Desafío
-Los Ex en Capilla
-No a la Impunidad
-Una Cárcel de lujo
Rafael Loret de Mola.
La impunidad es, sin duda, una de las mayores afrentas en contra de los pueblos que se suponen democráticos. Dejar pasar los excesos, incluyendo crímenes desde el poder, es tanto como encarcelar las conciencias de por vida. Y esto, en el sentido amplio de la historia, equivale a un genocidio moral, imperdonable.
Para infortunio de los mexicanos, rara vez se procede contra los grandes predadores nacionales con la fútil argumentación de que lo trascendente es preservar la fortaleza institucional y no menoscabarla con la exaltación de quienes la han deshonrado. Nada más turbio y alejado del ideal de justicia por el que los pueblos combaten hasta los últimos alientos. Y no sé que es primero si la libertad o la justicia pero ninguna civilización puede decirse tal sin estos elementos sustantivos.
Ya hemos hablado de la manera como, a través de los sexenios y luego de una alternancia veleidosa, por decir lo menos, los ex presidentes han gozado de prerrogativas inmensas para vadear toda acción judicial incluso respecto a crímenes de lesa humanidad, como la matanza de Tlatelolco, por la que Luis Echeverría permaneció arraigado unos meses en su lujosa residencia de San Jerónimo para posteriormente ser exonerado del cargo sin profundizar en los hechos ominosos.
Ha sido éste el caso más sonado pero no el único: también Carlos Salinas y Ernesto Zedillo -éste incluso en funciones presidenciales- fueron declarados con relación a los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu sin que, hasta la fecha, se conozca el contexto de lo expresado, fundamental para reconstruir las turbiedades de aquellos amargos hechos que modificaron el perfil histórico de la nación.
En línea semejante, abundan los mandatarios estatales que dejan larga “cola” en sus respectivos feudos y se convierten en intocables por obra y gracia de un sistema y no pocas complicidades que les cubren las espaldas a cambio de “lealtades” que, en no pocos casos, implican las realizaciones de trabajos sucios, debajo del agua, liberados de las correlaciones con quienes ejercen el poder. De allí las inmensas cortinas de humo que cubren a los grupos de los “ex” y los alejan, con la debida aplicación de la medicina del tiempo, de la curiosidad general.
Existe otro factor igualmente importante: los ex mandatarios predadores dejan en tal ruindad sus respectivas administraciones que los sucesores no tienen más remedio que atender la emergencia con la mayor prioridad. Y los meses van pasando sin que las infortunadas auditorías puedan consumarse bajo el hilo conductor de la justicia. Por eso, el caso de la perredista Amalia García, en Zacatecas, produjo tanto escozor y fue visto como una especie de linchamiento partidista, desde el PRI, para zanjar cuentas de otro nivel. ¿Y si sólo se trataba, como es al parecer, de poner las cosas en orden?
Debate
La ex gobernadora García debió limitarse a responder. Para ella debió ser excepcional salir bien librada de las acusaciones porque con ello hubiera ganado un sitio en la historia que no es compartido por otros en sus condiciones: la solvencia moral probada. Nada mejor que ello para exhibir las bienaventuranzas políticas de quien se comprometió a servir y no a servirse de los suyos.
Insisto en el punto porque, en la geopolítica nacional, hay otros tres casos que deben llegar, como siempre se dice, “a las últimas concecuen- cias” por sus connotaciones francamente escandalosas: los de los ex gobernadores priístas Mario Marín Torres, de Puebla, y Ulises Ruiz, de Oaxaca; además del ex panista -fue expulsado de su partido por su ligereza moral-, Luis Armando Reynoso Femat, de Aguascalientes. Una terna inmoral de muy altos decibeles que, de ninguna manera, puede ser privilegiada con la amnesia general so pretexto de no generar mayores escándalos.
Me atrevo a subrayar que el nivel moral de sus sucesores -el poblano Rafael Moreno Valle, el oaxaqueño Gabino Cué y el aguascalentense Carlos Lozano-, habrá de exhibirse en la dimensión en que sean capaces, en serio, de hacer justicia sin caer en prejuicios o, peor aún, privilegiar alianzas preelectorales con las facturas de la impunidad en ristre. Quien haya llegado al poder mediante estas triquiñuelas jamás podrá ganar la historia si elude, además, la justicia. Así de simple.
Tengo conocimientos de que dos de los mandatarios en funciones no dejarán de cumplir con su deber primigenio y no cesarán hasta exhibir a los predadores que les antecedieron. Uno más, entre azul y buenas noches, deshoja las margaritas porque acaso no alcanza a medir cuantos daños colaterales podría causarle perseguir a los ladrones que le legaron la gubernatura. De ello, claro, abundaremos con mayores datos. Pero creeré sólo en los hechos porque el tiempo corre.
Cuando los mexicanos no seamos susceptibles a los olvidos “sexenales” y demandemos justicia por encima de promesas por cumplir, estaremos en vías de la verdadera madurez democrática. Mientras no sea así, seguiremos siendo saqueados por cuantos apuestan a los jugosos “espaldarazos” para burlarse de la sociedad desde la cúpula del poder político. Con “nuevos ricos” cada sexenio... dispuestos a pagar su cuota “antisecuestro”, además, para que las mafias incontrolables los dejen en paz a diferencia de lo ocurrido con el ex gobernador de Colima, Silverio Cavazos Ceballos.
La Anécdota
La última vez que me entrevisté con el profesor Carlos Hank González, apenas dos meses antes de su muerte en mayo de 2001, recuerdo haberme impresionado por las dimensiones de su rancho “Don Catarino”, rivalizando con Slim en cuanto a las colecciones de Rodin, y sus instalaciones excepcionales que incluían un campo de golf y hasta un aeropuerto. El personaje me recibió en el umbral:
—Me dicen que ya no puedo salir de aquí por cuestiones de salud explicó-. Pero le doy la bienvenida a mi cárcel.
Sin medir consecuencias, le repliqué:
—Pues, profesor: con gusto le cambio su cárcel por mi libertad.
Y nos pusimos hablar de política por espacio de una hora. Fue mi aprendizaje final con él. Nunca supe si aprobé el examen.
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La impunidad, sin duda, comienza con los ex Presidentes. Son la verdadera medida así como el poder da la auténtica dimensión histórica. ¿Quién se salva de los Ex? Ninguno de los vivos, naturalmente. Se nos están escapando por la edad: Fox, por ejemplo, cumplió ya los 70 y sólo podría ser arraigado. Los tiempos nos van ganando la partida igual que los intocables a quienes sólo no ve el señor Peña Nieto.
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