La realidad gubernamental de Coahuila
Jorge Arturo Estrada García.
El jefe hizo sentir su poderío. Azorados, los virreyes abrieron los ojos ante el estruendo. E inmediatamente, tuvieron que ponerse a reflexionar acerca de su presente y su futuro. Los gobernadores se estremecieron y se les heló la sangre. El personaje al que ellos ayudaron a encumbrarse, les demostró quien manda en el país.
De golpe, los otrora poderosos gobernadores del PRI, que se acostumbraron a actuar como virreyes, quedaron reducidos a subordinados del Presidente y de su gabinete.
El escenario político cambió y hay que aprender a leer las nuevas circunstancias. Estas circunstancias ya están plenamente vigentes, ya mandan y te reasignan una nueva posición en el espectro político. El “Gordillazo” envío una gran cantidad de mensajes. De nueva cuenta el Presidente Peña Nieto mostró que no le tiembla la mano para sacar de la jugada a los que estorban.
Hay mucha diferencia entre estar parado en la cima de una amplia y sólida pirámide de base social, a estar colgado con ganchos de las ramas de la clase política nacional gobernante. No es lo mismo ser un aliado importante, que un empleado o un apéndice del poder central. No es lo mismo ser un activo político relevante, que un pasivo molesto al que hay que descartar, o un etcétera del que se puede prescindir.
En Coahuila, Rubén Moreira llegó al poder como parte de un proyecto autoritario. Fue electo en medio de una maraña de engaños mentiras, delitos y corrupción. Bajo el lema de Más Moreira y Mejor Coahuila, montado en los generosos programas sociales del Gobierno de la Gente, y respaldado por la maquinaria que construyó el gobierno de su hermano, Rubén ganó las elecciones.
Su candidatura y su elección polarizaron a los coahuilenses. Antes de tomar posesión estallaron los escándalos. Coahuila estaba al borde de la quiebra y en poder de la delincuencia. Los derroches de su hermano llevaron al gobierno estatal a la insolvencia. La corrupción, los excesos y la frivolidad del Gobierno de la Gente quedaron en evidencia. Los ciudadanos se indignaron. Y dejaron de ser ingenuos y confiados.
Humberto Moreira, se convirtió rápidamente en un lastre para las aspiraciones del entonces candidato Enrique Peña Nieto. Y fue echado de la Presidencia Nacional del PRI, rápido y sin contemplaciones.
Rubén, recibió como herencia un estado endeudado y dominado por la delincuencia. Un estado con las instituciones corrompidas hasta los cimientos. El nuevo gobernador ya no recibió una base social amplia, la desaparición de los programas sociales y las pugnas con Humberto anularon esa posibilidad.
Los escándalos marcaron el primer año de gobierno del nuevo gobernador. El “Moreirazo” y la fuerte penetración de la delincuencia convirtieron a Coahuila en símbolo de la corrupción gubernamental a nivel nacional e internacional.
Sus palabras cayeron en tierra poco fértil. Agobiado y sin dinero, su gobierno produce pocos resultados satisfactorios. Los coahuilenses demandan seguridad y progreso. Y ya perdieron la paciencia. Ahora exigen ser atendidos y escuchados.
El proyecto autoritario que lo llevó al poder, ya desapareció. Además, estaba diseñado para que funcionara con base en enormes cantidades de dinero que ya no existen. Los años siguientes del gobierno de Rubén dependen, en gran medida, de los recursos federales para obras y para avanzar en materia de seguridad.
La fórmula del soberano que lleva dádivas a sus gobernados ya no funciona en la entidad. Tal vez, le sirva para ganar algunas elecciones, pero a costa de mayor irritación social.
El mejor de los Moreira, Rubén, está sin dinero y acotado. Su gobierno está agobiado por la violencia. Y los ciudadanos están rabiosos contra los excesos de su hermano y sus colaboradores; y sobre todo por la impunidad de que gozan los saqueadores y corruptos.
Rubén es quizá, el peor calificado de los gobernadores del país. También, es posiblemente el más débil y el más restringido de los mandatarios priístas. Y tal vez, es también el más solo. En política, los amigos son de mentiras y los enemigos son de verdad.
Rubén deberá aprender rápidamente a hacer política, en la más amplia acepción de la palabra. No le costó trabajo ascender y llegar a gobernador, lo tuvo todo bajo la poderosa figura de su hermano.
Los gobernadores del PAN y el PRD están en mejor posición que él, ya que no tienen un jefe. Y ese solo hecho los fortalece. Tal vez Rubén, es el más vulnerable. Su base social es cada vez más estrecha. Deberá convertirse en un activo político útil rápidamente.
En lo nacional deberá esforzarse por integrarse a la corte y ser apreciado como un activo político valioso. Y en Coahuila deberá esforzarse aún más. Él requiere consultar, generar alianzas, sumar adeptos, contrastar, consensuar y convencer.
Sin embargo, en este momento, el gobernador no parece intentar convencer. Sus palabras parecen regaños y reclamos. Él establece, unilateralmente, sus propios tiempos y metas. Mientras, las demandas de los ciudadanos reclaman resultados en el corto plazo. La paciencia se agota.
Los funcionarios que lo rodean son incapaces. Se preocupan más por atender al gobernador que por cumplir con eficiencia sus indicaciones. Estamos ante un discurso desgastado. Y ante un gobierno que se desgasta rápidamente.
Sus palabras ya no aportan tranquilidad y comprensión. Convencen poco. Pese a su hiperactividad, se percibe más aislado y lejano. Sin seguidores. Está gobernando muy solo, desde arriba.
Su gobierno ya no comunica, sólo propagandea. Se le percibe molesto e irritable. Pareciera que se enfila a chocar con los coahuilenses que lo contradicen y que demandan atención. Su desgaste es prematuro. Es momento de cambiar.
Rubén Moreira requiere encajar en el perfil del nuevo PRI que Peña Nieto está construyendo. En Coahuila se necesita generar armonía y consensos. Hay que alejarse de la soberbia y de la confrontación. La entidad demanda liderazgos genuinos y sólidos para retomar la ruta del progreso. La demagogia ya no basta. Humberto Moreira fue desechado pese a todo el poderío que llegó a acumular.
Es cuestión de saber leer los tiempos y las circunstancias.
|