanto en España, como Francia, Portugal y México, callando con esta actitud el ladrido de sus enemigos de la prensa, inclusive se puso de moda en la región Andaluza una copla que se cantaba con la gracia sevillana: “Si no fuera millonario, valdría más por mi corazón…es lo más extraordinario de su afición”
Consecuentemente cuando Vicente Segura era anunciado en las corridas, en la asistencia en los tendidos era usual ver a lo más granado de la sociedad de las localidades donde se presentaba, tanto en México como en España, no daban crédito que una persona que se juega la vida y que los honorarios que recibía como torero los repartiese entre los pobres o casas de beneficencias, pues en la península dedicarse a la profesión de torero era para hacerse rico y él era millonario. La visión española, la vida no como satisfacción sino como un valle de lágrimas, solemnidad ante la muerte, desde esta perspectiva las corridas de toros tienen en España carácter ritual, liturgia de fiesta grave… toreo lúgubre.
Mientras la actitud del mexicano concentrada en el más acá, en el carácter transitorio de las cosas, en el ahora sin contemplaciones o esperanzas de otra vida, bromea con la muerte, comen calaveras de azúcar y pan de muerto y hacen mordaces versos, y llevan ofrendas a los difuntos, queman a judas, se la juegan, se mueren en la raya… toreo lúdico… festivo.
Segura era temperamental, desprendido, alternaba su quehacer taurino con sus otras aficiones: participaba en charreadas, en carreras de autos, en torneos de box, así como pilotear aviones, dejando guardada en el baúl otra de sus vocaciones que llevaba dentro: la milicia. Lejos de una actitud frívola y poco profesional, Segura alternara decorosamente con los principales toreros españoles de la época.
En el año 1909 trajo un encierro de la famosa ganadería de Miura, que fue desembarcado en Veracruz y trasladado a la ciudad de México, causando gran expectación. El festejo se realizó en el toreo de la Condesa y contó con la asistencia del Presidente Porfirio Díaz. Vicente le cortó una oreja al toro “Perlito”, lo cual constituyó una hazaña.
En la feria de Sevilla en 1910 actuará tres tardes, durante la tercera corrida sucedería una coincidencia revolucionaria, pues fue herido en el pecho por un toro de la ganadería de Miura cuyo nombre era “Madero”.
Circunstancia que lo hace volver los ojos a su convulsionado país, donde incorregible se incorpora al movimiento maderista y participará en la lucha armada alcanzando el grado de general en las filas de don Venustiano Carranza, incansable revolucionario y enconoso antitaurino. Participó en infinidad de batallas, contribuyendo con su fortuna compró armas y municiones en los Estados Unidos, así como un barco para su transporte. Tras la usurpación de Victoriano Huerta, se unió a las fuerzas del noreste, organizando la brigada “Hidalgo”, peleó contra los zapatistas en los estados de Morelos y Puebla. Cuando el país estuvo en calma retornó a su pasión: los toros, retirándose definitivamente en 1932 en su natal estado de hidalgo en la plaza de Pachuca que él mismo construyó.
Vicente Segura Martínez: poliglota, filántropo, personaje polifacético, desprendido de su fortuna que la entregó para salvar las injusticias que en ese tiempo imperaban en el país. Gran Torero, gran hombre y gran mexicano, orgullo nacional. Muere el 27 de marzo de 1953 a la edad de 70 años en Cuernavaca Morelos, seguramente satisfecho de haber alcanzado todas las metas que se propuso, fue un escogido de Dios y cumplió.
Bibliografía; Guillermo Salas Alonso, Guillermo H. Cantú, José Coello U. Ignacio Solares y Jaime Rojas Palacios
En la espuerta: Cornada de Antonio Montes, el torero de las tres muertes. El 13 de enero de 1907 en la antigua plaza México le infiere una grave cornada a este torero el toro “Matajaca” de la ganadería de Tepeyehualco, recibe atención médica en la enfermería de la misma plaza, de ahí fue trasladado al hotel Edison donde su estado empeoraba. Montes luchó contra la muerte con serenidad e hizo disposiciones testamentarias, y después de tres angustiosos días de zozobra y martirio, y una vez recibidos los oficios religiosos descansó, falleciendo el 17 de enero a las 7.30 de la noche. Sus restos fueron trasladados al panteón Español para su velatorio.
Pero su historia no acaba ahí, pues resulta que el descuido de los encargados de la vigilancia de la capilla, motiva un horripilante suceso: uno de los cirios encendidos se reblandeció con el calor de la flama, se encorvó y alcanzó el forro exterior de seda del ataúd que se inflamó, dejando el cadáver calcinado, luego es llevado a Veracruz para embarcarlo a Sevilla, al subirle a bordo una cuerda de la grúa se reventó y sus restos se precipitan sobre el muelle. Una vez en España, el barco que lo traslada por el río Guadalquivir choca y estuvo a punto de zozobrar. Por fin llega a su natal Sevilla donde está inhumado junto a Manuel García “El Espartero” , también muerto por un toro de Miura en Madrid en 1894. (El torero de las tres muertes mote que le pusieron por su accidentado y largo peregrinar post mortem).
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