Apariencias
Arcelia Ayup Silveti.
Hace días escuché a un ejecutivo de banca patrimonial contar una singular anécdota. Dice que estaba en su oficina cuando entró una persona para preguntar sobre los sistemas de inversión y de la bolsa de valores. A la señorita del mostrador no le dio confianza la apariencia de dicho hombre, iba vestido de manera muy modesta y con un gabán poco aseado. De una manera elegante ella trató de invitarlo a salir. Los otros ejecutivos escucharon y salieron para apoyar a su compañera. La persona que me comentó esta situación dice que lo hizo pasar a su oficina.
Una vez en su despacho, el señor le confesó al ejecutivo que tiene un rancho y que acababa de vender algunas tierras, que necesitaba invertir el dinero para su pequeña propiedad. Cerraron la inversión de varios millones de pesos que llevaba “bajo su gabán”. Con la misma actitud de servicio, el ejecutivo lo acompañó a la puerta. Percibió las miradas burlonas de sus compañeros. Regresó con ellos con el documento de la operación bancaria en la mano. Se helaron sus risas.
En otro escenario, en una reunión informal de amigos, un señor está muy concentrado cenando. Se acerca otra persona y este último empieza a contarle que es un hombre muy preparado, y que le gustan los idiomas. El primero no le da importancia, y continúa disfrutando sus alimentos. Llega un tercero para presentarlos, el que comía tranquilamente resultó ser un estudioso de la historia, hablaba cinco idiomas, además de tojolabal y maya.
Sé de otro caso de una cita de negocios. Un joven mexicano, empresario, incursionaba en los viñedos. Se encontraría con la llamada “dama del pisco” la señora Juana Martínez de González, especialista en mosto que le ha dado varios premios internacionales. Él llegó a la bodega de la señora. Lo recibió una mujer adulta, robusta, de baja estatura y atuendo sencillo. El mexicano le dijo que si podía anunciarlo con la dama, ella le dijo que ya no era necesario, que ya estaba ante ella.
Muchas veces nos dejamos llevar por las apariencias, nos formamos una idea de ciertas personas, como si fuesen moldes preestablecidos. Ahora sí como señalan los dichos “las apariencias engañan” y “siempre es mejor aparentar ser menos”.
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