Si se puede...
José María Mena Rentería
Con acciones eficientes y no con declaraciones inútiles por parte de quienes se ostentan como autoridades, puede minimizarse al máximo el clima de inseguridad y violencia en que se encuentran inmersos los flagelados habitantes de la Comarca Lagunera.
En tal sentido, el caso de Torreón ha rebasado todo lo imaginable. Su ciudadanía ya no es libre de convivir familiarmente -como alguna vez lo hizo- con amigos, en las cocheras de domicilios particulares, último reducto, hasta hace poco, en términos de convivencia.
En el presente, insistir en ello es exponerse los reunidos a verse rodeados, de pronto, por facinerosos armados que tras irrumpir, no lo piensan dos veces para despojar a quienes tengan enfrente para luego, a viva fuerza, introducirse al interior de las casas habitación para robar todo lo que haya a la vista mientras vejan y golpean, hombre o mujer, jóvenes y ancianos por igual.
Hasta con media hora de demora, en el más optimista de los casos, acuden agentes policíacos cuando atienden las llamadas de los afectados. De hecho, en “dar fé” de los hechos consiste su labor mientras jamás llega a saberse si uno solo de dichos casos llega a ser esclarecido y los delincuentes puestos a disposición de las autoridades.
Así pues, los laguneros “viven” en la jungla, expuestos a todos los riesgos y peligros por una delincuencia cuyos integrantes han tomado a los moradores de casas habitación como sus presas para someterlos, por increíble que parezca, a todos los excesos. Comprobarlo no tiene problema. Basta con preguntar, para que cualquier ciudadano revele una situación de pánico.
Si del término autoridades se trata, todo tiene la “explicación” consistente en el hecho de que el municipio de Torreón ha tenido, mayoritariamente, “alcaldes” antes “candidatos” del partido oficial designados, para satisfacer intereses personales y de grupo, por el ejecutivo estatal en turno.
En el presente, así lo deja establecido el hecho de que para desempeñarse como primera autoridad, las calificaciones deban ser el decúbito ventral de la incondicional sumisión, lacayuna disposición y repugnante servilismo antepuesto, todo, al servicio e interés de la comunidad que por otra parte lamenta, según generalizadas voces, haber acudido en el pretérito, a las urnas al conjuro de aquello de “Transformemos Torreón¨.
El saqueo de los recursos de los torreonenses es capítulo aparte, y episodio conocido hasta en sus últimos detalles por la ciudadanía. Basta, para establecerlo, que las arcas de la tesorería municipal hayan vaciado excesos como los instrumentados desde el Palacio Rosa de Saltillo y los desmanes de “funcionarios” municipales, cínicos y expertos en pretender desviar, con argumentos de orates, deleznables acciones que han estado a la vista. El caso del surgimiento de la llamada “Plaza Mayor”, botín de corruptos, lo deja plenamente establecido.
Al naufragio es a lo único que puede conducir en el municipio de Torreón otro período de “gobierno” como el actual. Coincidirá usted amable lector, en que el caso amerita cavilación, pero sobre todo, participación ciudadana para que haya cambio de rumbo hacia aguas menos procelosas. |