Crimen, corrupción e impunidad destruyeron la República
Para el Senador Manuel Camacho Solís, crudo bachán que no ha puesto en claro su desempeño en el binomio
Salinas-traición a la Patria y sus
participaciones en el asesinato de Luís Donaldo Colosio
“Dramático resulta comprobar con que velocidad la violencia común ocupó el lugar de las dictaduras.
El desafío mayor es la difícil tarea de encontrar el equilibrio entre la paz política y la paz social”.
Comandante Espartaco
Fernando Ramírez López.
Es con certeza desde la época de Carlos Salinas de Gortari cuando se rompe el equilibrio que existió entre las fuerzas sociales y la delincuencia organizada; negociación que siempre estuvo a cargo de la Secretaría de Gobernación.
Este hecho lleva implícito consigo la mayor fractura interna que el sistema político ha tenido que soportar, con la ilegal llegada al poder en 1988 de Salinas y la actitud cobarde y mezquina de Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier “Maquío”, por no atreverse a denunciar y pelear contra el fraude electoral realizado.
En esa estrategia, el papel que desempeñó el hoy Senador por el PRD Manuel Camacho Solís y su patiño Marcelo Ebrard Causabón, fue determinante, y que fueron los ejecutores, aliados con la participación del sinvergüenza del hoy diputado federal por el PT, Manuel Bartlett.
Se agrava el desmedido apetito de este grupo, con la incorporación de Diego Fernández de Ceballos para involucrar al PAN, a cambio de cederle posiciones en el gobierno y en el otorgamiento al empresariado parasitario de la mayoría de las empresas públicas en franca asociación con el gobierno salinista; lo anterior se ve agravado con la entrega inmisericorde del réprobo y sedicente clero católico, aceptándolo como participante del proceso democrático, modificando para tal efecto la Constitución y restableciendo la relación diplomática con El Vaticano.
Estos hechos rompen la base de sustento que había sido el poder republicano, es decir hacen añicos la mayor lucha histórica del país y del juarismo en consecuencia; arrojando por la borda 131 años de liberalismo, construido al menos por cinco generaciones, las cuales lo mantuvieron orgullosamente vigente.
Este es el nodo del problema actual, que se recrudece con la creación de múltiples partidos políticos como el PVEM, el PT y el PANAL; más el desmantelamiento de los aparatos policíacos de control delictivo y llevando múltiples canonjías económicas a la burocracia del propio Ejecutivo, Poder Judicial, Electoral y Legislativo.
Así, casi al término del mandato salinista en 1994 y ante la inminente firma del TLC, desatan la guerrilla en Chiapas y asesinan a Colosio, con el propósito de generar un golpe de estado que se vio fracasado, que le permitiera a Salinas permanecer en el poder; por eso la llegada inesperada de Ernesto Zedillo ordenada por Washington, de ahí el notorio servilismo al poder norteamericano.
Así transcurrieron los sexenios zedillista, foxista y calderonista; 18 años que sirvieron para agudizar las contradicciones entre el poder y los grupos delictivos; porque el gobierno y la cúpula del mismo pretendieron quedarse con todo el pastel del narcotráfico.
No surgió en ese tránsito de un cuarto de siglo, un líder capaz de convocar y hacernos entender el cisma que se había creado, porque no tuvimos gobernantes durante ese período, sino títeres del imperio, y una ciudadanía antropológicamente acobardada.
Se consolida la fortuna multimillonaria de Carlos Slim Helú, a la par que la banca de explotación extranjera y la jefatura parcial del Chapo Guzmán en los actos delictivos, contando con el celibato de Vicente Fox y Marta Sahagún, regando con sangre todos los rincones del país.
Por eso no resulta nada extrañas las múltiples acusaciones por evasión fiscal, lavado de dinero y delincuencia organizada al Diputado Federal por el PRI Salomón Juan Marcos Issa, a su hijo del mismo nombre y a su hermano Antonio.
De ahí, que cándidamente la Secretaria de Salud Mercedes Juan López resalta que el problema de la violencia le cuesta a México entre el ocho y el quince por ciento del PIB. Cuánta inocencia perversa cabe en esta declaración; cuando el dinero como lo expresa el Libro Primero de Timoteo, 6: 10 “Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe y fueron atormentados”. La vocera de Enrique Peña Nieto se olvida mencionar que en este país se vive una sicosis colectiva, producida por múltiples asesinatos y secuestros; por lo que debe entender el actual gobierno que si la situación de la violencia no se remedia con celeridad, la naciente y deforme democracia, no saldrá con vida de la cámara de oxígeno donde se encuentra moribunda.
Más perverso es Jorge Zepeda Petterson, al publicar su novela rosa “Los Corruptores”, que sustentan diálogos de personajes fáciles de identificar con la realidad; haciendo énfasis en que tenemos hoy un presidente fuerte.
Cuánta burla y maldad esconde, porque Peña Nieto es un presidente débil e impuesto y si, lo que está en riesgo es la disputa por la nación.
Aproximándonos al tema desde la óptica diaria, existe un distanciamiento entre el Poder y las clases marginadas.
Eso si es preocupante, pero no es con el ejército en las calles que se garantiza la paz social, sino que la muerte nos asecha cada instante en todos los rincones del país.
Lo que necesitamos es establecer “mesas de negociación” que se reflejen en la reconstrucción de la República hoy devastada, con la participación de los actores gubernamentales y grupos delictivos; pero Peña Nieto no tiene la capacidad de entenderlo, menos la de construir un país con justicia social que sigue siendo el lema de su partido.
Además de la delincuencia convencional, como lo es la violencia familiar, la prostitución infantil y el uso de las drogas, nos debe preocupar que ahora el delincuente es más joven, por lo que la criminalidad juvenil se desbordó. Hay que sumar el tráfico de infantes, la venta de muchachas vírgenes y sumarle el secuestro, el cobro de piso y el narcotráfico. Es obvio que el modelo ha fracasado y se recurre con pasmosa facilidad para obtener licitaciones públicas o favores políticos. Como para todos los inversionistas extranjeros la corrupción es la pieza fundamental para dar jaque mate en este agobiado ajedrez político.
Así la pobreza, conjugada con venales medios de comunicación que desdibujan nuestra realidad, más un consumismo desorbitado como el “Buen Fin” ha generado una neurosis colectiva que síquica y económicamente conduce a la delincuencia colectiva; ya no hay retenes morales, hacemos de todo que hasta la justicia y la libertad se compran. Nos preguntamos si existe solución a esto, claro que si, pero requerimos una ciudadanía capaz de cuestionar al gobierno y la impunidad generalizada; la salida no son más policías, más armamento y más militares. El precio humano, social, económico y político del hecho delictivo generalizado es enorme. El punto de partida es el desarrollo comunitario y la cohesión interna y la única estrategia de solución. Ese es el reto. Enfrentémoslo ahora. |