Comicios a la romana
José Luis Carrillo Hernández.
Regresan los comicios y con ellos toda la carga de las sofisticadas campañas publicitarias de una supuesta cultura democrática que vivimos, vuelven una vez más los discursos demagógicos, simuladores y panfletarios de la clase política, de los partidos y grupos que pretenden acceder o conservar el poder, en un proceso donde, lo que se juegan los participantes no son valores ni virtudes, porque no los tienen; mucho menos son sus recursos propios o las herencias de sus familias las que invierten, tampoco sus propiedades ni las de sus socios, sino por el contrario, el triunfo en esta elección representa toda una serie de concesiones, prerrogativa y beneficios, entre otras cosas para los ganadores, como el manejo de las arcas municipales.
Claro está que la ciudadanía también gana en cada elección, algunos una despensa, otros una cachucha o camiseta, cuando mejor les va los incluyen en un programa social, eso sí en campaña todos recibimos la ilusoria promesa electoral de ese sector que está en la cúspide de la escala social y que en estos periodos se divide en partidos para disputarse el poder, aquí sólo juegan ellos, los hijos de los Patricios de la ciudad y de los plebeyos que por medio de conquistas de espacios de poder y corrupción se han enriquecido, afortunados del negocio de la política llamada cultura del esfuerzo.
Encarnando la más pura tradición romana donde sólo los Patricios y sus junior´s, además de los plebeyos que por su riqueza ascendían en la escala social, podían acceder a los puesto o espacios del poder público. Ellos eran los únicos ciudadanos que tenían acceso a los mandos militares, judiciales y burocráticos, los demás eran los artesanos o clase trabajadora y una población de esclavos que en muchos casos superaba al número de ciudadanos romanos, en un sistema económico de explotación, de miserables y de esclavitud.
Los comicios, nombre dado a la asamblea ciudadana, herencia de la Ágora griega, aquel espacio de la Acrópolis de Atenas donde los ciudadanos se reunían para deliberar sobre los problemas de la Polis. En Roma, los comicios por tribus (400 a. de C.) se celebraban para discutir asuntos de escasa importancia, y se convocaba al pueblo sin distinción, a pobres y ricos.
En el caso de nuestros comicios, en un acto masivo, tras las campañas electorales, las distintas clases sociales, pobres y ricos, saldrán a votar ilusionados, alucinados y manipulados por promesas que los contendientes presentan en una aparente rivalidad. En realidad a los dueños o Patricios de la ciudad no les importa quién gane, pues saben bien que con uno o con otro sus intereses están protegidos, pues una lezna no pica a otra, además, el orden de los factores no altera el producto. Así, el resultado en ambos es el mismo, cuidar, velar e incrementar sus intereses desde el poder público, con un profundo desdén por los intereses comunitarios.
Este sistema basado en la desigualdad, la discriminación y la marginación social, lleva en sí mismo los gérmenes que lo destruirán, cultivando un profundo descontento social, se nutre día a día con acciones impopulares, como la corrupción en todos los niveles, la inseguridad pública, el incremento en los impuestos y la ausencia de obras y programas de una cobertura amplia que en verdad incidan en lo que ellos llaman justicia social o bien común, estos lemas son sofismas de un supuesto ideario partidista, de una cultura democrática ilusoria, una democracia acotada, selectiva y dirigida por y al servicio de la clase dominante.
La elección de alcaldes de Coahuila está en juego, y seguramente los coahuilenses votarán por causa del descontento social o por el clientelismo y la dádiva electoral. Sin embargo, falta que nos chutemos toda la parafernalia electoral de la campaña: pintas, carteles, espectaculares, pega de engomados, caravanas automovilísticas, perifoneo, mítines, saludos callejeros y de casa por casa, spots televisivos, en radio y prensa, entrevistas y encuestas manipuladas, campañas negras y redes sociales, brigadas asistencialistas en colonias y ejidos con promesas de programas sociales, sillas de ruedas, becas, terrenos, empleo, canchas deportivas, servicios básicos, etc. etc. etc.…
También y pronto, los diferentes sectores serán llamados a dialogar con los candidatos, mismos que escucharán las mismas quejas, propuestas y halagos. Se hablara del desarrollo de la ciudad, del empleo y de nuevas inversiones, de los servicios, de las finanzas y la recaudación, del transporte, y tal vez hasta de la cultura entre otros temas que para los políticos son de menor importancia.
Sin embargo, a pesar de lo impredecible de los resultados y más allá de quien gane, podemos afirmar que los Patricios nunca pierden, pues son los mayores defensores de este sistema que les permite conservarse en la cúspide del poder y por encima de las clases sociales.
Estimado lector, ésta es nuestra cultura democrática, ya no da para más, así que en aras de no ser señalado como mal ciudadano procure tener al alcance su credencial de elector, para que cuando le digan ¡vote!, así lo haga y con esta acción legitime los juegos de poder de ese sector que está en la cima de la pirámide social.
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