Múzquiz o el fracaso escolar
porfirista
Alfredo Velázquez Valle.
Santa Rosa María del Sacramento, hoy ciudad Múzquiz, fue fundada en 22 de diciembre de 1736 y dicha fundación fue en calidad de Presidio; esto debido a las frecuentes rebeliones y ataques de indios bárbaros que Santiago de la Monclova, y poblados cercanos, sufrían seguidamente a causa de estos nativos insumisos.
La “pacificación” de aquellas latitudes norteñas no fue cosa sencilla pero con el tiempo se logró ir reduciendo las incursiones de aquellos indómitos seres del desierto que, condenados por el desarrollo histórico, terminaron por ser extinguidos. Tan antiguo es el exterminio o genocidio practicado por el hombre que la Alemania hitleriana sólo reeditó tristemente una historia ya contada.
De la antigua Santa Rosa del Sacramento ha dicho Don Vito Alessio Robles que “…ha desempeñado un papel preponderante en la historia de Coahuila, tanto por haber sido siempre la entrada al desierto, y por ello antemural contra las embestidas de los indios, como por su situación privilegiada al pie de la bella serranía justamente llamada “Hermosa de Santa Rosa”, por lo ubérrimo de sus tierras, por la riqueza de sus minerales y por la abundancia de sus aguas.”
Sin embargo, la relativa abundancia de recursos naturales de estas tierras nunca correspondió con el nivel o calidad de vida de los pobladores de estas latitudes. Al respecto, señala el mismo Alessio Robles la causa principal de tal pauperismo: los enormes latifundios que “habían convertido a Coahuila en la más pobre y despoblada de las provincias todas del virreinato. Los latifundios la habían convertido en un páramo.”
Otra historia, ésta, la de los latifundios, es la que también pareciera repetirse. Sin embargo, y sin abonar a la teoría histórica de los ciclos, se puede aseverar que, al margen de las necesidades y aspiraciones de los pueblos que trabajan con sus manos los frutos de su alimento, la historia de nuestro país ha sido la historia de grupos de caciques que, impunes, han usado solo del brazo campesino y obrero para su explotación en propio beneficio.
La población, sujeta a los requerimientos de los mercados, de los capitales o de los caprichos de individualidades, ha padecido lo propio que no lo justo. Y en ello, en lo de razones y causas de pobrezas infinitas y riquezas desmedidas, ya ha abonado argumento suficiente el ilustre historiador de nuestro solar nativo.
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El siglo XIX, plagado de luchas, intereses e intervenciones extranjeras, agudizó los polos de esta desigual distribución de tierras y de bienes y la dictadura militar porfirista, que cerró el siglo y que se ensañó con los campesinos desposeídos, sólo fue la reafirmación de un sistema cuyos privilegios se hacían descarnadamente patentes en las más sensibles necesidades del ser humano como lo fue la educación.
Es así como la adquisición del conocimiento a través de la escuela pública fue un anhelo que durante y después de la colonia permaneció cuasi olvidado porque otras eran las urgencias de una sociedad que, transitando viejos caminos de dependencia, no terminaba por lograr alguna conquista medianamente decorosa para su pueblo; asunto en el que el clero tuvo no poca culpa.
En este contexto, de dictadura y privilegios y, por lo tanto, de opresión y marginación, es en donde habremos de situar el tiempo y el espacio del cual brotaron las siguientes anotaciones que un profesor, del cual nos es falta su biografía, realizaba a manera de informe para su superior que era el maestro Andrés Osuna, Director General de Instrucción Primaria del Estado.
Celestino Campos, que así se llamaba dicho profesor y era Inspector de las escuelas del Distrito Escolar de Río Grande, refiere las condiciones bajo las cuales se trabajaba en las escuelas primarias públicas y privadas supervisadas por el Estado pero subvencionadas por los municipios; sostenimiento que en muchos de los casos fue obra de padres de familia y aportaciones, como en este caso, de compañías mineras, que hacían sobrevivir una institución que agonizaba a pesar del esfuerzo compartido de comunidad y maestros por darle cierto decoro como centros de enseñanza. Este pasado es, hoy, fuente de reflexión y ha motivado más de una acción por salvaguardar lo que la revolución mexicana rescato de las garras del porfiriato: la escuela pública.
