México, paraiso de la informalidad
Fidencio Treviño Maldonado.
La historia de México es breve y está llena de altas y bajas con más bajas que altas y con un costo que es tangible para la sociedad, los retos van y vienen pero nadie los arregla, siempre se anteponen las miasmas de los todólogos o en el peor de los casos la transa, el influyentismo y desde luego los disparates de distracción que nunca faltan como parte del juego nacional y del folclor encantado. Las informalidades y simulaciones en la política son normales, políticas que representan las cosas rotas, la sombra gris que no está en ninguna parte y en todas a la vez.
Por otro lado, la formalidad es un valor y rasgo extraño en casi todas las ocupaciones del gobierno y según parece, nos gusta que sea así como se gobierne. Más allá de la informalidad que se dé en citas, reuniones sociales o triviales que parece es normal el llegar tarde a todas partes, y si no es parte de la cultura al menos es un uso o costumbre ya establecido. Bien lo dice nuestro premio Nóbel en literatura Octavio Paz: Llegamos tarde a todas partes, nacimos cuando ya era tarde en la historia, tampoco tenemos un pasado o, si lo tenemos hemos escupido sobre sus restos, nuestros pueblos se echaron a dormir durante siglos y mientras dormían los robaron y ahora andan en andrajos, no logramos conservar ni siquiera lo que los españoles dejaron al irse, nos hemos apuñalado entre nosotros.
La telaraña de mentiras en que se nos tienen cautivos va desde las ofertas amañadas de la mercadotecnia, hasta ser parte de la mitomanía de los políticos y sus reglas para gobernar. Las propuestas ofrecidas por parte de la cúpula son un rosario de mentiras, medias verdades o simples informalidades, sin compasión para los consumidores si de ofertar productos se trata. Nuestras autoridades son los mejores trianguladores para el engaño, siempre buscan una salida y si no la encuentran la fabrican, el caso más reciente de sinvergüenzas son las muchas reformas que al garete hacen los “genios” del nuevo gabinete.
No cabe duda que las informalidades se dan a pasto sobre todo en las cuestiones burocráticas, que metafóricamente hablando es como jugar al azar... la mano de obra antes calificada ha tenido que ser exportada, la improductividad nos coloca como un país maquilador, cuya dependencia es un obsequio del gobierno entreguista con promesas incumplidas y misiones fallidas, mentiras que cada seis años reviven la esperanza de buenos tiempos y vacas gordas, con la informalidad latente en cada discurso y acción a tal grado que nuestros gobernantes son vecinos distantes y la sociedad parece hasta ser un estorbo para esta casta divina, ya como gobernantes o funcionarios y que viven en una informalidad de decir una cosa y hacer otra.
Por otro lado estas mismas informalidades son respetadas o tapadas por la mascota del gobierno (la burocracia), mascota convertida en monstruo cuando de cobrar se trata a los ciudadanos y no hay escapatoria más cuando entra otra red más peligrosa, corrupta, constante, permanente y perpetua, establecida desde la noche de los tiempos en México como son las leyes y los aplicadores de la justicia, ahí si que las informalidades se pueden convertir en perros de presa que sólo son contenidos por gruesos filetes de dinero.
No es tan difícil dejar la informalidad en nuestro país y vivir en la formalidad, no con la educación conductista, que ahora con su novedosa reforma quieren engaratusar al pueblo ya no se diga a los profesores, que son la clase más obediente que hay; si dice la Gordillo que está bien, está bien y como ahora que no le parece, pues está muy mal. La informalidad es un mal necesario en este país.
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