Marx y el marxismo
Jesús Salas Jáuregui.
En 1989 tiene lugar la caída del muro de Berlín, la implosión de la Unión Soviética (URSS), el final del pacto de Varsovia; estos hechos parecían indicar que el pensamiento marxista había llegado a su fin.
Se multiplicaron los brindis y los abrazos contra el monstruo emblemático del estalinismo, con esto Carlos Marx pasaba a ser pieza de museo, sin embargo pasaba lo contrario, se le seguía atacando, ¿Por qué resultaba necesario seguir horadando la piedra de su lápida? Porque ante la ausencia de su oponente, el sistema social que había resultado victorioso quedaba expuesto en toda su obscena impudicia y miseria, dos crisis resultaban de lo sucedido, por un lado la crisis del marxismo, pero por otro, la crisis del mercado, mientras el arsenal teórico del marxismo se agotó en lo real (aquí habría que preguntarse, si lo que se llamaba socialismo real, era realmente socialismo), con esto se hablaba de la obsolescencia del materialismo histórico, siguiendo este criterio, el derrumbe del muro de Berlín trajo consigo el comienzo del fin del marxismo. Sin embargo, la caída de las torres gemelas, no significó la caída del capitalismo. Es así que el capitalismo no puede decir que está saldada su disputa con el marxismo.
Por supuesto resulta mejor exaltar la derrota del oponente, que ocuparse de la podredumbre interna. No estamos proclamando el inminente colapso del capitalismo, pero sí de entender que el futuro es aciago, independientemente si se aceptan o rechazan las ideas de Marx, pero si creemos que sus lecturas son inspiración para un conocimiento riguroso de los acontecimientos fundamentales desde el siglo XIX hasta nuestros días, aquí hay que referirse más allá de la mera biografía de Marx, hay que sumar también la extraordinaria labor que nos dejaron Engels, Lenin, Luxemburgo, Trotsky, Bujarin, Lukács, Gramsci, y otros.
El marxismo entonces es una tradición viviente que se reanima en un vaivén dialéctico entre pasado y presente, como teoría y práctica social, es decir, como una tradición de discurso, en donde las preguntas son tan importantes como las respuestas, por tanto hay que recuperar la teoría marxista, porque si no, no habrá reconstrucción posible de la ciencia social; a lo mejor no sólo se logra con el marxismo, pero sin el marxismo tampoco.
Hoy podemos decir que el capitalismo como sistema dinámico presenta mecanismos de explotación y, por ende, de extracción de plusvalía más complejos y diversificados que los existentes en tiempos de Marx y Engels; entonces la teoría de la plusvalía sigue siendo válida, quiere decir que el método dialéctico no es un recurso retórico, sino una reconstrucción de lo real en el plano del pensamiento, no se puede decir ¡¡la explotación ha muerto!!, antes bien se debe trabajar duro en favor de un marxismo racional y abierto para interpretar y abarcar acabadamente la complejidad actual.
El marxismo es una teoría de la historia que, a la vez, pretende ofrecer una historia de la teoría. Carlos Marx y Federico Engels definieron las condiciones de sus descubrimientos intelectuales como la aparición de determinadas contradicciones de clase de la sociedad capitalista; no simplemente como un “estado ideal de las cosas” sino como algo originado por el “movimiento real de las cosas”.
Así el marxismo como teoría crítica que aspira a proporcionar una inteligibilidad reflexiva de su propio desarrollo, otorga prioridad, en principio, a las explicaciones de sus éxitos, fracasos o estancamientos. Sin embargo, nunca se trata de una primicia absoluta o exclusiva, con lo que estaría eludiendo su responsabilidad. Al contrario, la necesidad de una historia interna y complementaria de la teoría que mida su vitalidad en cuanto programa de investigación guiado por la búsqueda de la verdad, es lo que separa al marxismo de cualquier variante de pragmatismo.
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