Dejo a tu atención, estimado lector, algunos fragmentos de estos valiosos informes de inicio de siglo XX que se encuentran resguardados en este Archivo Histórico de la Secretaría de Educación y que dan testimonio fidedigno de las graves contradicciones en que se debatía la escuela pública por sobrevivir en un medio que le era enteramente hostil y ante el cual poco podía: escasez de implementos materiales como didácticos mínimos para la buena marcha de los estudios, abandono o deserción escolar debido más a las demandas de las industrias mineras extranjeras que a las necesidades de desarrollo armónico de la niñez, explotación laboral infantil, derechos nulos para los profesores que, por razones diversas, eran despedidos sin más, prostitución de menores al amparo de los trabajos habidos en las minas, poca o nula preparación profesional de los mismos profesores y hacinamiento escolar, entre otros.
“Los edificios de Esperanzas y Conquista son insuficientes para contener la población escolar existente y aunque la Compañía que los posee ha prometido arreglar locales contiguos a los ocupados, no lo ha hecho hasta hoy.” 14 de marzo de 1904
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“La escuela que anteriormente existía en Barroterán se clausuró por cambio de residencia de la Señorita que la dirigía. En la escuela para niñas “Melchor Múzquiz” quedó suprimido el 5° año por falta de asistencia de las niñas que lo formaban y las pocas que siguieron concurriendo ingresaron al cuarto año.” Abril de 1904
“La escuela para niños de Esperanzas necesita un departamento más para que pueda instalarse convenientemente el Ayudante que falta. La matrícula de esta escuela ha sido cerrada al público de acuerdo con la autoridad política local, pero han quedado muchos niños de edad escolar sin escuela y se impone como necesidad urgente la construcción de un departamento y el nombramiento del segundo ayudante en las reformas últimas.”
“La escuela para niñas, del mismo lugar, no tiene para su servicio más que un ayudante y las niñas han estado devolviéndose; por tal motivo escribí a usted suplicándole nombrara cuanto antes las otras dos profesoras que faltan; el local que ocupa está construido de pura madera y bajo un buen plan: es amplio y bien acondicionado, pero le falta mobiliario…” 23 de octubre de 1904
“La escuela mixta en Conquista necesita una organización imposible de dársela mientras no se cuente con local bastante, pues actualmente debido al desacuerdo con que caminan los profesores, a la poca dedicación que manifiestan y a otras causas que ellos alegan deja mucho que desear para ser lo que debería ser la escuela. En lugares como este es donde más necesitamos de buenos profesores, capaces de hacer que los niños amen la escuela más que el jornal que se les ofrece, capaces de inspirar horror y odio o siquiera miedo a la inmoralidad y al libertinaje, porque a esta escuela concurren niñas de conducta sospechosa y si el maestro no se dedica suficientemente a llevar su cometido, hasta el punto de aclarar la verdad, nos veremos en el caso de cometer injusticias con las niñas o permitir que la perdición viva en sociedad con la inocencia. Ya usted puede juzgar por esto que no hay uniformidad en la marcha de adelanto que la escuela debería seguir; y a todo ello los profesores dicen tener razón.” 4 de marzo de 1905
“En Conquista y en Esperanzas la población escolar crece y decrece de manera súbita, según el estado que guardan las negociaciones mineras allí establecidas y se dejan sentir estos cambios en períodos indeterminados dando ocasión a que las tareas escolares siempre estén en su principio; de lo cual ya tiene usted conocimiento. Otra cuestión relativa a las alzas y bajas en la escuela es la del personal, que unas veces no es suficiente y otras parece innecesario pagar tantos maestros para tan pocos niños…” 21 de febrero de 1906
“Tanto la escuela de Conquista como las dos de Esperanzas necesitan cambios radicales en su organización por razones que no pueden dejarse pasar, pues se fundan en lo que constituye la existencia y sostenimiento de las mismas: la población sobre todo de Esperanzas no tiene ya porque ser tan densa porque los trabajos principales de extracción de carbón se han establecido fuera en diversos tiros; por esta causa la población existente se ha diseminado por varios puntos y
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El Municipio ha tenido que sufrir una baja de ingresos que no es menor del treinta por ciento y tenido que completar el presupuesto de dichos lugares con los fondos de los recaudados en la Villa cabecera del Municipio. El señor Jefe Político, apreciando en su verdadero valer las circunstancias en que se encuentran aquellos lugares les ha suprimido sueldos en la Policía y me ha propuesto que sin dejar de atender las aulas, se introduzcan algunas economías en el rubro del presupuesto para su sostenimiento ya disminuyendo sueldos u organizando las escuelas en otra forma. Creo que la mejor solución del problema que se nos presenta, sería la disminución del personal docente, pero sin rebajar sueldos puesto que el descenso de la población asegura que menos número de maestros bastará para atender debidamente las escuelas y podrá señalarse a estos sueldos decentes.” 16 de mayo de 1906.
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